Tras un verano sin noticias de sus amigos o de Draco, Jane se desilusiona, pero sigue queriendo ir a Hogwarts para su segundo año y conocer la razón por la que nadie le había escrito. Sus dudas se solucionan antes del inicio del curso con la aparici...
—Aquí están. —Dijo entregándome ambas. Eran dos fotos idénticas que se repetían en bucle una y otra vez: Draco y yo sonriendo a la cámara y luego el robándome un beso. Me sonrojé al vernos. Le entregué su foto con una sonrisa estúpida en la cara. —¿A dónde se han ido esos dos? —Preguntó al darse cuenta de la falta de sus dos amigos.
—En la enfermería. —Mentí. —Crabbe ya dijo que le dolía el estómago. —Draco asintió recordando el comentario de Ron.
Luego me agarró de la mano con una naturaleza que hizo que todas las partes de mi cuerpo se ruborizasen, él me volvió a sonreír y se quedó mirándome durante unos segundos, no me decía nada, solo me observaba, yo podía sentir como con su mirada era capaz de entrar en lo más profundo de mi ser y alterarlo por completo.
—¿Qué? —Le pregunté con una risa nerviosa, él me ponía así de nerviosa.
—Me gusta tu pelo. —Dijo soltándome la mano. Yo seguía sonriendo como una tonta.
—Y a mí el tuyo —le respondí —. Deberías dejar de usar tanta gomina, hace que pierdas tu encanto. —Me sonrió por ultima vez, miró su foto y se fue.
Me quedé asombrada al ver todo lo que era capaz de hacerme sentir con algo tan simple como agarrarme la mano o solamente mirarme. Odiaba todo lo que me hacía sentir, odiaba no saber si él sentía lo mismo, odiaba ser su amiga.
Seguía ahí, de pie, como una idiota, cuando Astoria entró desde el pasillo que conducía a nuestras habitaciones.
—¿Te pasa algo? —Me preguntó al verme. Debía de parecer raro que estuviese yo sola ahí, de pie, mirando hacia donde se había ido Draco.
—Demasiadas cosas. —Suspiré sentándome en uno de los sofás.
—¿Malfoy? —Me preguntó, aunque por cómo lo decía sabía que no esperaba a una respuesta, ya la sabía. —¿Vas a admitir ya que te gusta?
Suspiré. Pensé en responderle, pero no tenía respuesta, ¿y si estaba confundida? Quizá no me gustaba O peor, quizá sí me gustaba
—Cuando estuvimos jugando al estúpido juego de mi hermana —empezó a decir —, sabía que elegirías casarte con Draco.
—Es solo un juego, son casos hipotéticos, tampoco voy a pegar a Lockhart, por mucho que quiera.
—En algún momento tendrás que aclarar tu mente, Jane. —Me advirtió.
—¿Desde cuando eres tan... así? —Le pregunté entre divertida y pensativa. Ella sonrió con superioridad.
—Ventajas de ser la hermana lista, mientras Daphne decide divertirse yo observo a la gente, al analizo, y a ti ya te tengo más que vista. —Aunque bromeaba sabía que era muy probable que eso fuese lo que hiciese.
—¿Por qué no haces amigos? —Le pregunté. Era evidente que esa pregunta no la había visto venir. Sonreí satisfecha. Punto para mí.
—Tengo amigas, tú, Tracey.
—Si, pero nosotras empezamos siendo amigas de tu hermana, ¿por qué no haces tus propios amigos?
—Soy muy selectiva con mi grupo de amigos, sentíos afortunadas, Daphne también, que sea mi hermana no es suficiente motivo para que me caiga bien y aún así lo hace. —Se encogió de hombros, algo ocultaba en sus palabras, pero no iba a presionarla a decir algo que no quería.
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El trimestre se había retomado, pero Hermione no aparecía por las clases, se empezaron a crear rumores de que había sido atacada. Les pregunté a Harry y a Ron, pero ellos me dijeron que ella les había prohibido hablar de aquello con alguien.
Entonces solo me quedaba acudir a la única otra persona que podría saber que le había ocurrido, bueno, fantasma.
Cuando entré al baño, no recibí una buen bienvenida.
—No están aquí. —Me gritó Myrtle desde la otra punta del baño.
—No los busco a ellos, te busco a ti. —Eso pareció causarle curiosidad. —¿Qué le ha ocurrido a Hermione?
Myrtle bufó.
—No finjas que te importa.
—No finjo, me importa.
—Si ella te importase no la hubieses llamado de esa forma tan poco respetuosa, insultante. —Me reclamó.
—Me importa, pero a veces el orgullo me gana, el enfado me impedía dejarla con la última palabra, pero estar enfadado con alguien no te impide preocuparte por esa persona. —Myrtle parecía estar a punto de contármelo, pero luego se volvió a cerrar en banda.
—Todos los Slytherin sois iguales. —Me aseguró llena de enfado. —Os burláis de todos los que consideráis inferiores a vosotros. Los llamáis, feos, gordos, tontos... —se le quebró un poco la voz — sangre sucias...
En ese momento mi cabeza hizo click.
—¿Tú eres la chica que murió la última vez que se abrió la Cámara? —Myrtle frunció el ceño.
—¿Y eso que más te da?
—Por eso te molestó tanto que llamase sangre sucia a Hermione, eres una nacida de muggles.
—¿Y eso qué?
—No, nada, pero me ayuda a entenderte mejor.
—¿Y para qué te importaría entenderme? —Ya no parecía tan enfadada como antes, solo intrigada.
—Porque no odio a los hijos de muggles, no soy tan mala como se me juzga por ser de Slytherin, no todos los somos. Son solo prejuicios. Por eso me preocupo por Hermione. —Myrtle suspiró con aspereza.
—Se equivocó al añadir los pelos a la poción, no agarró pelos de aquella chica, Millicent Bullstrode, eran de su gato —entonces recordé al feo gato de Millicent que molestaba a Medianoche cada vez que intentaba jugar con él —, entonces le salieron orejas, y bigotes, y ojos de gatos. Debe estar en la enfermería hasta que se le pasen los efectos.
—Gracias. —Le dije con sinceridad. Luego salí del baño algo más tranquila.
Entonces me crucé con una chica de Ravenclaw algo extraña, me resultaba familiar, pero no recordaba de donde.
—Hola. —Me saludó con tono despreocupado y soñador.
—Hola. —Le saludé confundida.
—¿Has estado hablando con ella? —Me preguntó llena de curiosidad.
—¿Con quién? —Pregunté.
—Con Myrtle. Yo suelo ir a verla de vez en cuando, a veces le cuento dónde aparecían las zapatillas después de que los nargles las agarrasen.
—¿Nargles? —Pregunté muy confundida. Conocía a algunas criaturas mágicas, pero nunca había odio hablar de un nargle.
—Son criaturas que infestan los muérdagos y roban tus cosas y luego las devuelven de una forma extraña. —Me explicó muy convencida. —Myrtle no cree que existan, pero le gusta escucharme, no suele ir mucha gente a hablar con ella, o eso pensaba, ¿hablabas con ella? —Entonces recordé el punto inicial de la conversación.
—Sí, hablábamos de Hermione Granger, es una chica de Gryffindor.
—He odio hablar de ella. —Me respondió con el mismo tono con el que llevaba hablando todo el rato.
Se formó un silencio que sentí muy incómodo, aunque aquella chica parecía llevarlo con total calma y tranquilidad.
—Bueno, te dejo que hables con Myrtle, aunque debería ser interesante saber en qué lugares esconden los nargles las cosas, por si algún día me roban algo. Soy Jane Potter, por cierto. —Le dije antes de alejarme del todo.
—Lo sé, es difícil no saber quién eres. Yo me llamo Luna Lovegood. —Luego desapareció por la puerta del baño. Entonces caí de qué me sonaba aquella chica, había sido la última en haber sido seleccionada en una casa de la ceremonia de selección de ese año.