Capítulo 32🖤

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Amara

Siento una rara presión en mi vientre... abro los ojos de golpe, pero es mala idea ya que me da un poco de mareo. Cuando logro enfocar todo a mi alrededor, miro a Damián, que se encuentra sentado en un puf, en la orilla de la cama.

Por un momento todo está en blanco en mi cabeza, pero después... mierda, Ángel, Adonis... ¡Las balas resonando!

Reparo de pies a cabezas a Damián, rezando para que no le haya pasado nada y este completo.

―Estoy bien― dice aun con los ojos cerrados, sorprendiéndome.

― ¿Cómo...?

―Tu respiración cambió cuando despertaste― abre sus ojos, dejándome ver ese gris que últimamente me vuelve loca― he estado pendiente de ti toda la puta noche.

Noche... ¡Rebecca!

― ¿Dónde está mi amiga? ¿Qué hora es? ¿Acaso ya ha llegado?

―Está por llegar aquí, ordene que la trajeran como lo pediste, Amara. Ya casi son las 6 de la mañana.

―Mis hermanos... Sonny, ¿todos están bien?

―Si, Amara. Todos están bien― me observa por un instante, directamente a los ojos― ¿En que estabas pensando?

― ¿A qué te refieres?

― ¿Eres consciente de que pudiste haber muerto?

―Bueno... trabajo para ti y no puedo hacer de vista gorda si estas en peligro― digo esto, tratando de creerme yo misma la excusa, pero la verdad es que me hubiera atravesado y hubiera recibido esa bala incluso si no trabajara para él. Porque lo admito, lo hice por algo más que "laboral".

―Me importa una mierda. No lo vuelvas a hacer, ¿entendido?

―No te puedo asegurar nada― toso un poco y Damián me pasa un vaso con agua, agradezco ya que estoy seca.

―Hablo en serio. No quiero que vuelva a suceder esto.

―No veo el problema― le devuelvo el vaso― "Pude haber muerto" si, pero no fue así, aquí estoy. No exageres― le resto importancia, aunque por dentro estoy maldiciendo porque sí que me duele.

― ¿Te parece poco la herida de bala que tienes?

Ruedo los ojos, levantándome cuidadosamente de la cama cuando escucho la puerta principal abrirse. Estoy segura que es Rebecca, así que, ignorando los regaños de Damián y mi dolor, me dirijo hacia allí.

Ángel se nos adelantó. Y si, efectivamente es mi amiga, unos guardias vienen detrás de ella. Noto como su mirada está perdida, como ese hermoso vestido que trae puesto está cubierto de sangre, y es hasta ahora que caigo en cuenta de que solo tengo puesta una bata.

Trato de hablar, pero no encuentro las palabras adecuadas. Rebecca se pone pálida, (más de lo que es). Trato de apresurarme hacia ella cuando se desvanece lentamente, pero Ángel me gana.

Y antes de que ella caiga al suelo, él ya la tiene sujeta en sus brazos. ¿Por qué todos estos hombres son tan malditamente altos? Mi amiga se ve jodidamente pequeña al lado de Ángel.

―No corras, no acabas de rasparte la rodilla― sermonea Damián cuando llego hasta Rebecca, pero Ángel no hace el amago de querer soltarla.

―Está bien, la tengo― asegura mientras caminamos al sofá más cercano. Se me escapa un leve quejido cuando me siento.

―Joder, deberías de estar en la maldita cama, Amara.

―Damián, estoy bien, en serio― aseguro mientras no dejo de mirar a mi amiga. Aun en el sofá, Ángel no la suelta, la recuesta contra su pecho. Su mirada es penetrante mientras la observa. Algo... ¿Cómo se supone que debo describir eso?

Secreto prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora