Capítulo 4

1.2K 215 17
                                    


Salí por la puerta con las manos llenas de los libros y papeles que me había dado el director, y me adentré en los pasillos con jóvenes yendo y viniendo en todas direcciones. Todos hacían silencio al pasar junto a ellos y se ponían a murmurar cuando me alejaba, mi seguridad se hizo enorme y caminé como si no existieran.

No era que me desagradara recibir atencion, al contrario.

Estaba sumergido en mi propio mundo cuando un grito llamó mi atención, y me giré instintivamente a mirar.

Alguien corría hacia mi, y no parecía dispuesta a detenerse. Liberé mis manos dejando caer los papeles, y tomé lo que luego descubrí, se trataba de una chica.

Me envolvió con sus piernas y no pesaba casi nada, sus brazos se cerraron alrededor de mi cuello, y llevé mis manos a sus piernas.

Mi cuerpo seguía actuando por instinto, nada de aquello tenia la más mínima lógica en mi cerebro.

Se alejó un poco y me miró a los ojos.

-Rojo, no esperaba verte.-

Sus ojos brillaban emocionados y se percibía fácilmente la felicidad en ellos.

-¿Rojo?.-

Apreté su piel con mis dedos, aprovechando la oportunidad.

Siempre me gustaron las chicas que sabían lo que querían y corrían a buscarlo.

Se movió contra mí, y aunque me gustaba, no era el mejor día, ni el lugar.

Acaricié su pierna hasta donde unos shorts ajustados me lo permitieron, y llevé mis manos hacia su rodilla, deleitándome con la suavidad de su piel.

-Si hubiese sabido que me recibirían así, hubiese venido mucho tiempo antes.-

-Suéltame.-

Su voz y su actitud mutaron de golpe, sonaba firme, pero insegura.

Quería seguir jugando.

Esa chica sí que tenía agallas. Frente a todo el instituto.

-Tu subiste, ¿y ahora nos sabes bajar?.-

Seguí acariciando su pierna y sentí su piel volverse de gallina, hizo un movimiento brusco y se bajó de mí, alejándose algunos pasos, mirándome con el entrecejo fruncido.

Busqué mis cosas del suelo y me detuve un momento para verla desde abajo, aquellas piernas eran las mismas que había visto en la entrada, hacia un par minutos.

Se redondeaban de tal forma que eran sensuales, a pesar de estar en una pose de lo más corriente, aun así resultaban atractivas.

Provocaban sin necesidad de proponérselo.

Vi su rostro y era pequeño, delicado, con el cabello revuelto y la expresión de contrariedad.

Estaba actuando muy bien o muy mal, ella había buscado que la tocara y ahora parecía una monja frente al diablo.

Me puse de pie y me incliné, le hablé en un susurro para que solo ella pudiera oírme.

-Mi nombre es Gabriel.-

No respondió, solo me miró como si fuera un fantasma, hasta que su amiga la tomó del brazo, obligándola a alejarse de mí.

La vi irse, con el vestido mostrando poco más de lo necesario, y sus piernas me hicieron morderme el labio con fuerza, intercambié una mirada con unos chicos que estaban ahí, y nos entendimos.

Esa chica estaba buenísima.

Busqué mi taquilla y dejé los papeles, caminé al aseo justo cuando sonó el timbre y los chicos desaparecieron de los pasillos, dejando lugar a la calma.

Suéñame despierta.(Completa ✔️) (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora