El libro misterioso-38

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—Te acompañaremos a la enfermería. —Dijo Daphne rodeándose los hombros con uno de mis brazos. —Tracey, ayúdame. —Ella hizo lo mismo.

—¿La enfermería? ¡No! ¿Para qué?

—Jane te acabas de desmayar. Tienes que ir a la enfermería, la señora Pomfrey te hará un chequeo. —Ambas me levantaron casi sin esfuerzo. Yo me resistía a que me llevasen.

—Daphne, en serio, estoy bien, será una bajada de azúcar. —Mentí.

—Es mejor salir de dudas. —Aseguró Tracey.

—Es muy tarde, ya iré mañana. —Las tres sabíamos que no iría.

Daphne y Tracey no parecían muy contentas, pero no les quedaba otra que resignarse.

Aquella noche seguí pensando en lo que había visto. ¿Había sido un viaje al pasado? Pero si hubiese sido eso me hubiesen visto, Harry también estaba allí y podía hablar con él. ¿Y Hagrid? ¿Riddle estaba en lo cierto y había abierto la Cámara de los Secretos? Se me hacía extraño pensar que Hagrid podría tener algo que ver, pero aquella araña... por los pelos casi no lo contamos ni Medianoche ni yo.

Casi como si hubiese sabido que estaba pensando en él saltó a mi cama y se colocó sobre mi pecho.

Me quedé un rato observándolo en silencio. Me transmitía la calma que necesitaba.

Hagrid me lo había regalado. Alguien que rescata a un gato no va por ahí petrificado a nadie, ¿no?

Al despertarme al día siguiente fui directa al Gran Comedor decidida a hablar con Harry

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Al despertarme al día siguiente fui directa al Gran Comedor decidida a hablar con Harry. Aunque nada más entrar, aparecieron Fred y George, como siempre.

—¡Eh, Jane! —Me llamaba Fred algo molesto mientas se acercaba, George le seguía por detrás mientras se reía de algo.

—No estoy para bromitas. —Les advertí.

—¿Puedes ser honesta? —Me preguntó Fred rodeándome por los hombros. Le miré arqueando una ceja, luego miré a George que seguía riéndose.

—¿Supongo? —Respondí dudosa.

—Supéralo, Fred. —Le dijo George poniéndole una mano en el hombro.

—¡Cállate! —Le ordenó Fred aún un poco molesto. —Jane, ¿quién es más guapo George o yo?

—Será una broma. —Dije indignada.

—Creo que nunca he sido más serio en toda mi vida. —Aseguró Fred. Teniendo en cuenta que era él, podía creérmelo perfectamente.

—Fred, ¡sois gemelos! ¡Sois literalmente idénticos! —Le dije zarandeándole.

—Ya... —continuó Fred —, ¿pero si tuvieses que decir uno? —Puse los ojos en blanco.

—De verdad... ¿Por qué me preguntas esto de todos modos?

—Me tiene envidia. —Dijo George triunfante.

—¡Eso es mentira! —Se defendió Fred.

—¿Por qué te tiene envidia? —Pregunté ignorando a Fred.

—Alguien me mandó ayer a uno de los enanos de Lockhart para felicitarme por San Valentín. Lleva desde entonces diciendo que habrá sido un error, que seguro que era para él, que él es el gemelo guapo... —Al final George no pudo aguantar la risa.

—¡Pero si sois gemelos! —Repetí alucinando.

—Siempre hay un gemelo guapo, ¿sabes? —Me dijo Fred. —De nosotros dos sé que yo soy el más guapo, pero no entiendo por qué yo no recibí ninguna.

—A veces no me creo que los mayores seáis vosotros y que la pequeña sea yo... —Reflexioné en voz alta. —Fred, a quién lo haya mandado le gusta George, no tú, es simple, y eso no tiene nada que ver con la belleza. —Le expliqué.

—Si, ella es un claro ejemplo, mira a Malfoy, es feísimo y aún así le gusta. —Golpeé a George tan fuerte como pude. Él mientras se reía de mí. Nuestra pelea hizo que Fred se relajase y decidiese pasar del tema, había encontrado algo mejor, burlarse de mí.

—¿Y cuántos poemas le mandaste tú, Jenny? —Me preguntó entre risas.

—Sois insoportables. —Les dije. —Os había dicho que tengo prisa.

—Pero si Malfoy aún no ha llegado, todavía no tenéis que daros el beso de buenos días. —Se burló George. Lo fulminé con la mirada.

—Te juro que... —Empecé a decir, pero en ese momento vi a Harry e ignoré a los gemelos para ir a hablar con él corriendo.

Él vio cómo me acercaba a él, probablemente sabía de qué quería hablar con él.

—¿Qué fue lo de anoche? —Él me ignoró. —Sé que sabes a lo que me refiero. —Le dije.

—Pues yo no sé a qué te refieres tú. —Me respondió, evidentemente, mintiendo.

—Harry, ¿qué pasó anoche? Tú estabas ahí.

—Jane no sé que estás diciendo.

—Harry, por favor. Esto puede ser serio, no una simple voz. Sé que viste aquello, y a Hagrid...

—¡Yo no vi nada! —Me gritó. —¡Pero adelante, ve y dile a Dumbledore lo que sabes! Seguro que te pone a ti otra medallita. —Me sorprendió aquel enfado repentino.

—Harry... —Le dijo Ron confundido tratando de calmarlo, o al menos hacer que se de cuenta de que estaba subiendo la voz.

—¿Pero tú de qué vas? —Le pregunté. —Harry, debemos hablar esto. Tú y yo. Dumbledore no ha visto lo que nosotros, debemos saber por qué...

—¡Toma! —Me lanzó un libro. —Ahí tienes tu razón. Pero déjanos esto a nosotros, Jane. —Pareció calmarse. —No te metas, por favor.

Con aquel libro negro en mis manos y enfadada por la reacción de Harry me alejé de ellos.

A mí nadie me decía lo que hacer, aunque fuese mi hermano. ¿Quería que no me metiese? Pues haría lo contrario.

Solo tú y yo (Draco Malfoy) [Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora