Parte 37

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La relación de Anahí, Yanira y sus locas amigas se hizo más estrecha.

A veces salía con ellas a comer o a cenar y siempre se divertía de lo lindo. Incluso David y Manuel se apuntaron alguna que otra vez. Por su pasado, Anahí nunca había tenido un grupo de amigas, de chicas, con las que divertirse, y ahora disfrutaba con ellas todo lo que podía y más, mientras Poncho la observaba contento de ello.

Una mañana, Tifany las llamó a todas y las convocó en un restaurante para comer. Cuando Anahí salió de trabajar, tras avisar a Lola de que regresaría más tarde, se dirigió hacia allá.

Dio un par de vueltas a la manzana y, al no encontrar aparcamiento para Harry, decidió meterlo en un parking público. Lo dejó en la planta menos tres y luego se encaminó hacia el ascensor con rapidez. Nunca le había gustado ese tipo de sitios. Le hacía recordar las pelis que había visto, en las que la protagonista huía despavorida por alguno de ellos, seguida por un loco psicópata cuchillo en mano.

Mientras esperaba el ascensor, oyó unos pasos. Miró hacia atrás, pero no vio a nadie. Eso la inquietó. Volvió a pulsar el botón del ascensor, esta vez con más ahínco. Miró el panel y vio que estaba parado en el piso menos uno.

Esperó unos segundos, pero la impaciencia por salir de allí le pudo y se dirigió hacia la escalera. Antes de llegar a ella, oyó a alguien silbar. Era una canción que ella había escuchado en el pasado y se le aceleró el corazón.

Tenía miedo. Si era Julio César y la pillaba a solas en aquel sitio, la cosa no iba a terminar bien. Acelerando el paso, llegó a la escalera y comenzó a subirla de dos en dos, mientras oía cómo los silbidos se acercaban.

En su prisa, se le enganchó el asa del bolso en la barandilla y tuvo que retroceder. El que silbaba se acercaba cada vez más. Cuando soltó el asa, subió corriendo al piso menos dos y oyó que alguien subía tras ella con su misma prisa. Horrorizada y tremendamente asustada, aceleró todo lo que pudo, hasta que, al llegar al piso menos uno, chocó con alguien.

—Pero, cuqui, ¿qué te pasa?

Era Tifany y, agarrándole la mano, Anahí murmuró:

—Corre, salgamos de aquí.

Tifany no entendió lo que ocurría, pero subió con ella a toda mecha y, una vez salieron a la calle y estuvieron rodeadas de gente, preguntó con la respiración agitada:

—¿Por qué hemos corrido así?

Sin apenas aliento, Anahí iba a hablar cuando del parking salió un hombre con las manos en los bolsillos, silbando. Sin mirarlas, prosiguió su camino y Tifany susurró:

—¿Te ha ocurrido algo con ese hombre?

Ella negó con la cabeza. Se estaba volviendo una paranoica por culpa de Julio César y al ver que todo había sido una falsa alarma, sonrió y dijo:

—Me dan claustrofobia los parkings.

—¡Ay, pobre!

Más tranquila, Anahí miró a su rubia amiga, que la observaba preocupada, y suspiró.

—Venga, vamos al restaurante. Seguro que las otras ya están allí.

Y así era. Cuando llegaron al reservado que Tifany había pedido, allí estaban Yanira, Valeria y Coral. Tras saludarse entre ellas, Coral miró a Anahí y dijo:

—Oye... tú estás más delgada, ¿verdad?

Ella asintió. Los nervios se la estaban comiendo por dentro, pero respondió:

—Estoy a régimen, ¿se nota?

Todas asintieron y, durante un buen rato, hablaron de regímenes, carbohidratos y todo lo prohibido, y cuando el camarero acudió a tomarles nota y todas pidieron lo prohibido, Coral preguntó:

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora