Parte 52

100 6 0
                                    

Una aparente calma llegó a sus vidas, pero solo fue aparente. La policía buscaba a Julio César, pero cuando lo localizaron e intentaron echarle el guante, ya se había marchado.

Aquel sinvergüenza era muy escurridizo y aunque Jake tranquilizaba a Poncho diciéndole que lo atraparían, a él no le parecía suficiente. La vida de reclusión que llevaban Anahí y los niños los agobiaba y asfixiaba cada día más.

Una tarde, Manuel y David fueron a visitarlos. Manuel ya estaba recuperado de la paliza, pero, aunque las marcas de su cuerpo casi habían desaparecido, a Anahí se le había quedado una gran marca en el corazón. Entre risas, se estaban bañando en la piscina cuando entró Andrew para despedirse.

—Me voy —dijo—. Ya han llegado George y Santos. Ellos se quedarán esta noche.

Anahí asintió y David dijo:

—¿Por qué tanta prisa? Métete en la piscina con nosotros, ahora que has terminado tu turno.

Andrew sonrió y dijo con picardía:

—Lo siento, colega, pero tengo una cita.

Cuando Andrew salía por la puerta, se cruzó con Poncho, que llegaba con Omar y Tifany, que acudían a cenar. Preciosa se había quedado en casa, pues tenía colegio al día siguiente.

Aunque se lo pidieron, Tifany se negó a meterse en la piscina. Había ido a la peluquería aquella mañana y no quería estropearse el peinado. Pero tras un empujón de Adán, acabó vestida y dentro del agua, riendo y jugando. Poco después, Omar y Poncho se pusieron unos bañadores y se unieron a ellos.

Aquello era lo que Poncho quería para Anahí y los niños. Risas y diversión, y sonrió aliviado.

Adán se acercó a él nadando con sus manguitos y, agarrándose a su cuello, dijo:

—Tengo fío, papi.

Desde que Anahí y Poncho se habían reconciliado tras la terrible discusión, los niños habían decidido cambiar el nombre de Poncho por papi y él aceptó encantado. Nada podía hacerlo más feliz.

Poncho salió del agua rápidamente, cogió una toalla, sacó al niño y lo envolvió en ella.

—¿Ahora estás mejor? —preguntó.

Adán le dedicó una de sus bonitas sonrisas.

Una hora después, agotados tras jugar a la pelota dentro de la piscina, los demás también salieron y, una vez duchados, Paola los avisó de que ya estaba la cena.

Después de cenar, Lola se encargó diligentemente de los niños y, como siempre, Jenny protestó porque no se quería ir a la cama. Pero lograron convencerla. Los mayores entraron en el salón para tomar algo mientras charlaban.

—Ah, no... —declaró Tifany—, no me casaré el catorce de febrero. No soy tan romántica.

—Todavía estamos a tiempo, cariño —bromeó Omar. Pero Tifany exclamó escandalizada:

—¡Por el amor de Dios, pero si solo quedan dieciocho días! ¿Cómo quieres organizar una boda en tan poco tiempo?

Omar, tras mirar a su hermano con guasa, dijo:

—Amor... si tú me dejas, yo te organizo la boda en veinticuatro horas.

—¡Que no! —replicó Tifany—. Yo quiero una boda preciosa, con un vestido espectacular, y para eso necesito tiempo.

—Pero si tú estás guapa con cualquier cosa —afirmó Omar, besándola en el cuello.

—Ay, bichito... qué galante eres —murmuró ella encantada.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora