Capítulo 52

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Todo lo que recuerdo es que traía una sola maleta, porque en realidad no tenía muchas cosas, y me detuve para orientarme, fue entonces que vi a una niña llorando en unas escaleras de piedra, que tal vez no era una niña, sino que así la vi, en fin, ni siquiera tengo en la memoria lo que le dije o ella a mí, nada más me acuerdo que le di la pulsera de mi mamá para que dejara de llorar.

Pensar en la posibilidad de que haya sido Noel aquella niña me va a dar acidez.

Es un listón violeta, trenzado a una cadena plateada de la que cuelgan un par de estrellas de metal y en medio tiene una luna de resina. Nunca me arrepentí de entregársela a una desconocida porque fue también una forma de desprenderme de todo lo que tuviera que ver con mi madre.

Pero ahora que tengo en la mente la idea de que fue esa mujer a quien se la di, la quiero de regreso.

Me cayó un trapo en la cara.

—Ahí viene Maite —dijo René.

Tomé el trapo y bajé los pies del mostrador al mismo tiempo que me incorporaba para limpiar la vitrina.

Llevaba horas pensando en el asunto de mi pulsera y Noel, desde que hablé con ella, y debo decir que por lo menos había sacado a Julieta de mi cabeza un momento, hasta que me volví a acordar de ella.

En la noche, al volver a casa de Iñaki, me preguntaron cómo me había ido o que si iba a cenar, solo les dije que estaba cansada y subí a mi habitación. Eso se repitió el resto de la semana.

Mike y Clara dejaron de preguntarme porque sabían que, si seguían insistiendo, íbamos a terminar mal.

En su momento, hablé con la profesora de gimnasia para decirle que no podría presentarme al partido de esa semana, por asuntos personales, dijo que no había problema, pero que esperaba que pudieran ganar sin mí.

No es que no puedan hacerlo si no estaba yo, sino que soy tan importante y necesaria como cualquiera.

El sábado salí a las 11:00 a.m. de la casa de Iñaki, dormí en el autobús y llegué al juzgado a la una y media.

El cobro dejó poco menos de tres mil en mi cuenta. No hace falta mencionar que no utilicé el dinero de Julieta, los últimos dos pagos que me dio.

Iba saliendo, todavía con la mente por ahí, y me hizo brincar del susto el sonido de un claxon cerca de mí.

Al voltear vi a Vicente bajando de su auto.

—Perdón, pero te hablé y no me hiciste caso —se explicó.

—Está bien, estaba... —sacudí la cabeza—. ¿Cómo estás?

—Bien, eres tú la que se desaparece.

—Sabes que tengo trabajo, la escuela y muchas cosas que hacer —le recordé.

—¿Has estado bien? ¿Necesitas algo?

—Estoy bien, de hecho, ya podríamos terminar con nuestro contrato.

—¿Qué...? —enserió.

—Si tienes demasiados casos no te pueden dar otro —expliqué lo que una vez me dijo—. Deja el mío y toma otro, si quieres.

—¿Quieres que te deje?

—Suena a que estamos terminando —hablé para mí—. No creo tener más problemas y, en caso dé, puedo contratar a un abogado de oficio. Me parece que podemos acabar tú y yo.

—¿Y solo...? ¿Nada más nos despedimos aquí?

—Pues sí... Fuiste muy bueno conmigo y me ayudaste mucho, pero ya no te necesito. Puedes dedicarte a otros clientes o cosas más importantes.

—...

Incliné un poco la cabeza al ver que se quedó inmutado.

—Espero que te vaya bien —intenté sacarlo de su trance—. Tal vez no nos volvamos a ver —lo último más bien fue mi propio deseo de no regresar a este lugar, nunca—. Cuídate.

Seguí mi camino, a la estación de autobuses. Volví a casa de Iñaki como a las cinco de la tarde.

Subí directo a mi habitación, a tenderme en la cama. No quiero hacer nada más el resto de mi vida.

Mi teléfono sonó justo antes de que pensara en tomar fuerzas para ponerme de pie e ir a ducharme. Lo saqué de mi bolsillo y acepté la llamada.

—Sí —contesté acostada.

Suena a que te desperté —respondió Ariel.

—Casi —divagué—. ¿Qué pasó?

¿Tienes algo que hacer mañana?

—Me parece que sí, cuando me digas qué haremos.

Lo escuché reírse.

Pasaré por ti a las cuatro.

—¿Tienes auto? —pregunté.

—respondió como si nada.

—¿Y por qué hemos caminado todo este tiempo?

Dijiste que te gustaba, además, así paso más tiempo contigo.

—... —tragué saliva—. Te veo mañana.

No bajé a cenar ni dije si iba a hacerlo cuando Ariana vino a preguntarme, supuso que estaba dormida.

Desperté un poco tarde, porque iba a salir en la tarde. Desayuné lo que me encontré y comencé a arreglarme.

Me quité la venda antes de meterme a la ducha y ya no me la volví a poner, creo que no la necesito más.

Mi humor no era motivo para no buscar algo decente que ponerme. Utilicé un vestido oscuro con pequeños puntos claros que dan la apariencia de un cielo estrellado, botas altas y una chaqueta negra.

Ariel no tiene la culpa de los demonios en mi cabeza, así que tengo la disposición de dar lo mejor de mí.

No había nadie en la casa, de modo que le envié un mensaje a Iñaki, diciéndole que saldría, sin detalles. A las cuatro en punto, escuché un auto estacionar afuera.

Bajé, salí y cerré bien.

Ariel estaba recargado en el cofre del vehículo, con un ramo de flores amarillas en las manos.

—No me digas que son para mí —hablé.

—No, son para Bella.

Me reí. Me entregó el ramo y lo saludé con un beso en la mejilla. Es la primera vez que alguien me da flores, es agradable.

Me abrió la puerta y subí.

—¿Qué haremos? —curioseé una vez que abordó, mientras me colocaba el cinturón de seguridad.

—Primero vamos a comer, luego tú dirás.

Creo que ya sé qué tiene en mente.

Comimos en un restaurante mucho más sencillo y cómodo para mí, era casi un bar, porque había música alta y barra.

Le conté todo lo de la competencia de basquetbol, a lo que me preguntó que por qué no lo había invitado y le aseguré que no era tan importante, además pasé por alto el contratiempo con el grandulón.

Él me dijo que solo ha hablado por correo con la escritora, pues ya les aceptaron el proyecto y van a comenzarlo en cuanto sus agendas se puedan poner de acuerdo.

Cuando mencionó que podía mostrarme en lo que está trabajando, no me quedó duda alguna de lo que estaba pensando.

No sé por qué le dije que sí.


Nota de la autora 🤍:

Ya sé cómo se está tornando esto, pero que no cunda el pánico, recordemos que esta historia es de Lisa 💙 y Julieta 💜, esto nada más es para ponerle sazón a la cosa 🤭

¿Hacemos cuenta regresiva para la escena LisaxJulieta+18?

En el vino y el café | TERMINADA/EN FÍSICO | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora