Parte 10

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Los días pasaron y Anahí y Poncho no se volvieron a encontrar. Anselmo se marchó a Puerto Rico y, sin su padre en casa, la vida del joven compositor volvió a la rutina. Le encantaba su existencia serena y sosegada, que le permitía escribir sus canciones con total tranquilidad.

El martes, cuando Anahí salió de trabajar tras su turno de mañana en el restaurante, mientras esperaba el autobús se fijó en una mujer que iba con una niña y un niño. Parecían felices y eso la hizo sonreír. Cuando tenía la edad de aquellos niños, ella también era feliz con su madre y recordarla de pronto la entristeció.

Los niños estaban en el colegio y en casa solo estaba Maylo. Anahí buscó un CD antiguo que era de su madre y se lo puso. Sonó la voz de Barbra Streisand cantando The Way We Were, de la banda sonora de una preciosa película llamada Tal como éramos. Una película con la que acababa llorando cada vez que la veía.

Cogió al pequeño perro entre sus brazos y lo besó, mientras escuchaba aquella canción que hablaba de recuerdos que iluminaban los rincones de la mente y de imágenes dispersas y sonrisas que habían quedado en el olvido.

Escucharla era evocar a su madre, a su padre y a su hermano. Llevar los fantasmas de su pasado a su presente y convivir con ellos unos minutos. Solo mientras duraba la canción. Algo que se permitía de vez en cuando, en soledad, para no olvidar y rememorar otro tiempo de su vida, cuando había sido una niña feliz.

También pensó en Julio César, el padre de sus maravillosos gemelos. Su recuerdo le atenazó la garganta. Si había algo que temía era volver a encontrarse con él. Hasta el momento no había ocurrido y esperaba que nunca ocurriera, ni que supiera de la existencia de los niños. Solo imaginar que se los pudiera arrebatar hacía que se volviera loca.

Cuando la canción acabó, dejó a Maylo en el suelo y el perro se marchó a su cesto. Sacó el CD y lo guardó. Por el momento, se había acabado el recordar.

Dispuesta a no amargarse el día, decidió darse un baño de espuma para estar perfecta esa noche, que era la fiesta de aniversario de David y Manu. Lo necesitaba.

Mientras se llenaba la bañera, se encendió un par de velas aromáticas y, tras mirar de nuevo varios CDs de música, se decidió por uno relajante. Luis Miguel y sus boleros siempre la calmaban y cuando comenzó a sonar Sin ti, suspiró.

Cantándola, llegó hasta el cuarto de baño, donde se desnudó, cogió una caja metálica y la dejó en un lateral de la bañera. Sin perder el compás, a pesar de que su voz no era lo más prodigioso del mundo, se miró al espejo y se tocó la fea cicatriz del vientre. Los niños habían nacido con una cesárea de urgencia y los médicos no se habían andado con remilgos, por lo que la cicatriz era grande y fea. Algo de lo que siempre se avergonzaba cuando se acostaba con un hombre, y que prefería ocultar con la luz apagada. Tras suspirar y resignarse a llevar aquella marca toda su vida, se metió en la bañera mientras cantaba.

Sin ti,

es inútil vivir.

Como inútil será,

el quererte olvidar...

Cuando la canción acabó, comenzó Delirio, de nuevo con la preciosa voz de Luis Miguel y, cerrando los ojos, se relajó, mientras la música sonaba en toda la casa. Durante un rato disfrutó de aquella paz y luego abrió la caja metálica y sonrió al ver su pato masturbador.

Fue un regalo de su amiga Patricia un día que salieron juntas de compras. Entraron en un sex shop y después de que Patricia se comprase lo que había ido a buscar, a ella le regaló aquel pato vestido de diablo, resistente al agua y al que si se le tocaba la espalda vibraba.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora