Parte 34

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Después de tres días de ensueño en Miami, en los que Anahí disfrutó de Poncho y de toda su familia, regresaron de nuevo a Los Ángeles para continuar con sus vidas.

Una vez allí, con tristeza, se vieron obligados a despedirse de Rosa, la mujer que cuidaba de los niños. Su madre había sufrido un accidente y debía ir a cuidarla, por lo que tuvieron que buscar una sustituta. La propia Rosa les recomendó una amiga llamada Lola. Cuando Anahí vio cómo era, la contrataron sin dudarlo.

Lola era un encanto de chica, conocía todos los dibujos que los niños veían y los gemelos rápidamente le cogieron cariño, aunque Jenny protestó, porque no le gustaba.

Tenían todo el verano por delante y Anahí, tras pedir vacaciones por primera vez desde que empezó a trabajar en el restaurante, viajó con Poncho y los niños a Puerto Rico, a casa de sus padres.

Por su parte, David y Manuel se fueron a hacer su viaje de ensueño a Italia. Un viaje que disfrutaron como siempre lo habían imaginado.

En Puerto Rico se encontraron con Yanira y Dylan y sus pequeños y con Omar y su niña. Anselmo, encantado de tener la casa llena de gente, y en especial de niños, disfrutó enormemente junto a Yanira y Anahí. Las llamaba las españolas.

Tifany, a diferencia de otros años, no fue a Puerto Rico. Cuando Omar fue a buscar a Preciosa para llevársela a casa de su padre, el ruso y ella cogieron un avión y volaron a San Petersburgo. Alexei quería enseñarle su tierra y presentarle a su familia. Un lugar precioso, increíble, maravilloso, pero que hizo que el corazón de Tifany echara de menos el calorcito de Puerto Rico.

Durante los días que estuvieron en la isla, hicieron turismo todos juntos. Visitaban lugares de ensueño y por las noches, cuando los niños dormían y se quedaban con la Tata y Anselmo, Omar, Poncho, Anahí, Yanira y Dylan se iban a bailar salsa y a beber chichaítos, con moderación, hasta el amanecer.

Anahí vivía en una nube. Nunca había sido más feliz que en esos días, aunque ver cómo los periodistas los fotografiaban la seguía intimidando.

Allí estuvieron casi un mes. Un mes plagado de diversión, de alegría y de felicidad, durante el cual Jenny se lo pasó genial y los gemelos disfrutaron de lo lindo.

Lo único malo de todo aquello para Anahí era que ahora su cara salía en la portada de las revistas, que hablaban de su vida y de quién era.

¿Qué interés podía tener ella para la gente?

En septiembre comenzaron los colegios y Anahí volvió a trabajar. Los periodistas la esperaban todos los días a la entrada y la salida del restaurante, solo para fotografiarla e intentar que respondiera a preguntas absurdas sobre sus futuros planes de boda.

Una mañana, al poco de abrir, Anahí estaba preparando unos cafés para unos clientes cuando oyó detrás de ella:

—Hola, pelirroja.

La taza se le escurrió de las manos.

Aquella voz. Sabía de quién era aquella maldita voz. Julio César la había encontrado.

Separados solo por la barra del bar, Anahí se echó hacia atrás y lo miró. Apenas había cambiado. Los mismos ojos negros, el pelo oscuro y la descarada y fría sonrisa. Era un ser despreciable y un vividor.

Paseó su indecente mirada por ella y susurró:

—Vaya... vaya... los años te han tratado bien, pelirroja.

Anahí sintió que se quedaba sin aire en los pulmones. Preguntarle cómo la había encontrado era ridículo. Ya lo sabía. Lo miró nerviosa. Sabía que su presencia le iba a ocasionar problemas, pero no dispuesta a dejarle ver el miedo que le tenía preguntó:

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora