dos

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Llevaba una semana viviendo en esta nueva casa, y había sido una semana muy interesante.

Aún seguía adaptándome poco a poco, todavía me daba pena hacer cosas como meterme a buscar cosas a la cocina.

Por más que mi suegra, Óscar y sus hermanos me afirmaban que me sintiera como en mi casa, y que podía hacer lo que quisiera con confianza.

Pero es que simplemente no podía, la pena me ganaba y terminaba como un pollito esperando que Óscar tomara las cosas por mi.

Como justo en este momento. Domingo en la mañana.

Y, ¿saben qué pasa los Domingo en Pachuca?

Así es, domingo de Tuzos.

Estaba esperando que Óscar se despertara para poder bajar a buscar desayuno, pero, la noche anterior había salido con sus amigos a tomar y parecía que su cruda no le permitirá despertar hasta horas después.

Y yo estaba muriendo de hambre así que decidí ser valiente y bajar sola a la cocina a buscar algo de desayunar y aprovecharía para hacer comida para todos.

Me asegure de tener buen puesta la pijama y luego baje en silencio.

Segundos después llegue al piso de abajo y entre a la cocina, abrí la puerta de refrigerador y saqué todo lo que usaría para el desayuno.

Una vez que estuvo todo fuera comencé a batir los huevos y a cortar la verdura.

Estaba muy metida en lo que estaba haciendo hasta que una rasposa y ronca voz me interrumpió.

—Buenos días.

Pegue un brinquito del susto y voltee hacia atrás encontrándome con Kevin en pijama mirándome divertido.

—Me espantaste Kevin.—pase mi mano por mi corazón sintiendo sus latidos erráticos.

Tampoco pude evitar darle una repasada rápida a su pantalón de pijama a cuadros y una simple playera pegada blanca.

Su cara se veía que todavía venía modorro, y su cabello despeinado lo hacía ver demasiado tierno.

Tuve que controlar mis ganas de acercarme y pasar mi mano por su cabello para acomodarlo en su lugar.

Pero no, no podía hacer eso así que únicamente le sonreí y seguí con la conversación.

—Estoy haciendo desayuno, ¿quieres que te haga algo especial?.—pregunté mientras volvía a mi tarea anterior.

Escuché como murmuro algo en respuesta, pero no alcancé a entender.

—¿como dices?.

—Mmm, no nada. Que lo que hagas está bien por mi.—respondió.

—Muy bien.

Seguí cortando las cosas hasta que sentí como se ponía al lado mío.

—¿Que pasó?.

Kevin me miro y sonrío.

—Te voy a ayudar.—respondió con una sonrisa.

Yo de inmediato negué.

—No no, no te preocupes, puedo hacerlo yo sola. Tu prepárate para el partido.

—Pero quiero ayudarte, ándale, así acabamos más rápido.—me miro directo a los ojos e hizo un pequeño puchero que casi provoca que quisiera apretarle los cachetes.

—Está bien, terco. Puedes ir cocinando el huevo.—de inmediato comenzó a hacer lo que le dije mientras que manteníamos una amena conversación, entre risas y pequeñas peleas de comida.

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora