Parte 8

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Anselmo fue a una elegante y exclusiva tienda de Rodeo Drive llamada Pretty Crazy. La tienda de su exnuera Tifany. Al entrar, varias clientas de lo más chic lo miraron y él, tras sonreírles, caminó con decisión hacia la trastienda. Allí, nada más entrar, oyó:

—¡Abuelo!

Encantado de la vida, el hombre abrió los brazos y recibió en ellos a Preciosa, su nieta, que ese día cumplía siete años y que era la viva imagen de la felicidad. Anselmo aún no se había sacado la espinita que llevaba en el corazón por no haberla tratado como merecía desde el día en que nació. El tonto de su hijo Omar había omitido decirle quién era la niña, pero, gracias a Dios, todo se había solucionado para bien.

La besó y le entregó un paquete envuelto en papel rosa.

—¡Felicidades, mi niña! —dijo.

Preciosa cogió el regalo, excitada.

—¡Gracias, abuelo! —exclamó, abrazándolo.

Cuando se separó de él, abrió el paquete y al ver una pulserita de oro con perlitas engarzadas, murmuró:

—Qué bonitaaaaaaaaaaa...

Anselmo se arrodilló ante ella y se la puso.

—Espero que cuando la mires te acuerdes de mí —dijo él y, acercándose, cuchicheó—: Tengo más regalos para ti, pero te los daré esta tarde en la fiesta.

La niña aplaudió emocionada y luego se apartó y preguntó:

—¿A que es cuqui mi top rosa, abuelo?

Anselmo sonrió. Sin duda ese «cuqui» era muy de su madre, Tifany, y contestó:

—Es precioso y tú estás muy... muy cuqui con él.

La chiquilla sonrió encantada y en ese momento, Tifany apareció ante ellos, hablando por teléfono.

—Que sí, que sí, que el vestido ha quedado ideal y te superencantará. Te espero esta tarde en la fiesta de Preciosa. Sí... sí... tráete a tu sobrina Melisa. Lo pasará bien.

Cuando colgó, se acercó a Anselmo y, tras abrazarlo con cariño, dijo:

—Esta camisa que llevas te hace muy guapo y estiloso.

—Mamá, mira lo que me ha regalado el abuelo.

Tifany contempló la pulsera que la niña le enseñaba y exclamó:

—Me superencantaaaaaaaaa, cariño, tu abuelo tiene muy buen gusto.

Él sonrió divertido. Nunca habría imaginado que terminaría cogiéndole tanto cariño a aquella rubia de palabrería rara y pija, pero el caso era que Tifany había sabido ganarse su corazón. Y, dando una palmada, dijo:

—Vamos, ¡es hora de comer!

Tras despedirse de sus empleados, la mujer cogió su bolso, se puso las gafas de sol y, mientras salían de la tienda, propuso:

—Hay un restaurante francés de lo más chic a la vuelta de la esquina.

Anselmo, que había levantado la mano para parar un taxi, comentó, tras guiñarle un ojo a su nieta:

—Preciosa y yo ya hemos decidido dónde queremos comer.

Tifany encogió los hombros divertida y, cuando su suegro le abrió la puerta con galantería, entró en el coche y se dejó llevar.

—¿Vamos a comer aquí? —preguntó cuando llegaron y se bajaron del taxi.

Abuelo y nieta asintieron.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora