veintisiete

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Los días pasaban con demasiada lentitud, la rutina ya comenzaba a cansarme y apenas habían pasado tres días desde que regresamos de Ciudad de México a Pachuca.

Por que si, Doña Norma, Óscar y yo nos regresamos horas después de que me dieron de alta en el hospital. Según ellos, era mejor que estuviera ya en mi "hogar" en donde podrían reaccionar rápidamente si algo malo volvía a sucederme.

Y por eso estaba aquí, postrada en una cama sin poder hacer o sentir algo. Todo seguía igual, exactamente igual.

Y a pesar de llevar dentro de mi una nueva vida, no podía evitar sentirme totalmente vacía por dentro.

No había felicidad, no había emoción, no había alegria, tampoco había tristeza, era solamente yo, existiendo, gastando oxígeno y fingiendo una sonrisa cada vez que tenía que alguien se acercaba a mi.

Fingir felicidad cada vez que doña Norma, con una sonrisa gigante venía y me acariciaba el vientre. Fingir emoción cada noche que Óscar llegaba y besaba mi estómago mientras fingía que también estaba feliz. Que de verdad quería que le creyera ese cuentito de que quería al bebé dentro de mi, el cuento de que me quería a mi también.

El cuentito de que seríamos una familia feliz.

Mientras que yo, tenía que fingir y ver por todos lados que el hombre que en verdad yo quería comenzaba a vivir sin mi.

Luego de ese momento en el hospital no volví a verlo. Felipe me dijo en un momento en el que estuvimos solos que se había ido con Alex, que necesitaba estar solo y procesar todo lo que estaba sucediendo pero, lo último que se veía que hacía era estar solo.

Todo estaba en internet.

Yo veía todas y cada una de las historias que grababan con el, en donde se veía que tomaban y cantaban como si no hubiera un mañana.

Y claro, claro que me dolía. Me dolía por dentro ver como el estaba rodeada de mujeres hermosas y famosas, me dolía en el alma ver su sonrisa gigante en cada foto, en cada video.

Era abrir Instagram y tiktok y ver más y más videos e historias con influencers conocidos, gente con la que en mi vida imaginaba que se relacionaría. Pero ahí estaba el.

Una parte de mi estaba destrozada, la parte egoísta dentro de mi corazón deseaba que se hubiera quedado aquí, conmigo. Aunque fuera imposible. Pero la otra parte estaba alegre por el. Al menos uno de los dos era feliz, al menos podría seguir viendo su sonrisa, o escuchando su risa.

Por lo menos uno de los dos había salido ileso de toda esta imposible aventura, de la que ahora solo quedarían recuerdos.

Solo estarían aquellos recuerdos que almacenaría en mi mente y en mi corazón como mi tesoro más preciado, como los momentos más felices que había tenido en mucho tiempo.

El era especial. Lo supe desde el momento en el que me crucé con el aquella noche en el antro.

Y lo comprobé el día que Óscar decidió presentarme a su familia, el día que entramos por la puerta de ese restaurante, cuando su vista se cruzó con la mía y sus ojos brillaron con felicidad.

Y ahora, no quedaba nada.

—Hija, ¿quieres salir a dar una vuelta en la plaza?.—Doña norma había entrado a la habitación.

Mis ojos se iluminaron con emoción y rápidamente asentí. Ya no aguantaba ni un minuto más encerrada en esta casa.

Ella me ayudó a pararme a pesar de que le dije que no necesitaba su ayuda ella insistió hasta que no pude negarme.

Una vez que estuve de pie acaricio mi barriga para después salir y dejarme cambiarme en privado.

Me puse unos simples bike shorts y una sudadera ancha, me metí los tenis y cepille mi cabello hasta que estuve lo suficientemente presentable para salir.

Llegue hasta la sala en donde mi suegra ya estaba esperándome.

—¿Lista?.—preguntó.

—Si, ya estoy.—respondí.

Ella asintió y fue a tomar su bolsa para salir, pero, antes de que lo pudiéramos hacer Óscar entró por la puerta principal después de salir a pasear a Baco.

—¿Van a salir?.—pregunto con voz ronca.

—Si, vamos a salir a caminar por la plaza.—dijo ella.

Óscar solamente asintió lentamente y soltó la correa de Baco el cual salió corriendo por toda la casa.

—Volvemos en un rato.—susurré como despedía.

El volvió a asentir y se acercó a mi hasta darme un brusco beso en la mejilla para después subir las escaleras y perderse de nuestra vista.

Entonces por fin pudimos salir de este encierro sin percatarme de que había olvidado mi celular en la casa.

Mientras tanto, cuando Óscar entró al cuarto se percató de que había un celular en la cama. Sin pensarlo fue hasta el en el momento en el que la pantalla se iluminó por un mensaje que acababa de llegar.

Y sintió su sangre hervir cuando se acercó y lo leyó.

K E V I N

Sentía que mi cabeza explotaría de dolor en cuanto comencé a escuchar gritos dentro de la casa mientras que yo me había quedado dormido en un sillón en la terraza.

—¿Que ver....—murmuré sosteniendo mi frente. Y mis alertas se encendieron más cuando reconocí las voces que gritaban.

Rápidamente me pare y entre al apartamento. Óscar estaba aquí, y tenía a Felipe contra la pared.

—¡RESPÓNDEME! Por que vergas tienes que mandarle esos mensajes?.—grito sosteniéndolo con fuerza.

—Puta madre Oscar, que te quites a la verga.—intentó empujarlo pero sólo logró que lo apretara más.

Rápido corrí e intente separarlo mientras que todos los demás solo veían la escena de enfrente.

—Óscar! ¿Estás loco?.—grite sin dejar de jalarlo.

Pero el no cedía, se veía realmente furioso.

—DILE FELIPE! Dile a tu hermano que chingados estas haciendo. Díselo.—grito.

Felipe solo volteó a verme y negó con la cabeza.

—DILE COMO TODOS LOS DÍAS HABLAS CON MI NOVIA! MI JODIDA NOVIA. Diario le preguntas cómo está, cómo amaneció, como se siente.—gritó—¿ESTAS ENAMORADO DE ELLA?

Y me sentí morir cuando lo vi asentir.

queeeeeeeee, ya llovió

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queeeeeeeee, ya llovió

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora