Parte 9

98 11 0
                                    

En el exclusivo barrio residencial de Bel Air, Tifany y Preciosa recibían a sus invitados en su bonita y lujosa casa. Al principio, aquella había sido la residencia de Omar Herrera y Tifany, pero tras su divorcio, pasó a ser de la madre y la hija.

Aquella hermosa tarde, la casa estaba llena de luz, música y, sobre todo, de niños que corrían de un lado a otro, pasándolo bien.

Anselmo Herrera, el patriarca, estaba sentado a una de las mesas, con sus hijos Omar y Dylan. Hablaba con ellos sobre unas mejoras que quería hacer en su hogar de Puerto Rico, cuando vio pasar a la chica arco iris. En esa ocasión llevaba el pelo recogido en una coleta alta y eso lo hizo fijarse más en sus ojazos verdes. Eran preciosos.

Poncho se retrasaba, era el único familiar directo que faltaba por llegar y Anselmo estaba impaciente por ver si su hijo recordaba a la joven.

Al pasar Anahí junto a una mesa, un hombre la llamó. Era Omar, el padre de la niña, para pedirle algo de beber. Y cuando los ojos de ella coincidieron con los del hombre más maduro, Anahí sonrió y preguntó:

—¿Una Sierra Nevada Porter bien fresquita?

—Exacto, muchacha, ¡eso es lo que quiero!

Omar y Dylan se miraron. ¿De qué conocía su padre a aquella chica?

Pero Dylan la reconoció enseguida, era la de la fiesta de unas noches antes. No todo el mundo llevaba aquel pelo de colores. Cuando ella se marchó, miró a su padre y preguntó sorprendido:

—¿Estás ligando con la camarera, papá?

—No, hijo —rio Anselmo.

Omar, al ver su sonrisa complacida, dijo:

—No veo que esa muchacha tenga nada especial.

—A veces lo especial no se ve, ¡se intuye! —replicó Anselmo.

Dylan soltó una carcajada y Omar insistió:

—Pero, papá, si es una chica normal y corriente.

El hombre se limitó a encogerse de hombros y a decir:

—Sin duda, mucho más bonita e interesante que los pencos con los que tú sales día sí y día también.

—Papá... —protestó Omar.

Anselmo, al ver reír a Dylan, insistió:

—Además, hijo, para gustos, ¡los colores! Y nunca mejor dicho.

Un par de mesas más allá, Tifany charlaba con su cuñada Yanira y sus amigas Valeria y Coral, mientras miraban cómo corrían los pequeños.

—¿Cómo que atrasas la boda? —protestó Yanira.

Coral suspiró y dijo:

—Es imposible que nos casemos en la fecha que queríamos. Joaquín está muy liado con el restaurante. Desde que empezó a trabajar ahí y se asoció con el dueño, no tiene tiempo para nada. Conclusión, ¡aplazamos la boda!

—Aisss, cuqui, con las ganas que tengo de verte vestida de novia —susurró Tifany.

—Y yo —se mofó Coral—. Pero está visto que unas se casan dos veces con el mismo hombre, como Yanira, y otras nunca llegamos a la primera boda.

—Pues no lo entiendo —intervino Valeria—. La boda es la culminación de una historia de amor. ¿Dónde os habéis dejado el romanticismo, aplazándola por el trabajo?

Al escuchar a su amiga, Coral suspiró. Tenía razón, pero cuando iba a responder, la voz de Preciosa llegó hasta ellas:

—Mami... mami... mira quién está aquí.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora