El ambiente se tensó demasiado. Los muchachos se habían quedado plasmados, y yo no podía procesar lo que había visto.
Esto no podía ser cierto, realmente no podía estar sucediendo, Felipe no podría estar sintiendo algo por Alana, simplemente no. Era imposible.
El sabía lo mucho que yo estaba enamorado de ella, hasta en estos momentos en el que sentía que el mundo se me caería encima del dolor que estaba sintiendo por lo que estaba pasando, no podía dejar de pensar en ella, ni en un instante desaparecía su rostro de mi mente, ni su nombre, ni su tacto.
No podía, por más que intentaba dejar de pensar en ella no lo lograba, ella se había adueñado completamente de mi, de lo que era, de lo que sentía.
Y ahora, esto me mataba.
Cuando Felipe hizo ese gesto, el mayor de todos se le echó encima y comenzó a tirarle golpes al respeto mientras que el otro se tapaba intentando defenderse y que no lograran golpearlo.
Yo quería separarlos, juro que quería ir hasta ahí y separar a mis dos hermanos pero no podía hacerlo, no podía hacer nada más que quedarme parado sin poder creer lo que estaba pasando.
No fue hasta que comenzó a correr sangre que los muchachos se lanzaron a ellos para que dejaran de golpearse.
Apenas entre cuatro lograron separarlos, dos de ellos tomaron a Óscar de los brazos, otro se puso enfrente de el para que no volviera a dejarse ir y el Alex fue por Felipe para ayudarlo a pararse.
Felipe lo hizo, se paro y pasó su mano por su nariz al igual que escupió un chorro de saliva mezclado con sangre viendo a Óscar que no dejaba de lanzar insultos hirientes hacia el que no dejaba de verlo con pesar.
Entonces por primera vez Felipe me miro a mi. Pero no soporte, no aguante verlo a los ojos luego de lo que había dicho, así que solo negué con la cabeza decepcionando y me di la vuelta para salir de ahí.
No me importaba más, no me importaba lo que ellos se hicieran, o lo que pensaran. Tenía que salirme de aquí inmediatamente antes de que fuera yo el que me lanzara sobre ellos.
¡estaba harto! Harto.
Tome las llaves de mi auto y salí azorando la puerta sintiendo mi mente a querer reventar. Quería escapar de todo, de todos.
Llegue hasta el carro y me subí. Arranque de inmediato a toda velocidad sin rumbo, solo maneje por las aparatosas calles de Ciudad de México sin saber a donde me depararía el destino.
O tal vez, si lo sabía.
Aproveche que había una luz roja en mi camino que tardaría bastante en cambiar, entonces saqué mi teléfono y marqué un número del que estaba seguro de después me arrepentiría.
Timbró dos veces antes de que respondieran y una suave voz se escuchara del otro lado de la línea telefónica.
—¿Bueno? ¿Kevin?
—Hola Dome, ¿sigues todavía aquí en Ciudad de México?
A L A N A
Dos horas después llegamos Doña norma y yo de la linda tarde que pasamos juntas, fuimos hasta la plaza caminando tranquilamente, paseamos un poco por los locales comerciales que había y luego pasamos a una pequeña cafetería por algo dulce de comer y tomar. Claramente no pude tomar café, así que me limite a tomar una malteada de vainilla con una crepa de fresas mientras platicábamos y veíamos la bonita y fresca noche en Pachuca caer.
Una vez que terminamos ella pago y salimos de ahí ya rumbo a la casa antes de que la noche se tornara más oscura.
Cual fue nuestra sorpresa al darnos cuenta que la casa estaba vacía. El carro de Óscar no estaba.
—¿Te aviso que saldría?.—me pregunto mi suegra extrañada.
—No, no me dijo nada.—toque las bolsas de mi sudadera para buscar mi celular y ver si tenía algún mensaje pendiente, pero, ni si quiera pude encontrarlo. Lo había dejado aquí.
—Bah, que raro.—dijo ella.—Voy a marcarle a ver donde esta.
Yo asentí y comencé a subir las escaleras a buscar mi celular en la habitación.
Estaba agotada, ahora por el embarazo me cansaba el doble y tenía sueño siempre, y esta vez no era la excepción.
Entre al cuarto y lo primero que vi fue mi celular tirado en el piso.
Extrañada me agache por el y lo recogí. No sabía como había llegado ahí, tal vez se me había caído y no me había dado cuenta.
Lo agarre y camine hasta el baño para hacer pipí, ese era otro de los grandes defectos de mi condición; siempre quería ir al baño.
Hice mis necesidades con clama, me lave las manos y agarre mi cabello para ahora si estar lista para bajar y ver la novela que veía junto con Doña norma.
Baje cuidadosamente y me senté en el sillón a esperarla; mientras llegaba agarre mi celular y lo desbloquee, me metí a whatsapp y entonces me di cuenta que tenía un mensaje abierto de Felipe que yo no recordaba haber visto antes.
En el mensaje me preguntaba simplemente que como estaba, que si tenía alguna molestias como normalmente lo hacía desde que salí del hospital. Y quise responder, pero antes me entró una llamada de un número desconocido el cual acepté con curiosidad.
—¿Bueno?.—dije.
—Alana, soy Felipe.—la voz entre cortada de Felipe se escuchó.
—Felipe, ¿que pasó?.—pregunté preocupada.
—La cague, la cague feo.—respondió como desesperado.
—pero ¡¿que?! ¿Que hiciste?.
Estaba comenzando a alterarme.
—Óscar...el, el esta aquí.—me dijo.—El está aquí y vio los mensajes. Malinterpreto todo y esta enojado, muy enojado Alana.
Mi corazón comenzó a latir erráticamente y mis manos a transpirar.
—Y eso no es lo peor.—mierda, ¿que podría ser peor que eso?
Realmente no me lo imaginaba.
—Kevin estaba aquí, y cree que estoy enamorado de ti Alana, lo sabe y no se donde esta.
Y ahí estaba. Eso era lo peor.
la peceraaaa agarren la pecera
ESTÁS LEYENDO
Ella y yo
FanfictionElla y yo Dos locos viviendo una aventura Castigada por Dios Un laberinto sin salida En donde el miedo se convierte en amor Alana Guzmán estaba enamorada. Enamorada de un Álvarez. Su mundo entero era su novio y sus ojos. Alana estaba perdidamen...