Ella y yo
Dos locos viviendo una aventura
Castigada por Dios
Un laberinto sin salida
En donde el miedo se convierte en amor
Alana Guzmán estaba enamorada.
Enamorada de un Álvarez.
Su mundo entero era su novio y sus ojos.
Alana estaba perdidamen...
El desayuno estaba servido, cuando baje todos estaban ya sentados alrededor de la mesa. Llegue y tome asiento al lado de Felipe y Doña norma.
—¿Como amaneciste?.—pregunto Felipe en cuanto me senté.
—Bien, ¿y ustedes?.—respondí.
—Bien también.
Solo asentí y tome el plato que me pasaban con comida.
Al principio todo estaba en silencio, solo podría escucharse los cubiertos chocando con los platos, hasta que poco a poco la conversación comenzó a fluir a gracias a mi suegra que le pregunto unas cosas a sus hijos.
Entonces comenzaron a hablar entre ellos, luego me incluyeron a mi en la plática cuando Óscar me preguntó que si recordaba una salida que tuvimos todos al principio del año en donde unas gallinas habían perseguido a los tres varones mientras que nosotras los veíamos desde una terraza, y al final terminaron los tres corriendo con Baco y Mushu tras de ellos adelante de las gallinas a las que habían molestado persiguiéndolos con furia.
Y fue cuando mi primera risa verdadera salió, recordé la anécdota y la cara de todos a la perfección, era imposible no reírme ante ese recuerdo.
Entre risas y anécdotas terminamos el desayuno, sentía que vomitaría de las carcajadas que soltaba al escuchar sus tonterías y por primera vez en muchos días me sentí alegre, en familia.
Solo éramos nosotros, riendo a carcajadas como lo era antes, sin dramas ni problemas.
Al final terminamos y me ofrecí a lavar los trastes que usamos, batallé para convencer a doña Norma pero al final acepto a regañadientes cuando Kevin le dijo que el me ayudaría.
Bastante acomedido, pensé con sarcasmo.
Los demás salieron dejándonos solos parados enfrente del lava trastes, yo comencé a lavarlos y el los enjuagaría.
Ninguno de los dos mencionó nada por los primeros minutos, no hubo nada extraño hasta que Kevin estornudó y el vaso que estaba enjugando se le cayó y terminó salpicándole toda la cara y playera que traía.
—Puffff.—intente reprimir mi carcajada al verlo empapado.
—¿Ah, te da risa?.—Kevin volteó a verme con una cara de ofendido.
—Mmm no.—negué con la cabeza mientras apretaba los labios para no reírme.
—Ah.
Kevin se volteó e hizo como que volvería a su trabajo así que yo tome otro plato y comencé a lavarlo otra vez antes de que muchas gotas de agua cayeran en mi cara.
—Keeeevin.—grite mientras que el pelinegro seguía aventándome agua en la cara.—Yaaaa.
Llené mis manos de agua y comencé a aventarle gotas también hasta que se convirtió en una guerra de agua entre los dos.
—¿Que está pasando aquí?.—los dos volteamos a la puerta.
Óscar estaba recargado, pero para mi sorpresa no se veía enojado, no. Era todo lo contrario, el nos veía con diversión y una sonrisa.
—Nada.—le contestó inocentemente Kevin riéndose todavía.
Óscar negó con la cabeza y se rio.
—Bueno niños chiquitos, voy a salir a un mandado, ¿ocupan algo?.—nos pregunto.
—Yo no, gracias.—le dije secando mis manos.
—Yo tampoco Oscar, gracias.—contestó su hermano con tranquilidad.
Yo los mire a los dos con extrañeza, hace días no podía ni verlo y ahora se hablaban con mucha tranquilidad.
Al final Óscar terminó saliendo y nosotros dos terminamos de lavarlos.
—Oye Alana.—me dijo Kevin cuando íbamos saliendo de la cocina.
—¿que pasó?.—respondí.
—¿Quieres salir un rato?.—pregunto.
—¿Salir?.—realmente no sabía si era la mejor idea que saliéramos el y yo solos, y es que nuestra relación estaba un poco confusa aun.
—Si, vamos a que te de el aire un rato, por una nieve o algo así.—dijo.
—Yo...—dude.—¿Pero que dirían?.
—No dirán nada, anda, vamos.—me animo.
Lo pensé unos segundos, las opciones eran salir o quedarme aquí encerrada de nuevo, supongo que no estaría mal salir un rato con el, ¿cierto? Nada tenía que pasar.
—Está bien, iré a bañarme rápido.—le dije.
—Está bien, te espero.—Kevin asintió y así los dos subimos y cada quien tomó su camino.
Veinte minutos después termine de bañarme, me puse unos pants flojos y una playera holgada que no lastimara mis golpes que estaban sanando, cepille mi cabello, lo seque un poco y luego baje para encontrarme con Kevin quien jugaba con el perro.
—¿Lista?.—dijo en cuanto sintió mi presencia.
—Si, lista.—respondí.
Kevin acaricio una última vez a Baco y luego fue por sus llaves para después comenzar a caminar conmigo.
Estábamos por salir cuando doña Norma bajo y nos vio.
—¿Van a salir?
Mi presión se bajo y estaba apunto de mentir cuando kevin se adelantó.
—Si, vamos por una nieve, ¿quieres algo?
Su mamá lo veo y sonrió.
—No gracias corazón, vayan con cuidado.—y sin decir mas se perdió en la cocina.
—No paso nada, ¿viste?.—kevin me volteó a ver, sonrió y luego tomo mi mano para dirigirnos a su auto.
Subimos y arranco.
Manejo unos quince minutos hasta que llegamos a una heladería, se estacionó y bajo rápidamente para abrirme la puerta y que bajara yo también.
Entramos al lugar y después de ordenar nos fuimos a sentar a una mesita alejada.
Esperamos un rato todavía en silencio hasta que el hablo.
—¿Y, como te sientes?.—rompió el hielo.
—Ya mejor, ¿y tú?.—pregunté de vuelta.
Kevin rascó su nariz e hizo una mueca.
—Mejor, solo qué hay cosas que todavía no me quedan muy claras.—solté un suspiro al escucharlo, sabiendo ya lo que se venía.
—Quieres saber qué pasó, ¿no es así?
—Si, necesito saber qué pasó esa tarde Alana, no puedo estar en paz sin saberlo.—dijo desesperado.
Lo entendía, entendía su por qué y estaba dispuesta a contárselo, así que me acomode bien en mi silla y respiré hondo para comenzar a contarle.
—Lo qué pasó fue que...
Y no pude continuar, pues en ese momento su celular sonó encima de la mesa, había recibido una llamada.
—Perdón.—Kevin volteó su celular e hizo una mueca al ver el identificador.
Brenda Tuzos
¿Mmm?
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si gana méxico subo otros dos, si no, mamaron aysi