doce

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Desperté muy temprano en la mañana, las imágenes de lo que había pasado la noche anterior aún seguían en mi mente y causaban que miles de escalofríos recorrieran mi cuerpo entero; no podía entender en qué momento pasó todo lo qué pasó.

¿Como pude ser tan tonta como para permitir que la situación se saliera de control?

Ya suficiente tenia con los problemas que había entre Óscar y yo, como para todavía agregarle la culpa de casi haberme cogido a su hermano menor. De verdad que no entendía que estaba mal conmigo. Seguramente por eso me pasaba lo que me pasaba, yo no era una buena persona.

Pero no sabía que hacer. Estaba atrapada en una jaula sin salida, sabía que si intentaba correr, Óscar iría tras de mi como si yo fuera su presa y el el leon hambriento ansioso por devorarme. El mismo me lo había dejado muy claro desde la primera vez que su puño se encontró con mi cuerpo y le grite me iría de aquí. Lo único que conseguí en ese momento fue me pegara una vez más y me amenazara diciéndome que no importa a donde ni que tan rápido corriera, el me encontraría.

Así que, no tenía otra opción más que aguantar.

Muy lentamente me pare de la cama sintiendo mis piernas lacias y fui hasta el baño para asearme un poco. Tome una pijama de manga larga y con pantalones largos y luego de que termine de lavarme salí y caminé rumbo a la escalera para bajar y ver que había pasado con Óscar.

Estaba apunto de bajar el primer escalón cuando escuché una voz tras de mi susurrar.

—Amor.

De inmediato voltee encontrándome con el menor que me robaba suspiros.

—¡Kevin! Cállate.—susurre de la misma manera sintiendo el corazón latiendo en mi garganta.

El intento acercarse a mi, pero yo me hice un poco para atrás para alejarme de él provocando que me viera como dolido.

—Ven, vamos a mi cuarto.—estiró su mano para intentar tomar mi brazo.

—No, no.—negué su toque.—Tengo que ir con Óscar.

Su mirada se oscureció ante la mención de su hermano, pude apreciar también cómo apretó la mandíbula y las manos en forma de puños.

—Óscar está noqueado, sigue dormidisimo. No se va a dar cuenta.—una vez más me insistió.

—Kevin, te dije que no.—repetí.

—Vamos, tenemos que hablar de lo qué pasó. Tenemos que hablar de nosotros.—dijo ahora en voz más alta.

—Shhhh.—rápidamente me lance a tapar su boca con mi mano para que dejara de hablar.—No puedes decir eso.

Sentí que intento hablar bajo mi mano, pero como no la retire, solamente me jalo del brazo y me llevo hasta su cuarto.

Cerró la puerta tras de nosotros y luego entonces quite mi mano sintiendo los nervios al mil.

Definitivamente no quería estar en una habitación con el a solas luego de lo que había pasado, pero, tenía que solucionar todo este problema en el que yo solita me metí.

—Ya podemos hablar tranquilos.—comenzó Kevin acercándose a mi.

—Kevin es que no hay mucho que hablar. Lo que sucedió anoche fue un error y ya. Yo no estaba pensando con claridad y me ganó el sentimiento que traía por lo qué pasó en la fiesta.

El futbolista abrió levemente su boca y me miró incrédulo.

—¿Un error? ¿Eso crees que es lo qué pasó entre nosotros?.—pregunto con seriedad.

Yo sentí como comenzaba a frustrarme de nuevo por la situación.

—¡Es que ni si quiera hay un nosotros, Kevin! No hay, no existe. Yo soy la novia de tu hermano y tu eres mi cuñado, eso es todo.

Mi corazón se apachurro al momento que vi como su carita se llenaba de decepción. De verdad sentía que me dolía más a mi que el decirle todas esas cosas, pero era lo correcto. Lo hacía por mi bien, y por el suyo.

—¿Eso es lo que crees? ¿piensas que me tragaré el cuentito de que soy la novia perfecta de tu hermano en nuestra relación perfecta? Una relación en donde te tratan como una simple muñeca de trapo y tu te dejas hacer lo que le da la gana, ¿eso es lo que quieres?.

Mis ojos se cristalizaron cuando lo escuché hablarme así. Por que si, eso es lo que era, una simple muñeca de trapo que movía a su antojo.

Los papeles se invirtieron y ahora fui yo quien lo miro con incredulidad sin poder pronunciar ni una sola palabra. No podía defenderme de lo indefendible.

Rápidamente me giré dándole la espalda y solté el sollozo que estaba atorado en mi garganta al igual que las gotas saladas que corrieron sin control.

—Amor, alana.—escuché sus pasos tras de mi pero me negué a voltear.

—Perdón amor, no quise decir eso.—su tibia mano tomó mi brazo cubierto y jalo de el suavemente para verme girarme de frente a él.

—Déjame irme.—dije entre sollozos negándome a verlo a la cara.

—Chiquita, perdón.—poso ahora su mano en mi mejilla e intento levantar mi cara.

—Quiero irme.—repetí entre lágrimas.

—No, no, mirarme.—lo intento una vez más.

Yo por fin acepté levantar el rostro hasta tenerlo frente a frente. Sus ojos mirando con intensidad los míos, aquellos ojos que me habían sacado tantos suspiros.

—Perdóname, estaba enojado y no pensé lo que te dije.—se disculpó mientras acariciaba mi cachete.

—Te perdono, pero suéltame ya.—le pedí.

—No llores amor, me duele verte llorar así.

Kevin seguía haciendo caso omiso a todas mis peticiones de que me dejara irme de este maldito cuarto.

Con mi otra mano limpie las lágrimas e intente calmarme.

—Ya, ahora suéltame.

Este volvió a ignorarme y pegó su frente a la mía haciendo que nuestras respiraciones chocaran entre sí.

—No somos un error amor, somos tú y yo. Como debió haber sido desde un principio.

Dejo un suave beso en mis labios y luego se alejo dejándome salir.

Pero, nuestra sorpresa llegó en el momento que abrimos la puerta.

—Hermano

—Hermano

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Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora