Capítulo 3 🖤

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Amara

—Sí joder, lo tengo claro. ¿Qué se supone que haga?
Mi amor, ¿cómo te lo digo? ¡Sabes perfectamente que al cliente solo le gustará como la solicitó! Además, el jefe no me dejará hacerlo a mí, probablemente perdamos a ese cliente si yo lo hago.

Estoy tan adormilada que no entiendo lo que estoy escuchando.

Salgo del agarre de Adam al escuchar la voz de Dadi. Suena... ¿Preocupada? ¿Enfadada?

Abro sigilosamente la puerta de la habitación para poder escuchar mejor la conversación.

— ¡No! Por Dios, ¿tanto te cuesta darle otra "asesora" a ese señor? ¡No se me es posible, carajo, entiende eso de una buena vez!

Quiero salir y preguntarle qué sucede, pero simplemente me quedo aquí, como una espía. Ella sigue murmurando cosas que no logro comprender ya que no me sé el contexto de esa discusión.

Sin más, observo la luz que entra por un ventanal, a juzgar por esta misma, se ve que aún es temprano, calculando, las 6 o 7 a.m. como máximo.

—Genial, luego no digas que por qué no le doy rebajas a mis clientes ni porque salen insatisfechos—. Colgó, mofándose.

Antes de que logre encerrarme de nuevo, ella logra verme. Demonios.

—Amara, ya te vi.

— ¿Ah?— Doy un bostezo fingido—. Buenos días, ¿Qué pasa?

Hace una mueca como si supiera que la estuve escuchando. Para mi buena suerte, no dice nada más acerca del tema, de modo que solo nos damos los buenos días y caminamos hasta la cocina por una pastilla para el dolor de cabeza tan fuerte que tenemos.

Aunque, a juzgar por el aspecto de Dadi, ella se ve peor que yo.

— ¿Cómo te sientes?— Me da una pastilla y yo sirvo los vasos con agua.

—La verdad nada más con un poco de dolor de cabeza y sed, mucha sed.

—Todo valió la pena anoche, cuando le estrellaste esa copa en la cabeza a Larissa.

—Sobre eso Dadi... siento mucho todo lo que sucedió con Tamara. No sé cómo se enteró de ya sabes...

—No te preocupes, tampoco es que sea tan secreto aquello. Yo me siento bien, gano dinero y eso es lo que importa.

Me paso la pastilla con un poco de agua y Dadi solo me observa por esos cortos segundos.

—En tal caso, ella me debería una disculpa a mí, no tú, Amara. Todo está bien, en serio.

—Entonces, ¿No estás enfadada conmigo?

—No estoy enfadada contigo.

Ella suelta un suspiro y nos quedamos en completo silencio allí.

— ¿Todo en orden? Sonabas preocupada en esa llamada—. Sí, lo siento, no pude evitar preguntar.

Suelta una pequeña risita antes de hablar.

—Tengo un problema—. Da un gran suspiro—, algo relacionado con mi trabajo.

Me quedo callada unos segundos, yo sé en qué trabaja Dadi. Me gustaría ayudarle, y créanme que lo hago, pero solo puedo hacerlo hasta cierto punto.

Dadi es una proxeneta. Y sí, antes de eso ella fue una prostituta. Pero eso no quiere decir que al ser proxeneta no tenga otro superior a ella, no, claro que no. Sí, me duele verla en esa circunstancia, pero no puedo llegar y decirle: "¡Hola Bonita! ¿Cómo te va la vida? Bueno, fíjate que quiero que dejes tú... ¿trabajo? Y ya. Solo déjalo."

Secreto prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora