Dos noches más tarde, Anahí fue a trabajar a El Mono Rojo.
Allí, como siempre, desconectó de su día a día ante la locura de los asistentes. Poder bailar mientras trabajaba la sacaba un poco de la rutina y, a las doce de la noche, cuando todos los camareros se subieron a la barra y comenzaron a repartir tequila, le pareció ver a Poncho entre los presentes. Aunque, en cuanto volvió a mirar, con aquella luz tan tenue no fue capaz de encontrarlo.
«Estoy alucinando», pensó, mientras seguía bailando y repartiendo licor.
Desde el otro lado de la sala, Poncho la observaba con gesto ceñudo. Odiaba que hubiera vuelto a trabajar en aquel local y más ver al jefe de seguridad, el tal Andrew, siempre tan cerca de ella. Todavía se ponía enfermo al recordar el beso que se dieron. Los celos le podían.
Sin duda, Anahí era una buena chica, pero la gente que estaba allí no se paraba a pensarlo y ella sonreía a todos los imbéciles que se acercaban a la barra a beber.
Verla reír y bailar con sus compañeros le rompía el corazón y le hacía pensar que debía olvidarla como ella lo había olvidado a él. Pero algo en su interior no lo dejaba y, cuando vio que un tipo la agarraba por la cintura y la bajaba de la barra contra su voluntad, salió como un cohete y, dando codazos, se acercó para quitárselo de encima.
Andrew también acudió y entre los dos consiguieron apartar al borracho de Anahí. Los compañeros de seguridad lo sacaron rápidamente del local y Andrew, al ver a Poncho parado detrás de ella, se dio la vuelta y se marchó. Allí sobraba.
Anahí, que aún no se había percatado de la presencia de Poncho, tras maldecir por lo que había pasado, se dio la vuelta para subirse de nuevo a la barra y se quedó sin palabras al verlo tan cerca de ella. Podía oler su colonia y, a pesar de la oscuridad del local en ese momento, le veía perfectamente la cara, con su incipiente barba y sus ojazos.
Durante unos segundos no se movieron. Solo se miraron a menos de un palmo, mientras la gente a su alrededor continuaba bailando, bebiendo y divirtiéndose.
Incapaz de alejarse de ella, Poncho dio un paso adelante y, tras pasarle un brazo por la cintura, la atrajo hacia él y la besó. Llevaba semanas anhelando aquella boca, aquellos labios, aquel sabor, y ahora que la tenía delante, no se pudo resistir.
Anahí, tan necesitada como él, al sentir sus suaves labios sobre los de ella, cerró los ojos y lo aceptó. Devoró su boca y, cuando la ansiedad la estaba volviendo loca, hizo algo que había visto muchas veces, pero que ella nunca había llevado a cabo. Cogió a Poncho de la mano, entregó la botella de tequila a otra chica y se lo llevó al aseo de mujeres.
Poncho no opuso resistencia y en el momento en que entraron y Anahí cerró la puerta de uno de los excusados, la cogió en volandas y la apoyó con cuidado contra la pared, mientras el olor de su piel le inundaba las fosas nasales, haciéndole perder la poca cordura que le quedaba.
Instantes después, le subió la falda con impaciencia y le arrancó las bragas de un tirón.
Su respiración se aceleró mientras la canción de Enrique Iglesias Bailando continuaba sonando. Ninguno de los dos iba a oponer la más mínima resistencia a lo que estaba a punto de ocurrir allí.
Excitada por la situación, a Anahí le importaron tres pepinos las bragas, que alguien pudiera oírlos o que su jefe la pudiera despedir. Necesitaba disfrutar de él y lo haría. Sin ningún tipo de vacilación, le desabrochó el botón del vaquero y le bajó la cremallera.
Poncho fue a decir algo, pero ella murmuró contra su boca:
—No lo pienses, ¡hazlo!
Dispuesto a seguir su consejo, sacó su duro pene del calzoncillo y, llevándolo hasta su húmeda vagina, con una rápida y certera estocada, la penetró. El chispazo que ambos sintieron los hizo gritar.
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Todo de mi (AyA Adaptación)
FanfictionPoncho Herrera es un guapo, adinerado y exitoso compositor de música puertorriqueño. No hay mujer que se le resista y que olvide con facilidad su mirada verde y leonina. Anahí es una joven que con apenas veinte años tuvo que hacerse cargo de su herm...