veinte

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Llegamos unos cuarenta minutos después de que subimos al auto, de vez en cuando podía sentir las miradas por el retrovisor de Kevin, mientras que su mamá me sacaba pequeñas charlas para que no me quedara dormida.

Y así fue como llegamos al ostentoso hospital.

Kevin se bajó y abrió mi puerta, luego estiró su brazo para que lo tomara para así bajar del auto y caminar a pasos lentos había la entrada del gigante edificio.

—Buenos días, ¿nos podría decir donde se encuentra Emergencias?.—pregunto la señora Norma.

—Al fondo, todo a la derecha.—la joven muchacha en recepción respondió sin quitarle la mirada de encima a Kevin provocando que su mamá y yo nos viéramos incómodas.

—Gracias.—respondió el futbolista sonriéndole levemente.

La recepcionista se sonrojó violentamente y miró hacia abajo chiveada y luego de esa incómoda escena nos dirigimos hacia a donde nos indicaron en silencio.

La mano de Doña norma nunca soltó la mía mientras que Kevin nos seguía por detrás con su mano colocada suavemente en mi espalda baja sin que su mamá se diera cuenta como apoyo hasta que llegamos a una puerta que tenía un gran letrero indicando que ahí era emergencias.

Kevin estiro su brazo y empujó con fuerzas las puertas, de inmediato el olor a alcohol y medicamentos nos golpeó y provocó que mi estómago se revolviera dentro de mi.

Con una cara de asco seguí caminando hasta que llegamos a unas sillas.

—Quédate aquí Mija, yo iré a registrarte.—la señora Norma me guió al siento y soltó mi mano para dar la vuelta e ir hacia el escritorio donde tenía que hacer el papeleo.

—¿Como te sientes mi amor?.—pregunto Kevin quien se quedó parado frente a mi.

—Bien, estoy bien.—respondí en un susurro.

El me miro incrédulo, pero no dijo nada, solo suspiro pesadamente y tomo mi mano para después dejar un beso casto en ella.

—Listo, en unos momentos nos pasan.—su mamá llegó a nuestro lado tomándonos desprevenidos.

—¿Que te dijeron ma?

—Que ya la pasaban en seguida de La Niña que está dentro.—respondió sentándose a un lado mío.

Kevin repitió la acción y se sentó del otro lado mientras esperábamos mi turno.

Pasaron al rededor de 15 minutos cuando la puerta blanca se abrió y salió una niña de mano de su mamá.

Una enfermera salió también y habló.

—¿Alana?

—Soy yo.—respondí.

La joven enfermera me miró de pies a cabeza y luego miro a Kevin con ojos coquetos.

Dios mío, no podíamos salir a ningún lado sin que quisieran comerse entero a Kevin con la mirada. 

—Pásale para tomarte los signos.—hablo secamente.

Kevin se pasó y extendió su mano para que la tomara, lo hice y me ayudó a levantarme.

Luego comenzó a caminar junto conmigo hasta que la enfermera lo detuvo.

—Perdón, solo puede pasar ella.—su tono de voz cambio completamente al dirigirse a el futbolista.

Rodee los ojos disimuladamente y pase sin escuchar lo que Kevin le respondió, segundos después la puerta se cerró.

—Sube a la báscula.—ordenó.

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora