Parte 54

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La mañana de la boda fue un caos en la preciosa casa de Manuel y David en Melrose Hills. Ambas novias, Anahí y Tifany, estaban allí para vestirse, peinarse y arreglarse, y pronto llegaron también Coral y Yanira.

Como si de una gran producción de Hollywood se tratara, la casa se comenzó a llenar de los periodistas enviados por Leroy, el amigo de Poncho, y Tifany y Anahí los atendieron amablemente, dejando que les hicieran fotografías mientras se maquillaban, peinaban o vestían.

Cuando acabaron su trabajo y se marcharon, Coral dijo divertida:

—¡Voy a salir en el Vogue del mes que viene!

—Sí y también en Hello, People, Elle, Prestige y Cosmopolitan —aplaudió David encantado.

—¿Sabéis algo de Valeria? —preguntó Yanira—. Es raro que no haya llegado. Anda que no le va a jorobar haberse perdido esta sesión de fotos.

Todas negaron con la cabeza y Tifany explicó:

—Ayer la llamé por teléfono y no me lo cogió. Eso sí, luego me envió un mensaje diciéndome que estaba bien y que hoy me contaría.

Las demás se miraron sorprendidas, pero en ese momento se abrió la puerta y aparecieron los críos. Los niños de azul y las niñas de rosa estaban guapísimos y Jenny, al ver a Anahí ya con su bonito vestido de novia y unos mechones de color en el pelo, exclamó:

—¡Mamita linda, estás redivinaaaaaaaaaaaaaaa!

Anahí sonrió, abrió los brazos y la estrechó con cariño. De repente, un extraño olorcillo invadió la estancia y Coral abrió las ventanas. Anahí miró al pelirrojo que reía a mandíbula batiente y dijo:

—Adán, como se te ocurra tirarte un pedo en la iglesia o en el banquete, te prometo que te castigaré el resto de tu vida, ¿entendido?

—Sedé bueno, mami. Te lo pometo —contestó él, asintiendo.

En ese momento, un remolino de color azul turquesa entró en la habitación y Valeria las miró con una sonrisa radiante.

—Bueno... bueno... bueno... Qué cutis más terso tiene esta hoy —comentó Coral.

Tifany, al intuir de lo que se iba a hablar allí, le dio un beso a su hija, que ya se había asegurado de que llevara puesta la pulsera de zafiros, y ordenó a Rosa y a Amelia que sacaran a los niños de allí.

Cuando se hubieron marchado, Valeria dijo:

—Alain llegó ayer de Francia. ¡Ha pedido el traslado aquí! ¡Ha hecho una locura de amor por mí!

Todos aplaudieron encantados, abrazando a la felicísima Valeria.

Una hora después, toda la comitiva salió hacia la iglesia en una impresionante limusina blanca. Anahí se abanicaba nerviosa y Linda, al verla, la cogió de la mano y dijo:

—George estará muy orgulloso de ti; lo sabes, ¿verdad?

Anahí asintió emocionada. Ese día habían pasado por su cabeza su padre, su madre, su hermano y, por supuesto, George.

—Sin duda, estará sentado en primera fila para no perdérselo —susurró conmovida.

Al llegar a la iglesia, Yanira cuchicheó:

—Madre mía, Valeria, qué guapo está Alain con ese traje gris oscuro.

Su amiga miró por la ventanilla y, al ver a su chico hablando con Dylan y Anselmo replicó:

—Pues sin traje, ¡ni te cuento!

Bajaron de la limusina entre risas. Valeria y Linda, junto a la Tata, se ocuparon de los niños, y Andrew se acercó a Coral, que le daba un beso a su pequeñita, y dijo:

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora