capítulo 37

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Los días pasaron rápidamente y por fin había llegado el fin de semana. En un principio me había preocupado el hecho de que Hyungmin llamó a Jungwon papi pero resultó que simplemente lo confundió con Sunoo al mirarlo por el rabillo del ojo, sumándole que estaba preocupado por mí, recordando que su padre me consolaba cuando lloraba. No volvió a llamar a Jungwon papi después de eso.

Temprano en la mañana fui a dejar a Hyungmin con mi madre para que lo cuidara mientras iba a hacer las compras navideñas. Jungwon al enterarse de mi plan se ofreció a acompañarme y acepté, tenía que comprar muchos regalos y yo sola no iba a poder cargarlos. Llegamos al centro comercial y saqué la lista que había escrito con lo que le regalaría a cada uno de mis familiares, era bastante larga y variada, por lo que daría un buen recorrido por el lugar.

— ¿Qué es lo que vas a comprar primero?—Jungwon preguntó dándole una mirada a mi lista.

— Los regalos para mis primos y mis hermanos...—dije leyendo la lista.

— Es cierto, el pequeño Minjae, ¿cuántos años tiene ya?—comenzamos a caminar por la primera planta del centro comercial.

— Ya casi tiene trece, los cumple en enero.

— Wow, qué loco... ¿Qué le vas a regalar?

— Una consola de videojuegos, lleva meses pidiéndola pero sus padres no se la quieren dar porque según ellos se hará adicto a los juegos.—entremos a la tienda de videojuegos. Compré la consola para mi hermano y también compré varios juegos para mis primos Byeonghee y Kangmin, los cuales eran fanáticos de esas cosas. Bueno, si pensaba en ellos entendía porqué mi padre no quería que mi hermano tuviera una consola.

Salimos de la tienda y nos pasamos a una tienda de cosméticos, mi prima Minji era maquilladora así que le serviría mucho tener cosas nuevas. Fuimos a otra tienda donde vendían figuras de cerámica y cosas parecidas, supuse que al llegar a cierta edad era normal que te comenzaran a gustar ese tipo de cosas, porque a mi abuela, a mi madre, a mi tía y a mi suegra les encantaba coleccionar esas figuritas de cerámica y tenerlas de decoración por toda su casa.

Estaba mirando un juego de dos elefantes de porcelana con flores y sin querer terminé viendo hacia el exterior de la tienda, frente a ésta estaba el restaurante donde Jungwon y yo habíamos tenido nuestra primera cita, se veía diferente pero el letrero con el nombre seguía siendo el mismo. Muchos recuerdos vinieron a mi mente y miré a Jungwon, el cual estaba mirando unas tazas de té. No lo había notado pero se había puesto mucho más guapo en esos dos años, su rostro había madurado y los rasgos infantiles que tenía se habían ido, dando lugar a un rostro más masculino.

— ¿Qué pasa?—se giró hacia mí y aparté la mirada algo avergonzada.

— Iré a pagar esto y luego vayamos a dejar las bolsas al auto para seguir con las compras.—le dije dándole la espalda.

— Está bien.



(...)



— Wow, ¿pues cuántos familiares tienes?—Jungwon preguntó asombrado viendo como la cajuela y el asiento trasero del auto estaban llenos de regalos.

— Muchos, tengo ocho primos, cinco tíos más sus parejas... Y deberían ser más pero a Bada y Jinah no les suelo regalar nada.

— ¿Por qué no?—se abrochó el cinturón de seguridad.

— Porque son unas malditas.—me encogí de hombros.— Sólo le regalo al hijo de Bada.

— ¿Tu prima tiene un hijo?—comenzó a conducir.

— Sí... Se embarazó de un tipo molesto llamado Jake, creyó que se casaría con ella pero el imbécil simplemente la mandó al demonio, se graduó y volvió a Australia... Bada tuvo que dejar la universidad ya que nadie en la familia la apoyó, ni siquiera sus padres.—suspiré, Bada la había pasado mal pero cuando le ofrecí ayuda me escupió en la cara diciendo que no me metiera en sus asuntos.

— Diría que el tipo ese es un maldito pero no tengo cara para decirlo, no soy mucho mejor que él...—murmuró y noté que estaba apretando con fuerza el volante.

— Bueno, tampoco fue tan malo porque tenía a Sunoo a mi lado.—susurré para mí misma y miré por la ventana.

Ya no volvimos a hablar en todo el camino hasta llegar a nuestro edificio. Me ayudó a subir las bolsas y le invité una taza de chocolate caliente como agradecimiento.

— Mmm, qué rico es tomar chocolate caliente cuando está haciendo frío.—le dio un trago a su taza de chocolate.— ¿Tú no vas a tomar?

— No, no soy muy fan.—dije subiendo las piernas al sillón y coloqué un cojín debajo de mis pies para tenerlos levantados. Haber caminado por horas había hecho que me dolieran los pies y se me hincharan más de lo normal. Había escogido los peores zapatos para usar ese día.

— Tus pies están hinchados.—Jungwon dejó su taza en la mesa de centro y me miró.

— Sí, tal vez debí tomar un descanso mientras hacíamos las compras.

— ¿Quieres que te dé un masaje?—me sorprendí por su pregunta y negué con la cabeza.

— No, gracias, con mantener las piernas alzadas es más que suficiente.—se levantó acercándose a mí.— Dije que no, Jungwon.

— Es sólo un masaje, te hará sentir mejor.—dijo mirándome a los ojos, sentándose en el espacio que quedaba en el sillón y tomó mis pies comenzando a masajear lentamente. Iba a quejarme pero en verdad se sentía bien, cerré los ojos dejando que siguiera con el masaje.

En un punto comencé a quedarme dormida pero mis sentidos se pusieron en alerta cuando sentí que subía las manos por mis piernas.

— ¿Qué demonios estás haciendo?—intenté quitar los pies.

— También tienes las piernas hinchadas, ¿es normal?—habló sin mirarme mientras seguía masajeando desde mis pies hasta mi pantorrilla, luego levantó la mirada hacia mí pero había algo extraño en ella.— ¿Por qué te alteras tanto porque te esté masajeando las piernas? ¿Acaso te pone nerviosa que esté tan cerca de...?

Los dos nos sobresaltamos cuando se escuchó un fuerte golpe en la puerta, Jungwon resopló yendo a ver quien era y yo me acomodé en el sillón, tocándome el pecho. ¿Qué demonios estaba tratando de hacer ese idiota?

— Youngmin...—me llamó y lo miré, su rostro estaba pálido.— No hay nadie afuera...

— ¿Cómo que no hay nadie?

— ¡No había nadie cuando abrí! Viste que me levanté rápido, hubiera alcanzado a ver a alguien yendo a las escaleras o subiéndose al ascensor pero no había nadie.—se notaba muy alterado. Solté una risa.

— No me digas que crees que fue un fantasma.—sus ojos se abrieron en grande.

— ¿Y si fue...? ¡Lo siento, hermano, prometo no volver a tocarla con intenciones malas!—juntó las manos y se puso de rodillas comenzando a rezar. Me molestó que insinuara que Sunoo era un fantasma.

— Deja de decir tonterías y mejor vete a tu departamento, tengo que ir por Hyungmin.—dije irritada y me levanté para ir a ponerme los zapatos.

¿Un fantasma? Qué estupidez.

The Night Of Passion | Jungwon YangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora