Parte 30

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La llegada de los niños a casa de Poncho estuvo acompañada de una gran algarabía, sobre todo cuando vieron tres relucientes bicicletas esperándolos, una verde y dos rojas. Los gemelos se lanzaron a montar en ellas, mientras Jenny sonreía y le guiñaba un ojo a Poncho, un gesto que a este le llenó el corazón.

Ella debía esperar a estar recuperada del todo antes de hacer ejercicio, pero sabía que la utilizaría.

Aquel sitio era impresionantemente grande y tener dos piscinas, una interior y otra exterior, a los niños los revolucionó. Y aunque al principio los gemelos se sintieron acobardados, pasados los primeros días ya se movían por allí como en su salsa y hasta Jenny se animó a inspeccionar la vivienda.

La niña se recuperaba a pasos agigantados y verla tan animada emocionaba a Anahí.

Varias noches después, cuando acostaron a los niños, Poncho y Anahí entraron en su habitación y, mientras se besaban con pasión, sin que hubieran llegado a la cama, oyeron preguntar:

—Mamita, ¿duermes con Poncho?

Se separaron rápidamente y vieron que Jenny estaba en la puerta.

Anahí decidió ser sincera y contestó:

—Sí, cariño. Poncho y yo nos queremos y dormimos juntos.

—Qué pecadoraaaaaaaaaaaaaaaa.

Él soltó una carcajada. Sin duda la niña era muy graciosa en sus comentarios. Pero Anahí lo miró con reproche, lo hizo callar y dijo:

—No, cielo, no soy una pecadora. Él y yo nos queremos y...

—Pero, mamita, los novios solo se besan y se meten mano, pero no duermen juntos.

—Wepaaaa —se mofó Poncho. La pequeña Jenny era tremenda.

Anahí iba a responder cuando él, acercándose a la niña, dijo:

—Jenny, los novios de hoy en día a veces duermen juntos y esta es una de esas veces. ¿Te molesta que lo hagamos?

Ella los miró y, tras ladear la cabeza, respondió:

—No, si luego te casas con ella. No quiero que sea una pendeja.

—¡Jenny! —la regañó Anahí.

—Pensaremos eso de la boda —contestó Poncho divertido— y ahora, ¡a tu cama, señorita!

—¿Os vais a casar?

—¡Jenny, basta ya! —intervino Anahí.

—Pero si lo ha dicho Poncho. ¡Os vais a casar!

Él se puso a su altura para que lo mirara y repitió:

—Ve ahora mismo a la cama, ¿entendido?

Jenny, encantada con la noticia, sonrió, se dio la vuelta y se marchó.

—Recuérdame que mañana ponga un cerrojo aquí —comentó Poncho.

—Oye, respecto a lo de la boda yo... —empezó Anahí avergonzada.

Pero Poncho no la dejó acabar. La metió en el cuarto de baño, cerró la puerta y, apoyándola en ella, murmuró:

—Me vuelves loco, ¡pendeja!

Anahí soltó una carcajada y, deseosa de él, se olvidó de todo y lo besó.

Al día siguiente, Poncho, mandó poner un cerrojo en su habitación.

Los días pasaron y Maylo también llegó a la casa. Cuando Melodía, la perra, lo vio, se tiró literalmente sobre él y este, encantado, sucumbió a sus grandes encantos.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora