Parte 2

108 12 0
                                    

Dos noches después, Anahí estaba sirviendo copas en un bareto, junto a su amigo David.

El Mono Rojo era un local que solo abría el segundo y el último viernes de cada mes. Allí se daban unas fiestas multitudinarias, en las que la gente bebía, se descocaba, bailaba y se divertía hasta bien entrada la mañana.

Aquella noche el local estaba abarrotado, como siempre, y todos bailaban como descosidos. David acababa de servirles unos cócteles a un grupo de chicos y al ver que uno de ellos lo miraba más de la cuenta, se volvió hacia su amiga y cuchicheó:

—¿Me sigue mirando el rubio de ojos grises y camiseta a rayas?

Anahí echó un vistazo y respondió:

—Te está desnudando con la mirada.

Con un dramatismo digno de la grandiosa Bette Davis, David se volvió para observarlo. El joven lo llamó y él se acercó. Segundos después, el cliente se marchó y David fue hacia su amiga enseñándole un papel que llevaba en la mano.

—Su teléfono. ¡Menudo descarado el tío! Eso sí, yo le he dicho lo que nuestra reina de las telenovelas suele decir cuando se enfada: «Para mí eres como el treinta de febrero. ¡No existes!».

Ambos rieron y David, rompiendo el papel del teléfono, añadió:

—¡Yo no engaño a mi marido por nadie del mundo!

—¿Ni por Hugh Jackman? —rio ella.

—Por ese adonis, tenemos permiso los dos.

Anahí soltó una carcajada y él, mirándola, dijo:

—Menudas piernas te hacen esta falda.

Ella se las miró. Sabía que aquella falda le sentaba bien y contestó encantada:

—Cuando quieras la falda, ¡toda tuya!

—¡Perra!

Todavía sonriendo, Anahí se caló la gorra y se recogió el pelo. Se sentía cómoda sin su almibarado uniforme. Poder ir a trabajar vestida como quería era un lujazo que se daba cada vez que le tocaba ir a aquel local. Y esa noche había decidido lucir piernas. ¿Por qué no? Con su minifalda, su chaleco de cuero negro y sus botas, estaba sexy y divertida.

Mientras servían las copas, David y ella movían las caderas al son de la música que sonaba y de pronto, divertidos, se miraron y comenzaron a cantar Yo te enseñé, una canción de un grupo cubano llamado Gente de Zona.

Mami yo te enseñé cómo se ama

pero me dejaste solo,

sufriendo en mi cama.

Entre risas, bailaron un rato detrás de la barra. Lo bueno de aquel tipo de fiestas era que estaba permitido bailar, y ellos lo hicieron sin importarles quiénes los observaran.

—Ay, cachorra, esta canción me recuerda a mi cubano particular. ¡Cómo baila el jodío!

Entre risas, acabaron la canción y cuando otra comenzó, siguieron trabajando. La gente quería divertirse y ellos estaban allí para servir copas y facilitarles la vida a quienes se las pidieran.

—Camarera... —gritó un hombre.

Cuando Anahí lo miró, él le pidió cuatro Jack Daniel's.

Ella empezó a prepararlos y entonces oyó que añadía:

—Cincuenta dólares si te desabrochas un botón del chaleco.

Anahí miró al individuo, pero, sin ganas de jaleo, sonrió con cara de «¡Eres idiota!» y no dijo nada. En ese momento, otras personas llegaron junto al tipo, que rápidamente la olvidó.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora