Parte 4

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Veinte minutos después, cuando Anahí llegó a su casa, acelerada, tiró el bolso a un lado, se arrodilló ante su pequeña y preguntó:

—¿Estás bien, cariño?

—Sí, mamita. Tranquila.

Al escuchar su voz, Anahí se tranquilizó. Jenny la llamaba de una forma u otra, dependiendo de cómo se encontrará. «Mami», si estaba muy asustada, «mamita» si estaba bien y «mamá» cuando estaba enfadada.

La joven miró a David agradecida y este sonrió. Cada vez que Jenny decía que le dolía el pecho, se asustaban.

—Mi paciente preferida evoluciona favorablemente —dijo él, tocándole la cabeza con cariño.

Anahí se calmó un poco, momento en que su perro, Maylo, aprovechó para lamerle la mano. Agotada, se sentó en el suelo mientras cerraba los ojos y agradecía que aquello no hubiera ido a peor. Con Jenny nunca se sabía y un nuevo ingreso en el hospital sería terrible para todos.

Anahí era la segunda de tres hermanos y la que llevaba el peso de su particular familia.

En su infancia y juventud, vivía con su familia en España, concretamente en Valencia. Su padre, Ángel Puente, era un famoso piloto de rallies conocido a nivel internacional, que adoraba a su familia, especialmente a Anahí, a la que cariñosamente llamaba Pelirroja por su color de pelo. A ella lo que más le gustaba era acompañarlo en las carreras. El mundillo del automóvil le encantaba y pronto demostró que era su digna sucesora.

Cuando cumplió dieciocho años, su padre le regaló el tatuaje que llevaba en el hombro. El mismo que llevaba él: un infinito. Un ocho tumbado, hecho con la frase «Hasta el infinito y más allá».

Eso le provocó un disgusto a su madre, quien se enfadó aún más el día que se enteró de que Anahí había participado en una carrera. La discusión entre sus padres fue tremenda. Su madre no quería aquella vida de hombres para su hija. Sin embargo, Anahí, con la ayuda de su padre, empezó a competir en categorías inferiores, acabando victoriosa en muchas de ellas y convirtiéndose aún más en el orgullo de papá.

Pero, para su desgracia, su padre murió en un trágico accidente en un rally, y todo lo que hasta el momento había vivido con él, se desmoronó. Los patrocinadores no querían apostar por ella y poco a poco el mundillo del motor le fue dando la espalda.

Tras el trágico suceso, su madre cambió. Se volvió una mujer fría, distante. Conoció a un hombre y, sin que Anahí pudiera hacer nada, se los llevó a todos a México.

De esa unión nació Jenny. Sin embargo, un mes después, el padre de esta los abandonó, llevándose todos los ahorros que tenían y dejándolos en la pobreza, tirados en aquel país. Anahí insistió en regresar a España, pero su madre se negó. No quería que su familia se enterara de las condiciones en las que estaban y su desesperación la llevó a sumergirse en el alcohol.

Su madre desaparecía cada vez más a menudo y, ante la ausencia de esta durante días y luego meses, Anahí, con solo veinte años, se vio a cargo de un bebé y de un hermano adolescente conflictivo.

En esa época, trabajó en lo que pudo para sacar adelante a sus hermanos. Limpiaba casas durante el día y por las noches servía copas en bares de dudosa reputación. No le quedaba otra. Tenía que dar de comer a Jenny y a Alfredo mientras su madre no estaba.

Una madrugada, cuando regresaba de trabajar, se encontró en su casa a la policía. Su hermano había organizado una timba de póquer y había muerto tras una pelea. Horrorizada, Anahí se desmoronó. ¿Qué más le podía pasar? En el instante en que una policía le puso a Jenny en los brazos, supo que debería seguir viviendo y luchando, o los servicios sociales le quitarían a lo único que tenía. A su pequeña.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora