quince

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Si había algo peor que estar encerrada en casa de los Alvarez en Pachuca, era estar encerrada en la habitación de un Arbnb en Ciudad de México con los Alvarez y amigos de Kevin.

No sabía en que momento me había parecido buena idea aceptar, pero aquí estaba, luego de un incómodo viaje en donde fui en el asiento de en medio del auto. Con Óscar a mi derecha, y nada más y nada menos que Kevin a mi izquierda.

Aquellas fueron las dos botas más largas e incómodas de mi vida, hasta que por fin llegamos al lugar donde nos quedaríamos por no se cuanto tiempo que duraran estas vacaciones.

En cuanto nos instalamos en el lugar todos hicieron planes para salir a un lugar que no entendí su nombre, simplemente quedaron en una hora específica en la que saldrían y ya.

No fue hasta que estuvimos a solas Óscar y yo en la habitación que me iba a comenzar a arreglar cuando me confesó algo que no supe como tomarlo.

—¿Y tu? ¿Para que buscas ropa?.—me pregunto cuando me vio abrir mi maleta buscando algo que ponerme.

—¿Para la salida?.—respondí en forma de pregunta con temor.

Escuché como Óscar soltaba una pequeña carcajada y luego se acercó a mi.

—Pero si tú no vas a ir, conejita.—tomo mi cara y me dio un pico en los labios.

Sentí mi rostro sonrojarse de la vergüenza, entonces simplemente miré hacia el piso y esperé en silencio hasta que Óscar salió del cuarto para irse a bañar.

No sabía si el no ir era un premio o castigo para mi, ciertamente estar al lado de él y tener que fingir frente a su familia era agotador, pero por otra parte, la incertidumbre y desconfianza de no saber a donde irían, o con quienes, hacía que mi estómago se revolviera.

Pero no podía desobedecer sus órdenes, así que en lugar de buscar que ponerme, saqué mi pijama y me la puse.

Luego una vez que escuché que los muchachos se habían ido, baje a la cocina para hacerme un té para asentar las náuseas que sentía.

—Mija, pensé que habías ido con los muchachos.—mi suegra me dijo.

Yo reí falsamente y conteste.

—Es que ando medio cansada suegra, preferí quedarme a descansar.—respondí acercándome a la estufa para encender la llama y hervir el agua.

—¿Te harás un té?.—me pregunto parándose de la silla y acercándose a mi.

—Si, para poder dormir bien.—mentí.

Ella como siempre me sonrió y me acompaño en todo el rato que estuve en la cocina, platicamos muy agusto de cosas random, perdi la noción del tiempo en lo que platicábamos, hasta que el sueño comenzó a vencerla.

—Vaya a acostarse suegra, aquí termino de recoger y me voy yo también.—le dije una vez que la vi soltar el quinto bostezo.

—Ay mi niña eres un amor, si te tomo la palabra.—se acercó y despidió de mi para después perderse entre los pasillos hasta la habitación en donde dormiría.

No tarde más de cinco minutos en recoger lo que habíamos usado, después lavé los trastes usados y me fui también yo hasta mi cuarto.

Hice mi rutina de noche y luego me metí a la cama mientras veía tiktoks en mi celular hasta que el sueño comenzó a llegarme.

Apague el celular y lo dejé en la mesita de al lado, cerré mis ojos y caí rendida.

(...)

No se cuanto tiempo llevaba dormida, solo de que estaba a medio sueño hasta que sentí un peso extra en el colchón que provocó que despertara de golpe asustada.

Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora