Parte 38

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Pasaron cuatro semanas y Omar regresó de Puerto Rico y volvió al trabajo con la misma pasión de siempre, pero teniendo algo muy claro: su vida personal y ciertos hábitos debían cambiar.

Esa mañana, Poncho estaba en su despacho de la discográfica cuando Omar llamó a la puerta y, al verlo, se levantó para abrazarlo. Tenía un aspecto estupendo.

—¿Ahora vas de hippie? —preguntó, señalándole el pelo.

Omar soltó una carcajada y contestó, mientras se desabrochaba la chaqueta para sentarse:

—No, simplemente me ha crecido y tengo que ir al peluquero.

Poncho sonrió y, tras interesarse por él, por su padre y por la Tata, su hermano dijo:

—Acabo de hablar con Rick.

Al oír ese nombre y recordar las veces que había importunado a Anahí, Poncho siseó:

—¿Ese cerdo?

Omar, que conocía a Rick y también a su hermano, preguntó:

—¿Qué ha ocurrido? ¿Qué ha pasado para que Rick no quiera trabajar contigo?

—Se propasó en varias ocasiones con Anahí y tuve que darle su merecido —respondió él.

Omar asintió. De Rick no le extrañaba nada y, tras pensarlo un momento, dijo:

—Mira, Poncho, entiendo lo que dices, pero sabes que Rick es una leyenda del blues y muchos cantantes se mueren por grabar con él. Mueve cientos de millones en la industria discográfica y...

—Me importa una mierda lo que mueva. Nosotros también movemos cientos de millones con otros artistas. No solo lo tenemos a él.

El tono de Poncho le hizo saber que no iba a conseguir nada con él, pero intentando pensar también en sus socios, que lo presionaban, insistió:

—Rick es uno de los valores de la discográfica. Piénsalo.

—¿Adónde quieres llegar con esto? —preguntó molesto su hermano.

Omar lo miró y, tras suspirar con una calma que a Poncho lo sorprendió, dijo:

—Simplemente quería saber qué ocurrió entre vosotros antes de ir a la reunión. No te voy a negar que he venido a tu despacho dispuesto a convencerte de que suavices tu trato con él para que mis socios no me mareen más. Pero visto lo visto, creo que la conversación ha terminado.

—Te acompañaré a la reunión —dijo él, levantándose.

—No, Poncho. Déjame a mí.

Molesto por lo que Rick pudiera haber contado, Poncho insistió.

—Iré. Y como a ese gilipollas se le ocurra decir una palabra de mi mujer, te juro que lo va a pagar.

Su hermano asintió y, tras tranquilizarlo, dijo:

—Sabes que el hecho de que vengas no nos va a beneficiar ni a ti ni a mí, porque si yo veo que Rick se pasa, el primero que lo va a frenar voy a ser yo. —Y al cabo de un momento, añadió, mofándose de sí mismo—: Bonito día para volver al trabajo, ¿no crees?

—Así es la vida, hermano, y siento ser yo quien te ocasione el primer problema.

—Como tú dices, ¡así es la vida!

Poncho sonrió. Había regresado el Omar que siempre había admirado y eso lo ponía contento. Segundos después, ambos salían por la puerta directos a aquella maldita reunión.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora