Capítulo 33

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"-David tenía el corazón roto y de un momento a otro me convertí yo en su sostén, pase de ser consolado a ser consolador. Cada recaída que tuvimos nos apoyamos el uno en el otro y juntos, de a poco, fuimos pasando los días de la mejor manera, pero lejos de decir bien. Su novia intentó en dos oportunidades volver a verlo pero él se negó a recibirla, evitando así que tuviera que cumplir con el protocolo de requisa. Ellos se amaban tanto como noso...-Suspiré y tomé aire, continuando con el relato.- David descubrió por casualidad quién había abusado de su novia y juró vengarse de él. Nunca había visto a alguien con tanto odio en sus ojos, ni siquiera mi madre cuando me veía a mi.-Rompí a reir y ella se sumó dejándome oir un "idiota" casi ahogado por la risa.- No, en serio. Pobre David, en su lugar hubiese estado igual, solo de imaginar que tú... bueno, la cosa es que a partir de ese momento dedicó todos sus días a planear un plan perfecto para vengarse de aquel hdp.-

-¿Y qué hizo?.-Mi voz se negó a salir y mi garganta se cerró de golpe, el solo recuerdo de aquello me dio taquicardia.- Gabriel, ¿estás ahí?.-

-Si-si. Lo siento. Es que... no puedo seguir hoy... Lo siento.-

Rompí a llorar cuando corté la llamada y los brazos de Sabrina me envolvieron por detrás, dándome un refugio. Justo ella fue la encargada de consolarme aquella noche.

-Está todo bien, Gabriel. Todo estará bien.-

-Abrázame fuerte, por favor.-

No sé cuándo me dormí pero tardé en hacerlo, los recuerdos pasaban por mi mente y me rompía el alma como el día que sucedieron. Mi amigo y su última mirada había quedado grabado en mis retinas.

La mañana y mi despertador se encargaron de despertarme, me sentía agotado y mis ojos seguían hinchados.

Odiaba recordar aquello, porque siempre ocurría lo mismo, no iba a superarlo jamás.

Trabajé todo el día y no pasé por alto que Alicia no se había presentado a trabajar, mi ego sospechó por un instante que podría tratarse de mi que así fuera, pero recordé que no éramos adolescentes para darle tanta importancia a algo así, y me relajé. Quizás se tratase simplemente de algún malestar.

Mi móvil vibró y casi cae de mis manos cuando vi la notificación en la pantalla.

Azul.

"-He venido a ver a mi padre, si estás libre quizás podamos vernos.-"

Lo tomé con fuerza y me paralicé, ella estaba allí. En la oficina.

Me gire observando todo en detalle, y poniendo especial cuidado en todas las personas, el ascensor pitó anunciando que estaba a punto de abrir las puertas y atiné a meterme en la oficina de uno de los abogados.

Mantuve la puerta semiabierta y la vi salir del ascensor, su cabello oscuro barría sus hombros mientras se ponía en marcha con paso firme y seguro hacia la oficina de Carlos.

Me sentí un imbécil allí escondido, pero era lo único que él me había pedido, ella no debía enterarse de que yo trabajaba allí.

Había estado huyendo de esa pregunta cuando ella la hacía en nuestras charlas y hasta ahora no había tenido que mentirle pero era cuestión de tiempo.

Azul abrió la puerta de la oficina de su padre y extendió los brazos dándole a su padre la sorpresa. Él saltó de su sillón y corrió a abrazarla justo cuando la puerta volvió a cerrarse. Corrí al ascensor y lo llamé, con la esperanza de que se abriera rápido para evitar las escaleras, pero no hubo caso. Ya se encontraba en el piso de abajo, busqué las escaleras y las bajé lo más rápido posible, tenía que alejarme de allí, al menos un poco.

Mi móvil vibró y el mensaje de aviso de Carlos me llegó.

"-Azul vino de sorpresa, ten cuidado.-"

"-Gracias, ya me fui.-"

Llegué a mi departamento y me llamó la atención que Sabrina no estuviera allí, me senté en el sillón y respondí al mensaje de Azul.

"-Justo tengo la tarde libre, ¿a las 3 en la confitería de la plaza?.-"

"-Puedo ir a tu piso si quieres.-"

Recordé la última vez que estuvimos solos y me puse nervioso. Aquello no podía volver a pasar.

-La confitería es mejor idea.-

Respondió con un "ok" y me puse en marcha. Ya habia tomado una ducha esa manana pero no me senti del todo presentable para verla, asi que tomé otra y me afeité con extremo cuidado de no cortarme. Mi cabello no tenía mucho arreglo, así que lo dejé así, solía llevarlo bastante corto pero habían pasado varias semanas desde el último corte.

Odiaba sentirme así de nervioso, y la tensión comenzaba a acumularse en mi estómago.

Llegué a la confitería y elegí la mesa más alejada del resto de la gente.

Tomé asiento y pedí un Cappuccino.

La puerta se abrió apenas pasadas las 3 y ella apareció. Miró alrededor buscando, buscándome.

Pensé en mover mi mano para que me viera pero me había quedado embobado ante semejante mujer. Su ropa se ajustaba a su cuerpo y dejaba saber con certeza que sus curvas podían llevar a la locura a cualquier hombre. Y allí estaba yo, haciendo lo posible para que mi mandíbula no se descolocara.

Era hermosa, demasiado.

Sus ojos se clavaron en los míos y me sentí flojo, sus pestañas se movieron de forma coqueta y sonrió mordiendo su labio inferior.

Uf, mierda.

El corazón golpeaba con fuerza y me volví el ser más religioso, necesitaba que Dios me ayudara a tener una conversación racional con ella.

No sé bien cómo se dieron las cosas pero de un momento a otro ella tomó asiento frente a mí y miró alrededor.

-Siempre me gusto este lugar.-

Siempre me gustaste tú...

Mi cerebro comenzaba a fallar.

-Está muy bueno, y hacen café bastante decente.-

Ella sonrió y miró a la mesera que con una sonrisa cálida aguardaba el pedido.

-Tomaré un Cappuccino también, gracias.-

Sonrió con amabilidad y me sentí débil. Había cambiado mucho, lucía muy segura de sí misma, casi impenetrable, lejana, pero amable.

-¿Cómo estás?. Anoche te escuché mal, y me quedé preocupada.-

Me sorprendió su pregunta mientras la observaba en detalle.

El recuerdo de nuestra charla cruzó mi mente cambiando mi estado de ánimo.

-Estaré bien, siento que me hayas oído así. No quería hacer un drama.-

Estiró su mano en un acto reflejo y se detuvo a pocos centímetros de la mía, me quedé quieto y mi corazón dio un salto. Ella cerró su mano en un puño y la alejó nuevamente.

-No te preocupes, llorar a veces hace bien. Me alegro de verte bien.-

Recibió su Cappuccino y miró la taza concentrada mientras vertía el azúcar y revolvía desapareciendo el dibujo de corazón que allí había.

Una idea cruzó mi mente y la dije casi sin pensar.

-¿Has venido a verme a mi?.-

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Suéñame despierta.(Completa ✔️) (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora