Veintiuno

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Salí de aquella habitación blanca y esterilizada sintiendo como el olor a alcohol y sangre se quedaba impregnado en mi nariz ocasionando que sintiera arcadas.

—Ya ya, tranquila amor.—la voz de Kevin susurrando detrás de mi me tomó por sorpresa.

—Ya nos vamos mi niña, ¿se te antoja algo de comer?

Y es que de verdad yo no entendía como una persona podía ser tan buena como lo era Doña Norma, desde un principio me trato como una hija.

—Yo no tengo hambre señora, así estoy bien.—respondí sin querer dar más explicaciones.

—Tienes que comer Alana, aún que no quieras.—Kevin dijo viéndome serio.

—Pero....—intente refutar.

—Pero nada, vas a comer y ya. Fin del tema.—me regaño.

Rodee los ojos y le saqué la lengua infantilmente

—Parecen un par de niños enamorados.—Doña Norma se rió de nosotros ocasionando que los dos quedáramos plasmados.

Kevin rio falsamente y yo sentí el color subir a mis mejillas ardientes.

—Entonces, ¿que quieren de comer?

Y así cambiamos el tema por fin, fuimos hasta el estacionamiento y Kevin condujo hacia el restaurante en el que habíamos quedado ir.

—¿Ya le avisaron a Felipe y Óscar?.—esta vez Doña Norma había decidió irse atrás según porque Kevin manejaba muy brusco y lo sentía mucho adelante.

Así que para mi buena, o mala suerte, estaba yo de copiloto a su lado, podía sentir las ansias que tenía de colocar su mano sobre mi pierna, pues en pequeñas ocasiones en las que su mamá se descuidaba o miraba hacia la ventana el menor estiraba su brazo y daba un suave apretón en mi muslo o rodilla, luego sonreía traviesamente y volvía la vista al frente de las enredadas y ajetreadas calles de la Ciudad de México, como si jo hubiera hecho nada.

—No ma, deja les llamo.—Kevin hizo un movimiento para sacar su celular aprovechando que estábamos atorados en un semáforo de una avenida.

Luego se llevó el celular a la oreja y unos segundos después hablo dejándonos escuchar solamente sus respuestas.

—¿Pipe, dónde están wey?

—Andábamos en un mandado, vamos a comer.

—Si, los tres.

—Si, dijo mi mamá que quería ir a donde mismo de la vez pasada.

—Aja, ahí, ¿y el Óscar?

Hubo un silencio un poco más largo de lo usual cuando pregunto por el mayor. Pude ver luego como la cara del pelinegro se contrajo por un segundo para después responder a lo que sea que Felipe le hubiera dicho.

—Ahí los esperamos.—y sin mas colgó justo a tiempo dejándome con una mala sensación en el estómago que parecía no querer desaparecer.

K E V I N 

No supe ni si quiera si logré disimular mi cara de molestia en cuanto pregunté por mi hermano, la respuesta ni si quiera me sorprendía, pero aún no lograba entender el cinismo de ese cabron para hacer lo que hacía.

Pero no dije nada, simplemente seguí manejando hacia aquel restaurante deseando llegar a la casa y poder mimar a mi niña, me urgía que tuviéramos un momento a solas los dos.

Llegamos a aquel local que para nuestra suerte estaba casi vacío, pedimos una mesa para cinco y ni si quiera esperamos a los dos restantes para pedir nuestros alimentos.

Justo a los minutos de que la mesera se retiró de la mesa, mis dos hermanos entraron por la puerta ocasionando que Alana se tensará en su lugar. Dejo de prestarle atención a mi mamá y se concentró en jugar con sus manos en todo momento.

Para mi mala suerte, Óscar camino hacia su lado u retiro la silla de su derecha, se sentó y luego enfrente de mi giro su rostro para besar a mi Alana con sus asquerosos labios que hacía minutos habían estado en alguien más.

Sentí la sangre hervirme y quería aventarme encima de él para separarlos hasta que Felipe me dio disimuladamente una patada bajo la mesa y logró que desviara mi vista de ellos dos. Definitivamente esta sería una larga tarde.

Lo odiaba, realmente lo hacía.

Ella era mía, mía. Solamente mía.

(...)

Ayer, luego de la comida deseaba que Felipe y Óscar se perdieran de nuevo a algún lado, pero, como si estuviera todo en contra mía decidieron quedarse en la casa que rentamos y además de eso invitaron gente que lo ultimo que quería hacer era verlos.

Y gracias a ello me vi obligado a quedarme con aquella bola de estupidos que no buscaban nada de mi más que mi fama, pase mi tarde sonriendo falsamente para fotos y videos que subían conmigo fingiendo ser mis amigos sin saber que yo me daba cuenta la verdadera intención de todos.

Ni si quiera un solo momento pude desafanarme de ellos para ir a ver a mi niña, ella solo pasó su día acostada con mi mamá viendo una serie que encontraron, y cuando por fin logré quitármelos a todos de encima, me di cuenta que Alana ya se encontraba dormida así que no me quedó más que besar su frente y cerrar su puerta para que no escuchara todo lo que sucedía detrás de la pared.

Pero aquí estábamos ahora, de nuevo los tres en aquel hospital esperando por el sobre con los resultados de sus análisis.

—Hijo, voy a la cafetería por un agua antes de entren.—mi mamá me aviso.

—Si quieres voy yo ma.

—No cómo crees, después llamas la atención en todo el hospital y ya no podemos salir.—río.

Yo solo reí un poco y asentí.

Una vez que se fue pude por fin acercarme más a Alana quien movía sus pies nerviosa.

—Tranquila amor, todo saldrá bien.—la abrace por detrás.

Ella me miro e hizo un puchero haciendo que bajara mi mirada.

—No sabes cuantas ganas tengo que besarte.—susurre sin despegar mi mirada.

—Entonces haz....

—Alana Guzmán.

Mierda.

Los dos volteamos a ver a la enfermera quien nos encamino a un pequeño consultorio.

—Hay dos noticias, una buena y una mala, ¿cual quieres primero?.—dijo

—¡Solo hable ya!.—exclamé en tono desesperado.

Alana en ese momento tomó mi mano para tranquilizarme.

—Felicidades papis, ¡están esperando un hijo!

Y entonces su mano soltó la mía.

Van a ser papisssss

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Van a ser papisssss

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora