Amara
— ¿Aun tienes ganas de que nos vayamos ya? — Pregunta Adonis una vez bajamos de donde estábamos.
—No—, murmuro desviando la mirada—. Gracias.
— ¿De qué?
—Por darle un tiro en la cabeza—, me encojo de hombros.
— ¿No te asusta?
— ¿Debería? Se supone que si voy a ser tu mujer estaré acostumbrada a todo esto. Además, se lo merecía.
— ¡Mi niño! — Llega Hera a nosotros acompañada de un hombre muy parecido a Adonis. Intenta darle un abrazo a mi prometido pero él lo evita. Hera lo mira mal pero no dice nada.
— ¡Oh! ¿Y supongo que ella es tu hermosa prometida, hijo?
—Sí, la misma con la que habló ahorita y le pregunto que como había conocido a su hijo—, respondo con una sonrisa en mi rostro.
— ¿La estabas interrogando, madre?
— ¿Qué? Obvio no, solo la estaba conociendo un poco mejor. No veo la hora de que se casen, obviamente yo ayudaré con los preparativos de la novia, hijo mío. Por cierto, ¿Cuándo se casarán?
—Pasado mañana.
— ¿¡Que!? — Grita sorprendida. Lo miro incrédula; ¿no es muy pronto? — ¿Por qué tan rápido? — Se alisa su vestido.
— ¿Y por qué no? ¿Te incomoda o cómo?
—Adonis—, escucho por primera vez al que supongo que es su padre.
— ¿Qué?
—Es tu madre, responde bien— ordena.
Adonis mira un poco mal a su padre; la tensión se siente. Parece que no se llevan muy bien que digamos.
— ¿Me puedes acompañar por unos aperitivos? Tengo hambre—, le pido a Adonis porque se nota en su cara que no quiere alargar esta conversación.
—Vamos, adelantemos la cena; empiezan a servir en 20 minutos—, toma mi brazo y nos alejamos de los señores Vasileiou.
Adonis pide que sirvan de una vez y tomamos asiento en una de las mesas; la más grande, para ser precisa.
— ¿No crees que dos días es muy pronto? — Pone su total atención en mi— o sea, no es porque no quiera, es porque no tenemos salón, ni mi vestido, ni nada. Y si quiero una boda la quiero a lo grande, no quiero nada simple.
Tal vez si le digo eso se arrepiente, ¿no?
—Por eso no hay problema, Amara— habla suavemente—. Mañana mismo te levantas temprano y compras lo que quieras. El salón, los arreglos, tu vestido, el de tus damas, como quieras. Solo pídelo y haré que al día siguiente ya este todo como lo desees.
—No saldrá económico si me dices que todo estará como lo desee—, continúo.
—El dinero me sobra. No sigas con el tema, Amara. Te dije que todo será como desees, no con cierto presupuesto.
La cena se me hace eterna. Como un poco nada más y cuando sirven el postre solo me dedico a escuchar la conversación de las otras personas. No presto mayor atención hasta que se toca ese tema.
—Y, ¿Cuándo darás herederos, Amara? — Me ahogo con el pedazo de pastel que he llevado a mi boca.
Hera sigue esperando por mi respuesta.
— ¿H-herederos? — Es lo único que sale de mi boca.
—Sí, herederos. Necesitamos más integrantes en esta familia.
ESTÁS LEYENDO
Secreto prohibido
RomansaAmara Brown siempre ha creído o bueno, se ha tratado de convencer de que su vida es perfecta. A sus 20 años, lo único que piensa es en terminar su carrera universitaria y seguir en su burbuja de: "Tengo una vida perfecta". Pero... ¡Oh sorpresa! Amar...