cuarenta y cinco

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Todos dicen que cuando amas a alguien tienes que aprender a dejarlo ir.

El beso salado por las lágrimas que salían de sus preciosos ojos me confirmo lo que ya me veía venir.

Cuando nuestros rostros se separaron y mis ojos buscaron los de ella que me evitaban a toda costa mi corazón lo sintió.

—Kevin...—susurró con su voz entrecortada.

—No lo digas.—le dije sintiendo el doloroso nudo en mi garganta comenzar a formarse.

—Kevin, por favor.—pidió soltando más lágrimas.

El dolor de mi rostro por los golpes había sido reemplazado, ya ni si quiera podía sentir el ardor del viento sobre mis heridas, lo único que sentía era el terrible dolor en mi corazón.

—Alana, escúchame.—mis manos buscaron desesperadamente su rostro.

Cada mano tomó sus mejillas para después presionar su frente con la mía.

—Me siento terrible.—me dijo cerrando sus ojos.

Yo solté un largo suspiro y moví mi cabeza para rozar suavemente la punta de su nariz con la mía.

—Podemos hacerlo funcionar, lo haremos funcionar.—conteste sin atreverme a mover.

—No podemos Kevin, no podemos lastimar a nadie más. Lastimamos a Óscar—sus lágrimas entonces fueron acompañadas por sus sollozos.

Entonces me quede sin palabras, no sabía que podía responderle, no cuando en mi mente solo rondaba una dolorosa pregunta.

—Tu....—intente tragar el nudo de mi garganta.—¿Tu todavía lo quieres?.

Y lo dije. No podía pasar por alto el hecho de que minutos antes ellos dos habían estado aquí, solos.

Fue cuando las palabras salieron de mi boca que Alana abrió los ojos como sorprendida.

—¿Que dices, Kevin?.—pregunto.

—A Óscar, ¿lo quieres todavía? Los vi cuando llegue.—repetí.

Sus labios se entre abrieron y se alejó de mi.

—¿como puedes preguntarme eso?.—ella se paro del sillón

—Alana...—tome su mano.

—NO.—hizo un y intentó por soltar mi mano, cosa que no permití.—¿Como puedes preguntarme eso?.

—Solo respóndeme!.—ni yo sabía por qué tenía tanta necesidad de saber la respuesta.

—¡Lo quiero! ¡claro que lo quiero! Pero tú mejor que nadie sabe que no es el a quien amo!.—me grito.

—¿¡Y si me amas por que no podemos estar juntos?!.—grite de vuelta.

—¡ENTIÉNDELO KEVIN! No hacemos mas que dañarnos. No puedo hacerte más daño—volvió a llorar sin control.

—No, no.—rápidamente me acerque a ella y la atrapé entre mis brazos.—Tu no me haces daño, amor. Tu me das vida, le das sentido a mi existencia....

Comenzó a llorar en mi pecho.

—Es tu familia Kevin. No puedo destruir eso.

Fue ahí cuando la claridad llegó a mi mente, y por primera vez desde que esta locura comenzó pensé más allá de mi.

Y la entendí.

¿Como reaccionaria mi mamá al enterarse de lo que hice? ¿Que pensaría de mi si supiera que me enamoré de la novia de mi hermano? ¿Que la embarace? ¿Que daría mi vida entera por ella?

¿Que pensaría de ella? ¿Con que ojos podría verla?

No lo sabía, pero ahora lo entendía.

Y el gran suspiro que salió de mi pecho le hizo saber a Alana que lo había entendido.

Mis brazos se apretaron aún más a su cuerpo, comencé a besar su cabello muchas veces sin atreverme a soltarla de mis brazos, pues no sabía cuando volviera a poder estrecharla entre mi cuerpo.

Ambos comenzamos a llorar entre los brazos del otro, parecíamos dos desahuciados que habían recibido la peor noticia de su vida, y es que así era como me sentía en estos momentos.

Pero, si esta sería nuestra última noche juntos, haría que valiera la pena.

—Alana.—la llame con voz ronca.

Su rostro subió para verme.

—Déjame tenerte una última vez.

Pensé que me rechazaría, pero al contrario. Sus pies se pararon de puntas para quedar a mi altura, sus manos pasaron a mi nuca y entonces, como si fuera un sediento en el desierto, mis labios chocaron con los suyos en un beso desesperado que sabía a amor y a desesperación.

Sabía a amor y a tristeza, amor y corazón roto; a amor y a despedida.

La ropa comenzó a desprenderse de nuestros cuerpos, una ola de calor remplazó el tenso ambiente que se había formado minutos antes y con pasos torpes y lentos comenzamos a caminar hasta la habitación a la que me dirigió,

Sin prender las luces acaricie cada centímetro de su tersa piel, sus manos marcaron el camino de mi pecho, trazo la tinta que se encontraba marcada en mi cuerpo que ella conocía a la perfección, sus helados dedos recorrieron mi abdomen completo hasta deshacerse de la última prenda que quedaba en mi.

Tome eso como una buena señal y me atreví a bajar también el último rastro de tela que había en su cuerpo para después llevarla suavemente a la cama hasta dejarla recostada para después subir encima sin presionar todo mi peso, una vez más me acerque para besar sus suaves labios, la bese con todo el amor y la ternura que podía sentir.

Cuando nos separamos para tomar aire comencé a bajar los besos por su mandíbula hasta su cuello, luego a su pecho en donde me tome mi dulce tiempo para disfrutar de la dulzura de su piel mientras que ella jugueteaba con mi cabello tirando de el suavemente.

Seguí bajando hasta que sus piernas comenzaron a temblar abajo de mi, y cuando su dulce voz me susurró que no podía aguantar más subí de nuevo para besarla una vez más, y luego, por fin.

Abrir sus piernas y unir su cuerpo con el mío en el encuentro más emocionante que había tenido jamás.

No estábamos teniendo sexo, estábamos haciendo el amor, y ambos lo sabíamos.

El tiempo se detuvo y el ritmo continuo sin poder dejar de acariciar nuestros cuerpos y besar nuestros labios.

Nuestras bocas no se separaron hasta que el nudo en viente bajo apareció.

Aumente las estocadas sabiendo lo que estaba apunto de suceder, y tan solo unos segundos más un grito ahogado escapó de boca a la mía, sus dedos rasguñaron mi espalda y cuando sus ojos se abrieron encontrándose directamente con los míos conseguí mi liberación también ocasionando que me tirara encima de ella quien rápidamente me atrapó y se pego a mi en un abrazo.

Había sido algo mágico.No podía separarme de ella, sentía que todo esto era un sueño que desaparecería en cualquier momento, pero no era así. Ella estaba aquí, conmigo una vez más.

Todos dicen que cuando amas a alguien tienes que aprender a dejarlo ir. Perdóname Alana, no me quiero ir.

No me iré.

No me iré

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Ella y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora