cuarenta y cuatro

1.3K 102 32
                                    

Nadie te prepara para el momento en el que ves tu vida pasar por delante de tus ojos. Siempre creí que ese era un invento de la televisión, de las películas y los libros para darle un toque interesante a lo que se supone que era la muerte.

Pero, ¿como explico que vi mi vida pasar delante de mis ojos, sin estar al borde de la muerte?

Por que lo hice, lo vi todo desde el primer momento en el que mi existencia de cruzó con la suya, desde el momento en el que sus ojos y mis ojos chocaron provocando el evento que cambiaria mi vida por completo.

Me senté al lado de un muchacho que parecía bastante familiar.

—¿mala noche?.—inicie la conversación con aquel muchacho que tomaba tragos como si fueran agua pura.

Era Kevin Álvarez, el futbolista de los Tuzos del Pachuca.

...

—¿Que pee...?

—Ahhhhhh.

Cerré los ojos de inmediato en cuanto vi lo que había frente a mi.

El menor de los Álvarez estaba dentro del baño, y parecía que acababa de salir de bañar pues tenía solo una toalla blanca enredada en su cadera.

...

Está bien, terco. Puedes ir cocinando el huevo.—de inmediato comenzó a hacer lo que le dije mientras que manteníamos una amena conversación, entre risas y pequeñas peleas de comida.

Terminamos de cocinar y justo en ese momento Doña Norma y Óscar entraron a la cocina.

—Buenos días, el desayuno está listo. Todo hecho por mi—dijo Kevin sonriente.

Yo lo mire a ver con la boca abierta haciendo que soltara una sonora carcajada.

...

—Kevin, vamos a cantarle las mañanitas a tu hermano.

Entonces decidí dar un paso más, tropecé y caí directo a la cama del menor.

Al caer no sentí el colchón, lo primero que sentí fue el caliente abdomen de Kevin al descubierto.

...

"Deja que mis manos bajen tu vestido
Y si al desnudarte me echas a temblar
Con un solo beso te quitare el frío
Con una caricia te enseñare a amar."

Los ojos de Kevin no se apartaron de mi en ningún segundo. Ni si quiera parpadeaba. Solamente me miraba directamente y cantaba en voz baja aquella canción.

...

—La castaña va a estar muy enojada cuando se de cuenta.—murmuré.

—¿Cual castaña? ¿Dome?.

—Eso, es la dometripa!

No me di cuenta del nombre que dije hasta que escuchó la carcajada de Kevin resonar por todo el auto.

Mi mejillas se pusieron rojas de vergüenza, pero la risa de Kevin era tan contagiosa que no pudo evitar reírse a carcajadas junto con el.
...

Sentí como sus delgados labios rozaron con los míos aun estando medio dormida, pero el mar de emociones que sentí fue como un golpe de vida que me nubló la mente y la conciencia. Deje de pensar en todo lo que podría estar bien o mal, y lo hice.

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora