Parte 40

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Un viernes que los niños no tenían colegio, Poncho no fue a trabajar. Al despertarse y ver que todos los pequeños estaban en la cama con ellos, sonrió divertido.

Sin duda, nunca había esperado tener tan poca intimidad con su pareja, pero era consciente de que, estando con Anahí, nada sería como lo había imaginado.

De pronto, unas manitas le cogieron la cabeza y se encontró con la carita de Adán delante de la suya. El pequeño le dio un beso y, abrazándolo, murmuró:

—Buenos días.

—Buenos días, campeón.

El crío esbozó la misma sonrisa encantadora de su madre y después, lo miró fijamente y cuchicheó:

—Tengo hambe.

—¿Tienes hambre?

Él asintió y, procurando no despertar a Jenny, a Brian y a Anahí, que dormían, Poncho se levantó de la cama con el pequeño en brazos y bajó a la cocina.

Horas más tarde, cuando todos se despertaron, Poncho propuso salir a comer fuera de casa y los niños aplaudieron entusiasmados.

Poco después, en el coche, mientras Jenny cantaba una canción de Violetta que Anahí había puesto, Poncho dijo:

—Os voy a llevar a un sitio donde se come genial.

—¿Qué sitio? —preguntó Brian.

Poncho lo miró por el espejo retrovisor y al ver que toqueteaba el arnés de su silla, le advirtió:

—Brian, no te sueltes o me enfadaré.

Veinte minutos más tarde, tras aparcar el coche, entraron en un exclusivo restaurante. El maître, que conocía a Poncho, lo saludó amablemente, un poco sorprendido por la compañía tan diferente con la que iba esta vez, y los acomodó en una mesa junto a la cristalera.

Instantes después, Adán se levantó de la silla y Poncho dijo con seriedad:

—Adán, siéntate.

Los niños se miraron entre sí. Aquel sitio era aburrido. No se podían levantar, no podían jugar, y Poncho, al ver sus caras serias, preguntó:

—¿Qué ocurre?

—Su concepto de salir a comer fuera no es este —comentó Anahí, sonriendo.

—Os prometo, chicos, que aquí se come fenomenal —insistió él—. Ya veréis cómo os gusta todo.

—¡Jo, que dollo! —protestó Adán, moviendo la cabeza.

De pronto, una voz de mujer detrás de ellos exclamó:

—¡Poncho Herrera! El guapo entre los guapos. ¡Cuánto tiempo sin verte!

Al volverse, Poncho se encontró con Anaís Montenegro, una explosiva cantante mexicana con la que había colaborado infinidad de veces. Él se levantó galante y la besó en la mejilla. Pero ella, mirándolo a los ojos, posó un dedo índice en el primer botón de la camisa de él y, bajándolo lentamente hasta donde comenzaba el pantalón, ronroneó:

—¿Por qué ya no me llamas, mi amor?

Anahí, al verla, parpadeó cuando oyó a Jenny musitar:

—¡Menuda descarada!

Anahí la miró con reproche para indicarle que cerrara la boquita y entonces Poncho dijo:

—Anaís, te presento a mi novia Anahí y a sus hijos Jenny, Adán y Brian.

Anahí se levantó y la saludó con una sonrisa, mientras la mujer decía:

—Disculpa mi falta de tacto, Anahí. No sabía que eras su novia.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora