Ella y yo
Dos locos viviendo una aventura
Castigada por Dios
Un laberinto sin salida
En donde el miedo se convierte en amor
Alana Guzmán estaba enamorada.
Enamorada de un Álvarez.
Su mundo entero era su novio y sus ojos.
Alana estaba perdidamen...
Desperté en la habitación de nuevo sola, sospechaba que era temprano en la madrugada por la poca luz que se veía reflejada a través de las cortinas, además de que había ido a dormir a las nueve de la noche.
Busque a tientas mi celular por la cama, anoche me había quedado dormida viendo una película así que no hice nada, ni puse a cargar mi celular ni me coloqué pijama, así como me acosté termine quedándome dormida así que apenas y pude encender mi celular para ver la hora antes de que esté terminara apagándose.
Siete de la mañana.
Si que era temprano, apenas y alcanzaría a tomarme mis pastillas.
Me paré de la cama y fui directo al baño extrañada por el silencio que había en la casa, seguro estaban dormidos aún.
Hice mis necesidades y me puse un poco más presentable para después poder bajar las escaleras hacia la cocina, donde, como todas las mañanas, Doña Norma ya se encontraba tomándose su café.
—Buen día hija.—me saludo en cuanto entre a aquella habitación.
—Buenos días señora, ¿como amaneció?.—pregunté entrando para tomar un vaso para servirme agua.
—Muy bien gracias a Dios, ¿y tu?
—Bien también.—conteste cuando termine de pasar el agua y me senté ahí con ella.
Por alguna razón me parecía que se veía extraña, como más sería de lo usual, cosa que me preocupo.
Las dos nos mantuvimos en silencio unos segundos hasta que ella habló.
—Ayer Óscar hablo conmigo.
Oh, mierda.
Mis alarmas se encendieron de inmediato.
—¿Si?
—Me contó que terminaron.
Apreté mis labios incomoda.
—Si, pero...—me comencé a asustar.—Le prometo que ya me iré, en cuanto pueda buscare
—No no.—ella comenzó a negar con su cabeza en repetidas ocasiones.—Tu puedes quedarte aquí el tiempo que necesites, ya eres parte de nuestra familia.
—Pero...
—Pero nada, respeto tu decisión de irte, no te obligaré a quedarte aquí si no estás cómoda.—su brazo se estiró hasta tomar mi mano.—Es más, si quieres yo puedo acompañar a buscar tu nuevo lugar, juntas.
Mi corazón se infló de ternura al ver que a pesar de la situación ella seguía siendo igual de amable y amorosa como el primer día que nos conocimos.
Instintivamente mis ojos se llenaron de lágrimas y sonreí.
Había hecho muchas cosas mal, pero aún así Dios seguía rodeándome de gente que me apoyaba.
No lo pensé mucho y me paré de la silla para abrazarla con ternura.
—Uy, ¿están teniendo un abrazo familiar sin mi?.—la voz del hermano de en medio nos interrumpió.
Doña Norma rio y se separó de mi para estirar su brazo hacia su hijo, el no lo dudo mucho y terminó por unirse al abrazo en donde por las diferencias de altura terminamos las dos quedando en su pecho.
—Me sofocó, me sofocó.—comencé a jadear por aire al quedar en medio del abrazo.
Sentí la risa del Álvarez en su pecho lo que causó que también yo riera junto con ellos para después separarnos.
—¿Y bueno, ya quieren desayunar?.—preguntó la mamá.
—Yo si ma, tengo un chingo de hambre.—respondió el.
—Bueno, voy a empezar a cocinar para que esté lista en un ratito, si quieren ir poniendo la mesa.
Ambos asentimos, yo fui por los vasos y cubiertos sacando uno para cada integrante de la casa.
Puse los vasos en su lugar, y estaba por ir por los platos cuando doña Norma me habló otra vez.
—Hija, Kevin no está.
—¿Como?.—pregunté extrañada. La mirada de Felipe rápidamente buscó la mía.
—Si, salió anoche de vuelta a Ciudad de México, ¿no te lo dijo cuando salieron?
Mi expresión cambio, intente disimularlo para que pareciera que no le tome tanta importancia, pero aún sentía la pesada mirada de su hermano sobre mi.
—No, no sabía.—respondí agarrando lo que había sacado y regresándolo a su lugar.
—Oh si, dijo que tenía que hacer unas campañas y que no sabía cuándo regresaría.—me dijo con toda la normalidad del mucho.
—Ah, que padre.—fingí una sonrisa y continué con mi trabajo mientras que en mi mente solo podía pensar una cosa.
¿Por que no me lo había dicho?
O tal vez lo hizo, tal vez iba a decírmelo anoche pero me encontraba dormida, o tal vez me envió un mensaje y no pude verlo por que mi celular se apagó.
Si! Eso debió haber sido. No tenía por qué darle tantas vueltas al asunto.
Para mi suerte, Felipe terminó sacando otro tema a la conversación haciendo que la atención se desviará de aquel asunto, comenzaron a hablar ambos de eso y fue así como nos sentamos a desayunar.
Unos minutos después regresó Óscar de su paseo matutino con Baco y se unió al desayuno que para mi sorpresa resultó todo lo contrario a cómo yo me imaginaba que sería.
Nunca se toco el tema de nuestra ruptura, ni de mi plan de mudarme de nuevo, ni el tema de Kevin en cdmx. Fue solamente un ameno desayuno en donde la conversación fue fluyendo, tal como era en los viejos tiempos.
Y aun que intentaba tomar el hilo de la conversación, mi mente no podía dejar de pensar en por qué kevin se había ido sin decirme nada, ¿tendría algo que ver con la llamada que recibió el día anterior?
No tenía que ser nada malo, ¿cierto?
(...)
El desayuno terminó, cada quien fue a hacer sus cosas, Óscar subió a trabajar un rato y el otro hermano decidió sacar a pasear al perro de su mamá.
Puso su correa y salió de la casa con el para poder despejar su mente.
El clima frío mañanero de Pachuca golpeó su rostro en cuanto salió, su piel se erizó y rápidamente fue jalado por el pequeño perro ansioso que ya comenzaba a andar.
El comenzó a seguirlo también, esperando que la caminata despejara su mente y las ideas locas que corrían por ella.
—No me puedes estar gustando, ¿verdad Mushu?
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