treinta y cuatro

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Mi cara se transformó cuando miré que volvía a llamar. Esta era la quinta llamada en lo que iba de la semana, y a pesar de que rechazaba cada una de ellas y le decía que no tenía tiempo de hablar, que luego le devolvería la llamada, ella seguía insistiendo en hablar conmigo.

En cuanto voltee el celular pude ver los preciosos ojos curiosos de Alana dirigirse a la pantalla alcanzando a leer el nombre de quien estaba insistiendo tanto.

Yo quise rechazar la llamada en cuanto ella lo vio, pero Alana se me adelantó y terminó hablando primero.

—Contéstale si quieres.—me dijo con notable incomodidad.

—No, ahorita estoy contigo.—puse el teléfono en silencio y volví a voltearlo con la pantalla hacia abajo.—Más al rato veo que quería.

—Ah.—conocía a la perfección a la mujer enfrente de mi. Sabía que se había incomodado por la inoportuna llamada que recibí.

Rápidamente mis manos buscaron las suyas por encima de la mesa y las tome suavemente.

—Ella es alguien del equipo, formaba parte del equipo médico y algo con comunicación.—me explique rápidamente.

—No tienes nada que explicarme, Kev.—me miro a la cara y sonrió de manera falsa.

—Pero quiero hacerlo. Fue una falta de respeto para ti que ibas a contarme algo importante.

En cuanto dije eso las manos de Alana se apartaron de las mías, su mirada bajo de nuevo a cualquier lugar menos a mi rostro e inconscientemente se le formó una mueca.

Iba a decirle algo más cuando llegó la muchacha de los helados a interrumpirnos. No era la misma que nos tomó la orden, y en cuanto dejó nuestras cosas en la mesa se giró y me miró incómodamente.

—¡Eres Kevin Álvarez!.—exclamó en voz alta.

Genial, lo que me faltaba.

—Si, hola.—sonreí incómodamente.

—¿Nos podemos tomar una foto? Soy muy fan de ti.—me dijo.

Siempre trataba de darles la foto con buena cara a los que se acercaban a pedirla, pero esta vez deseaba con todo mi corazón decirle que no.

Pero al ver la ilusión en su rostro y al gran sonrisa que tenía no pude hacer nada más que asentir todavía con la sonrisa falsa y esperar que sacara su celular.

Hizo eso y abrió la cámara, primero se agachó hasta quedar a mi altura y tomó una selfie de los dos; pensé que luego de eso se retiraría, pero alejo el celular de mi cara solo para voltear la cámara y me pidió un saludo para una amiga de ella.

Mi mirada se dirigió a Alana quien comenzaba a jugar con la cuchara de su nieve de frutos rojos moviéndola de un lado a otro.

Hice lo que la muchacha me pidió y luego, con todavía más incomodidad le pedí que se retirara, que quería comer. Todo esto con esperanza de Que se fuera y que luego no me quemara en twitter como un proteste grosero, pero al parecer se lo tomó bien ya que solo me sonrío y me dijo buen provecho para continuar con su trabajo.

Ahora si, esperando que ya no hubiera más interrupciones mire a Alana quien estaba dando pequeños bocados de su nieve.

—¿ahora si me puedes contar?.—pregunté.

—¿Podemos comer primero? ¿Por favor?.—me respondió con otra pregunta.

A duras penas asentó y comencé a comer de mi nieve de mandarina.

Como la vi muy seria, comencé a bromear con ella, le dije que estaba manchada y al momento en el que iba a limpiarse la embarre de mi nieve en toda la nariz, luego ella hizo lo mismo y casi terminamos en otra guerrilla si no fuera por la gente que comenzaba a vernos raro.

Así que paramos de jugar con la comida y nos dedicamos a terminarnos toda nuestra nieve, luego le pregunté que si quería seguir aquí o íbamos a dar una vuelta a una plaza que había por aquí cerquita a platicar más solos.

Ella acepto, deje la propina en la mesa y luego nos fuimos caminando hasta el lugar para sentarnos en unas bancas alejadas de la gente.

—Ahora si, ya estamos solos.—comencé.

Alana respiro profundamente, cerro los ojos por un momento y luego se preparó para hablar.

En cuanto escuché las llantas del carro quemando supe de inmediato que Óscar estaba aquí.

Kevin. Te amo. No olvides nunca lo mucho que te yo te amo.—

Eso fue lo último que dije antes de colgar la llamada esperando ya lo peor.

El teléfono cayó al lado de la cama, la puerta de azoto y unos pasos apresurados y fuertes retumbaron por toda la casa.

No pasaron ni cinco segundos en los que yo le recé a dios por mi vida cuando la puerta fue abierta y un Óscar furioso entro.

Estaba rojo de la ira, sus venas saltadas, su pecho subía y bajaba con furia y sus puños estaban tan apretados que creí que se rompería los nudillos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas del miedo, Óscar se acercó y me agarro con fuerza del brazo para bajarme de la cama.

—¿QUE TE TRAES CON FELIPE? ¿POR QUE MIERDA ENCONTRÉ ESAS COSAS EN TU CELULAR?.—dijo furioso.

El miedo se convirtió en enojo y un arranque de valentía se instaló en mi pecho.

—¡NO TENEMOS NADA! EL SOLO SE PREOCUPA POR MI!—exclame dándole un empujón con mis manos para que se alejara de mi.

—¿AH SI? ¿El se preocupa por ti? Te recuerdo que estas cargando a mi hijo, MÍO.—grito.

—CLARO QUE LO SE! Y no sabes cuánto me....—la frase se atoro en mi garganta.

Tal vez Dios tapó mi boca para no cometer la estupidez que estaba apunto de decir, pero no fue suficiente ya que el había captado la idea.

Sus ojos se oscurecieron demasiado. Todo de el cambio.

Y temí por mi vida, así que hice lo único coherente que se me ocurrió.

Corrí.

Sin darme cuenta de lo que sucedería después.

Corrí por lo que creía que era mi vida, y entonces, mis ojos no vieron el inicio de las escaleras, simplemente se cerraron al momento en el que mi cuerpo se elevó en el aire.

Todo desapareció.

Sentí como si estuviera cayendo en cámara lenta, se fue el miedo y la tristeza.

Creí que para siempre.

mañana les subo el otro, besoss

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mañana les subo el otro, besoss

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora