Cap 78: El Poder es un Misterio Curioso

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En aquel umbral de tinieblas ancestrales, apenas habían transcurrido dos días desde que una escasa chispa de antorcha se atreviera a quebrar la penumbra que reinaba en la celda, arrancándola de su abismo eterno para proyectar un fulgor incierto sobre una figura encorvada en el suelo de piedra helada.

Aquella sombra humana temblaba con la fragilidad de una hoja en el torbellino del otoño, abrazándose a sus propias rodillas y alzando la mirada solo para ser herida por el súbito destello; sus ojos, lánguidos y hundidos, pestañeaban como intentando domar la claridad que de pronto iluminaba su desgracia.

El origen de aquella luz, que danzaba inciertamente desde el corredor hacia el rincón de aquella existencia miserable, fue bruscamente eclipsado por una figura alta y severa, cuyo porte infundía en el aire el peso de un silencio metálico, como el de un golpe que se anticipa sin ser visto.

La presencia en cuestión irradiaba una amenaza gélida y autoritaria, provocando que el ser encogido retrocediera como una criatura acorralada, arrastrándose hacia la pared pedregosa, tan fría y áspera que parecía absorber su propio aliento. Con cada movimiento, la figura encorvada emitía un gemido, una súplica ahogada:

–Por favor... no... no más. Se lo ruego.

La figura acurrucada en la pared alzó la mirada hacia su intruso con ojos llenos de lágrimas, que ahora brotaban sin control, como si estuvieran liberando años de sufrimiento retenido. Su rostro demacrado, sus labios temblorosos y sus manos sucias que intentaban ocultar su pena formaban un cuadro desolador. En medio de sollozos ahogados, exclamó:

–No quiero sentir más dolor... Piedad... Yo...

Frente a él, el recién llegado permanecía firme como una estatua de hierro fundido, su semblante oculto tras el dorado de un yelmo que brillaba como un presagio. Sin embargo, sus ojos, fríos como la misma escarcha invernal, atravesaban a Midoriya Hisashi, escrutando cada trazo de su rostro marcado por el sufrimiento. Aquel guardia, pues era evidente que lo era, dejó caer unas palabras con una gravedad que, paradójicamente, descendieron sobre el atribulado espíritu del prisionero como un inesperado bálsamo:

–Calma, mi señor. Su Majestad, el rey Bakugou Katsuki, desea verlo.

Esas palabras, pronunciadas con una extraña reverencia, irrumpieron en la mente de Hisashi como un soplo de alivio en medio de un naufragio. Su llanto cesó de golpe, y sus ojos, abiertos en incredulidad, se posaron sobre el guardia, buscando en él una respuesta oculta. Antes de que lograra articular palabra alguna, el soldado lo alzó con facilidad, como si solo levantara una pluma, sacudiendo con ceremonioso cuidado el polvo de sus andrajos, como si con ello restaurara un pálido reflejo de la dignidad perdida de aquel ser.

Atónito, Midoriya Hisashi se encontró entonces frente a su captor, quien finalmente reveló su estampa: un guerrero de armadura rígida y fulgurante, su yelmo dorado resplandeciendo con el brillo de la antorcha, sus ojos fríos, inexorables, un juicio inmutable sobre la desdicha que se cernía sobre aquel prisionero en ruinas.

–¿Qué... acaba de decir? –inquirió Hisashi, con el semblante surcado de escepticismo y asombro, aunque las palabras del guardia parecían calmar el malestar profundo que anidaba en sus huesos maltratados, como un bálsamo inadvertido que envolvía su cuerpo.

Sin embargo, su mente rehusaba aceptar la veracidad de lo escuchado.

–El rey Bakugou Katsuki desea recibirlo en audiencia y ha enviado por usted, mi señor.

–Señor... –musitó Hisashi, acariciando la palabra en sus agrietados labios como si fuera un raro elíxir, paladeándola antes de soltarla al aire–. Entonces es cierto.

Fantasía de un Soberano   [Katsudeku-Omegaverse] En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora