Solo tú y yo (Draco Malfoy) [Parte 2]

La voz-16

El tiempo seguía pasando, y mi aburrimiento y cansancio aumentaba a su vez.

—Jane...

—¿Profesor? —Me giré para mirarle, seguía escribiendo.

—¿Qué ocurre, Potter? —Me preguntó Snape sin levantar la cabeza. Fruncí el ceño.

—¿No me ha llamado usted?

—No he hablado hasta que usted lo ha hecho, Potter. —Dijo levantando la vista pero no la cabeza.

Fruncí el ceño aún más, confundida. Quizá el cansancio me estaba pasando factura.

—Tráemelo...

—¿Cómo dice?

—Potter, no estoy hablando. —Snape seguía mirándome. Juraría que esa vez sí me había hablado alguien.

Traté de seguir a lo mío, pero la voz fue acompañada de un leve dolor de cabeza.

—Jane, tráemelo...

Me llevé una mano a la cabeza para tratar de calmar el dolor, por suerte se fue rápidamente. Debí asustar a Snape, se había incorporado del todo para verme bien.

—¿Se encuentra mal, Potter? —Preguntó con cautela. Tragué saliva, solo me quedaba que me tachasen de loca.

—No, solo... debo estar cansada.

Snape no pareció creérselo, pero no insistió, lo que si hizo fue dejar de escribir y levantarse de su mesa para dirigirse a donde estaba yo.

—Le ayudaré para que pueda regresar a su habitación y pueda descansar. —Asentí.

No volví a escuchar nada mientras terminada de ordenar con Snape. Pero cuando regresaba a mi sala común aquella voz regresó.

—Jane...

Aquella vez parecía una canción, pero para nada una bonita. Cantaba mi nombre con un tono tenebroso.

—Tráemelo.

En la sala de pociones parecía una petición, en ese momento pareció volverse una orden.

—Serás feliz... Él tiene la culpa... Él es el culpable...

Decidí ignorarla voz, tenía que ser el cansancio, seguro, nadie escucha voces en su cabeza. No estaba loca, o eso quería pensar.

—Tráemelo. Tú no tienes culpa... es suya.

Corrí a mi sala común cada vez más asustada.

Con el pulso a mil, y no por correr, entré en la sala común de Slytherin. Ya era muy tarde, no me extrañó que no hubiese nadie.

Me senté en uno en los sofás y contemplé el fuego de la chimenea para tratar de calmarme, pero eso solo hizo que la voz regresase.

—Jane...

Dejé de mirar el fuego. La última opción que me quedaba era irme a dormir con la esperanza de poder escapar de la voz, aunque fuese en mis sueños.