Capítulo 69

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Me despertó el ruido de una secadora de cabello. Estaba acostada bocabajo, de modo que levanté la cabeza y sentí un enorme peso psicológico en la nuca.

—Ya levántate —habló alguien, lanzándome aire helado en la cabeza.

—Agg —me quejé. Al sentarme, vi que era un sofá donde me encontraba. Abrí las piernas, agaché la cabeza y me masajeé las sienes.

—Si vas a vomitar, esta vez hazlo en el baño —indicó la misma persona.

Me retiré el cabello de la cara al mismo tiempo que levantaba la cabeza.

Conozco este lugar, es una estética, y conozco a esa chica en camisón de seda secándose el cabello. Es Sofía.

—No me digas que te vomité encima.

—A mí no, a mi gato —colocó las manos en su cadera.

—... Perdón —Suspiré con los ojos cerrados. Me duele mucho la cabeza, el cuerpo y hasta el cabello—. ¿Cómo llegué aquí?

—Astra te trajo —dijo con molestia—. En serio, un día te van a violar en ese lugar —se sentó en una de las camillas para los clientes, girándola hacia mí.

Astra es el mismo que le preguntó por mi cabello, aquel con el que hablé la última vez que había ido al callejón.

—Ni siquiera me acordaría —me pasé los dedos por los ojos.

—Un embarazo o una infección te lo recordaría —apuntó con más molestia—. Como sea, ¿volviste para quedarte?

—No —negué con la cabeza—, vine a pagar la fianza. Vengo cada fin de mes.

—Ah —enalteció la cabeza—. Creí que habías venido por Raina.

—¿Habló contigo?

—Con el único con el que no intentó buscar información de tu paradero fue con tu padre —básicamente dijo que sí habló con ella.

—¿Sabe que estoy aquí?

—No tengo idea, pero no la quiero aquí. La última vez me destrozó el lugar.

—Te pagué los daños —repuse.

—No te estoy reclamando, pero otra vez no lo voy a tolerar.

—Bien, me voy, tengo que volver... —miré alrededor—. ¿Qué hora es?

—Tus cosas están por allá —señaló a una mesa pequeña. Me puse de pie y saqué mi teléfono de mi chaqueta, son las dos de la tarde. Tengo tiempo de pasar al departamento a darme una ducha—. ¿Y qué quiere tu hermana? —habló cepillándose el corto cabello—. ¿Que pases el resto de tus días en prisión?

Supongo que su pregunta refiere a por qué volvió ella también y solo pudo haber sido porque algún pendiente tiene conmigo, o con Grace. Somos lo único que la retiene en este lugar.

—... —suspiré—. No. Está asustada.

—Esa mujer no merece tu consideración.

—Dices eso porque no te agrada —me puse mi chaqueta.

—La aborrezco —admitió—, pero no es por eso, sino por ti. Te vi caer por su culpa y, dime, ¿se inclinó a levantarte? Jamás, simplemente te dio la espalda y se fue.

—No sabes cómo pasaron las cosas...

—Sé que hiciste todo esto por ella —se puso de pie, se acercó y puso la punta del cepillo en mi pecho—. Por una vez en tu vida, di la verdad. ¿Qué de bueno te ha traído haberla protegido?

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora