Parte 36

84 7 0
                                    


Pasó una semana en la que Anahí apenas dormía ni descansaba. Se mostraba obsesiva con los niños, con los perros, con Poncho. Tenía unas profundas ojeras y él, al percatarse, le preguntó qué le pasaba, pero Anahí contestó que le había venido la regla.

David y Manuel, preocupados, fueron a verla al restaurante. Ella les mintió diciendo que el tema estaba solucionado, pero sabía que Julio César regresaría. Lo conocía muy bien.

Una madrugada, sonó el teléfono de Poncho y, tras contestar, se levantó rápidamente de la cama y se empezó a vestir.

—¿Qué ocurre? —preguntó Anahí asustada.

—Era Dylan —respondió nervioso—. Omar está en el hospital.

Ella también se vistió apresurada y, tras avisar a Lola de que se marchaban, se fueron juntos al hospital.

Al llegar, se encontraron allí a Yanira y a Dylan.

—Ha sido un amago de infarto —dijo este—, pero está bien.

—¿Has avisado a papá? —preguntó Poncho, pasándose la mano por el pelo.

Su hermano negó con la cabeza.

—Omar no quiere que le digamos nada.

—¿Qué ha pasado? —quiso saber Poncho, ya más tranquilo.

Yanira y Dylan se miraron y ella dijo, poniendo los ojos en blanco:

—Al parecer, tu hermano ha querido quedar como un supermacho con unas mujeres y se ha tomado una pastillita azul además de...

—¿Ha tomado Viagra?

Dylan asintió y explicó, bajando la voz:

—Lo ha mezclado con cocaína y alcohol y eso le ha causado el amago de infarto. Por suerte, al empezar a encontrarse mal, me ha llamado por teléfono y lo he podido traer aquí para controlarlo, antes de que el asunto fuese más grave. Ha mezclado el alcohol, que es un depresor, con la cocaína, que estimula el sistema nervioso, y el Viagra, que es un vasodilatador. Ese gilipollas podría haber muerto de un paro cardiaco, ¡joder!

—Cuando lo vea, lo mato —siseó Poncho.

Anahí le cogió la mano y se la apretó, intentando tranquilizarlo.

—¿Puedo verlo? —preguntó luego.

Su hermano asintió y él, tras darle un beso a Anahí, le pidió que lo esperara con Yanira. Ambas se fueron al despacho de Dylan mientras ellos dos se dirigían a la habitación de Omar.

Este, al verlos entrar, dijo con gesto cansado:

—Vale... vale... no me miréis así. Sé que lo he hecho mal.

—Mal no, muy mal. Pero ¿tú eres gilipollas? —siseó Poncho.

—¿Cuándo narices vas a dejar de hacer tonterías y te vas a cuidar? —añadió Dylan, negando con la cabeza.

—No exageres —contestó Omar.

—¡¿Casi la palmas y dices que no exageremos?! —le espetó Poncho.

Dylan, al ver que elevaba el tono de voz, le pidió tranquilidad con la mirada, pero Poncho no le hizo caso.

—No exagero, Omar. Hoy has estado en la cuerda floja. Mezclar lo que has mezclado podría haberte producido un paro cardiaco y...

—Pero no ha ocurrido, ¿verdad? —lo cortó su hermano mayor, asustado y consciente de lo que le decía.

Poncho y Dylan se miraron y este último dijo:

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora