Parte 7

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Cuando Poncho salió de la ducha de su casa, se encontró con Roxy, una guapa mexicana, que estaba arreglándose frente al espejo. Se miraron a través del reflejo y Poncho se acercó a ella y le besó el hombro. Mientras le quitaba de las manos la estatuilla de un premio para dejarla justo donde él quería, le preguntó:

—¿No has dicho que tenías sesión de fotos?

Roxy asintió y, echando el cuello hacia atrás para apoyarse en él, respondió volviendo a coger la estatuilla:

—Sí. A las once tengo que estar en Venice Beach.

Poncho le dio otro beso en el hombro y se alejó de ella diciendo:

—Deja la estatuilla donde estaba. No la vuelvas a tocar.

No soportaba que le desordenaran las cosas.

—¿Me llevas en coche? —preguntó Roxy.

—Lo siento, pero a las once tengo que estar en otro sitio.

La mexicana hizo un mohín. Quería que todo el mundo la viera llegando con él y, como estaba dispuesta a conseguir su propósito, lo abrazó por la espalda y murmuró:

—¿Y si te lo pido de otra forma?

Poncho sonrió. El sexo con ella era colosal, por lo que, volviéndose para mirarla, respondió:

—Convénceme.

Encantada, Roxy lo cogió de la mano y lo llevó hasta la cama. Lo hizo sentarse y luego lo empujó hacia atrás. Con mirada divertida, Poncho la vio abrir el sobre de un preservativo, que luego le colocó con mimo con la boca y los dedos. Era fantástica.

Cuando acabó, se sentó sobre él, se introdujo la punta de su pene y murmuró al ver cómo se tensaba de deseo el cuerpo de Poncho:

—Estoy segura de que esto te convencerá.

Él no dijo nada. Se dejó hacer. La sentía galopar sobre su cuerpo, haciéndole sentir un agradable hormigueo, no solo físico. Encantado con su fogosidad le sujetó el trasero con fuerza y la empaló más aún en él. La joven jadeó. Poncho lo hizo de nuevo y, de pronto, la puerta se abrió y apareció su padre.

—Hijo, me voy a...

Al ver aquello, el hombre cerró rápidamente.

Poncho miró a la chica, que se había quedado paralizada, y dijo, sacándola de encima de él:

—Lo siento.

Tras quitarse el preservativo, cogió una sábana, se la enrolló a la cintura y fue en busca de su padre. Lo encontró en el salón, mirando por la ventana.

—¿Qué tal si llamas a la puerta antes de entrar? —le preguntó, acercándose a él.

Anselmo asintió con la cabeza.

—Lo siento, muchacho. Creía que estabas solo.

Ambos se miraron y finalmente prorrumpieron en una carcajada. Cuando se relajaron, el viejo dijo:

—Madre mía, ¡qué trasero tiene la morena!

—Papáaa...

Anselmo asintió y Poncho preguntó divertido:

—¿Qué era eso tan importante que me querías decir?

—Que he quedado con Tifany y Preciosa para comer hoy, antes de la fiesta de cumpleaños de la niña. Solo quería que lo supieras.

—Vale.

—Por cierto, si la rusa me pareció increíble, esta es espectacular. Pero ¿de dónde las sacas?

Sin poder evitar sonreír, Poncho miró a su padre, que se alejaba ya hacia la puerta.

—Me voy —dijo Anselmo—. Te veo esta tarde en casa de Tifany para la fiesta. Vendrás, ¿verdad?

—Por supuesto. No me la perderé por nada del mundo.

Su padre asintió y cuchicheó divertido:

—Y ahora, ve a terminar lo que has dejado a medias. ¡Eres un Herrera!

Poncho se quedó riendo y poco después oyó la puerta de entrada al cerrarse. En ese instante, dejó caer la sábana que llevaba en la cintura y se encaminó hacia su habitación. Al entrar, vio que Roxy seguía desnuda tumbada en la cama. Ella le sonrió y Poncho se acercó.

Sin perder tiempo, la joven abrió otro preservativo y, con la misma sensualidad de minutos antes, se lo volvió a poner. Cuando terminó, Poncho la levantó de la cama y dijo:

—Ve hacia el sillón, date la vuelta y apóyate en el respaldo.

Ella lo hizo sin dudarlo y Poncho finalizó con gusto lo que minutos antes había empezado.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora