catorce

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Creo que nunca me acostumbraría a la soledad. Desde que era pequeña no había cosa a la que yo le temiera más que quedarme sola. No sabía por certeza por qué, podía ser por el abandono de mi padre cuando era niña, o tal vez por el terror que le tenía al novio de mi mamá y a las noches en las que nos quedábamos solos el y yo. Puede ser también porque me recuerda a cuando me escape de casa a los 17 y tuve que buscarme la vida a cómo pude por meses completos. O puede ser por el miedo que tenía ahora, el miedo terrible que me causaba quedarme sola con Óscar en esta gran casa, en esta gran casa que no era mía. Era una casa ajena, no mía. Jamás sería mía.

Pero sin embargo aquí me encontraba, en la regadera sintiendo los besos y el agarre de Óscar en mi espalda, sentía como se aferraba a mis caderas mientras se introducía bruscamente en mi. Con mi mejilla recargada en el frío azulejo y mis ojos cerrados esperando que terminara, que terminara y se alejara para que así no lastimara más los golpes que estaban en mis muslos.

—Que se viniera, que se viniera.—era lo único en lo que pensaba en mi mente.

Y unos segundos lo hizo. Sentí como se descargó dentro de mi y luego salió para ahora si comenzar a bañarse.

Repetí su acción, me bañe lo más rápido que pude y sin esperarlo me enredé en una toalla y salí sin mirar atrás hacia el cuarto evitando que las lágrimas salieran de mi rostro.

Llegue y me cambie súper rápido, me puse un pantalón y una blusa de manga larga y cuello y salí del cuarto ahora con la excusa que iría a preparar un té antes de irnos al partido.

Por que si, una vez más iríamos al Estadio Hidalgo a presenciar el partido de repechaje contra Santos. El partido que definiría lo que sucedería con la liguilla para los Tuzos del Pachuca.

Todos en casa estaban emocionados, menos yo. Yo sentía que estaba muerta por dentro. Una semana sin Kevin se sentía así, muerta.

Pero, así tenía que ser. Esto era lo correcto. Con todo el dolor de mi corazón tenía que seguir ignorándolo y hacer como si jamás sucedió algo entre nosotros dos por su bien. Para mantenerlo sano a el.

Yo no importaba, no. Yo ya estaba muerta por dentro.

(...)

Decepción, decepción, tristeza, enojo, coraje, desilusión, dolor. Eso era todo lo que se podía percibir en el ambiente luego de que los Tuzos hubieran perdido el partido contra los Laguneros en el partido más intenso y cardiaco de mi vida.

Pero ya no había nada más que hacer, estaban fuera.

—Ay mi Niño.—la voz de Doña Norma me saco de mis pensamientos.

Voltee hacia donde ella veía y me encontré con una triste imagen. Kevin lloraba mientras salía de la cancha cubriendo su carita con sus manos.

Mi corazón se rompió un poquito más y tuve que hacer mi mayor esfuerzo por disimular mis gestos para no levantar alarmas.

Ni si quiera tuve tiempo de responderle a mi suegra cuando la mano de Óscar tomó la mía y se paró del asiento haciendo que yo repitiera su acción.

—¿Ya se van?.—preguntó Felipe mirando aún sentado.

—Ya.—respondió Óscar.

—¿No se quedaran a esperar a Kevin?.—fue ahora Doña Norma quien preguntó.

—No, que se quede a llorar, nosotros ya nos vamos.—mi piel se erizo al escuchar el tono en el que mi novio hablaba.

Y me imagine miles de cosas, camine con miedo siguiéndole el paso a mi acompañante hasta que escuché la voz de una mujer que hablo y provoco que nos detuviéramos.

—Óscar, hola.—dijo aquella desconocida frente a nosotras.

El antes mencionado soltó mi mano y respondió.

—Claudia! Que milagro.—y se acercó a ella hasta besar su mejilla mientras que yo me quedaba parada ahí como si no existiera al lado de ellos.

Espere a que Óscar me presentara, que mencionara algo de que venía acompañado o cualquier cosa por el estilo pero no lo hizo, simplemente hablo y hablo con ella como si viniera solo mientras que yo perdía el tiempo en mi celular sin prestarle atención a la conversación.

No fue hasta que una llamada entró en mi celular que llame la atención de mi pareja.

Era Felipe el que me hablaba.

—¿bueno?.—conteste.

—Aly, ¿ya salieron del estadio?.—pregunto mi cuñado.

—No, seguimos aquí, ¿por?

—Estamos ya con Kevin, dice mi mamá que si vamos todos a cenar.

Y sabía las consecuencias que traería después, sin embargo conteste.

—Si, ahí nos vemos en el estacionamiento.—conteste nerviosa y colgué la llamada ante la atenta mirada de Óscar.

—Dice tu mamá que nos espera en el estacionamiento para ir a cenar.—dije en voz bajita.

Óscar simplemente apretó la mandíbula y asintió, luego, se despidió de aquella mujer Claudia diciéndole un "nos vemos luego" y comenzó a caminar a la salida.

Quince minutos después llegamos al estacionamiento donde por alguna razón el resto de la familia ya se encontraba.

Desde que los divisamos, la mirada triste de Kevin se topó con la mía atravesando mi alma.

Yo simplemente bajo mi mirada al suelo con vergüenza y llegamos hasta ellos.

—¿a donde siempre?.—pregunto la mamá de todos.

Óscar y Felipe respondieron que si mientras que Kevin solo asintió con la cabeza comenzó a jugar con sus manos.

Todos se subieron a los respectivos autos. Felipe, si novia y Kevin a uno y Óscar, mi suegra y yo al otro y nos fuimos hasta llegar al restaurante.

Por más que todos intentaron animar a Kevin fue imposible, su mirada estaba baja y no hablaba mas que para lo que fuera necesario.

Me dolía el alma verlo así, me dolía el alma estar lejos de él y no poder abrazarlo, reconfortarlo. Hacerlo sentir mejor.

Me sentía la peor persona, hasta que doña Norma habló.

—Entonces, ¿nos vamos todos a Ciudad de México?

—Entonces, ¿nos vamos todos a Ciudad de México?

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ale ya despiértate

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora