Parte 26

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Pasaron diez días y Linda fue a Los Ángeles para despedirse de ellos antes de trasladarse a Minnesota.

Mientras estaba con Anahí, viendo a los niños jugar en la playa, dijo:

—Os voy a echar mucho de menos cuando esté en Minnesota.

Ella sonrió y, cogiéndole las manos, contestó:

—Y nosotros a ti, pero allí estarás acompañada por tu familia y no te sentirás tan sola como en Nevada. Y no te preocupes, que haré todo lo posible por ir a verte con los niños.

Linda asintió y, al ver la cadena de oro blanco que Anahí llevaba al cuello, susurró:

—George te quería como a una hija, y yo también; lo sabes, ¿verdad?

Anahí contestó emocionada:

—Vosotros sois mi familia y la de mis niños.

La mujer sonrió y, tras un cómodo silencio, preguntó:

—Estás muy delgada, Anahí, ¿te ocurre algo? —Ella negó con la cabeza y Linda añadió—: No me digas que es mal de amores. George me comentó que estabas saliendo con un hombre; ¿es por él?

—Se puede decir que sí —respondió Anahí—. Se llama Poncho, es el ser más maravilloso del mundo, pero todo es tan complicado entre él y yo que no creo que podamos estar juntos.

Linda le acarició el pelo con delicadeza y susurró:

—Si ese amor es especial, no se acabará. Es lo que te diría George.

Anahí sonrió y Linda le entregó un sobre y dijo:

—Esto es para ti y los niños. No es mucho, pero creo que te ayudará.

—No... no... no —lo rechazó ella—. No puedo aceptarlo.

—Cógelo, Anahí —insistió la mujer—. El dinero nunca está de más.

Con la gratitud pintada en el rostro, ella la abrazó. Tras la muerte de George, sabía que Linda se había quedado sin nada, así que le metió el sobre en el bolso y contestó:

—Ya me habéis dado mucho y lo último que quiero es dinero. Tu cariño y saber que siempre te tengo a mi lado es más que suficiente.

—Pero Anahí...

—Linda —insistió la joven—. Quiero tu cariño, no tu dinero. Por favor, entiéndelo y guárdatelo, que ahora tú lo vas a necesitar tanto como yo.

Finalmente, Linda desistió y, abrazándola, susurró:

—Te quiero, cabezota.

—Y yo a ti.

Al cabo de unos días, Linda se marchó. Su partida fue triste, pero ambas sabían que su conexión y el amor que se tenían duraría eternamente. Tres días después, la llamó desde Minnesota para decirle que ya estaba con sus hermanas.

Llegaron las vacaciones. Ahora que no había clases, los niños estaban en casa y Astrid, la niñera, comenzó a ir todas las mañanas cuando Anahí se marchaba. David dormía, después de trabajar por la noche, y Manuel tenía que ir a la peluquería.

Un domingo, cuando Anahí salió de trabajar del restaurante, se dirigió al taller de coches. Harry se había vuelto a estropear y la habían llamado para decirle que ya estaba reparado. Después de recogerlo, regresó a su casa, dispuesta a llevarse a los niños a la playa hasta que tuviera que marcharse a trabajar otra vez por la tarde.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora