Parte 14

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Al día siguiente, Poncho regresó al restaurante, donde le dijeron que aquella mañana Anahí libraba. Pidió su dirección o su teléfono, pero nadie se lo quiso dar. Se negaron en redondo argumentando que era política de la empresa.

Dispuesto a encontrarla, llamó a Tifany. Ella tendría el número de la empresa de catering que había contratado para la fiesta de cumpleaños de Preciosa y, encantado, la oyó decir que Harry, el dueño, era amigo suyo.

Tras colgar, llamó a Paola, la mujer que se encargaba de su casa y le pidió que llamara a aquel número.

Tenía planes.

Anahí dedicó aquel día libre a su hogar. Durante la mañana, mientras los niños estaban en el colegio, salió de compras. Y al regresar, mientras preparaba varias comidas para congelarlas y tenerlas para distintos días de la semana, ordenó y limpió.

Por la tarde, cuando los niños regresaron del colegio, los abrazó encantada. Siempre aprovechaba su día libre al máximo con ellos y, por norma, iban a la playa de Long Beach, la más cercana a su residencia. Un sitio donde los críos se desfogaban y donde ella podía vigilarlos con tranquilidad mientras tomaba el sol.

—Mamita, queremos un helado —pidió Jenny, cuando llevaban un rato.

Anahí se levantó y, tras coger de la mano a Adán y a Brian, los cuatro se encaminaron hacia el puesto de helados. Les compró uno a cada uno.

Cuando se lo terminaron, Brian vio a un niño con una bolsa de patatas y pidió:

—Mami, quiero patatas.

—Quiedo patatas —lo secundó Adán, con su media lengua.

Pero antes de que Anahí pudiera contestar, Jenny intervino y, cambiando el tono de voz, dijo:

—Güey, cerrad la bocaza. Mamita nos ha comprado helados de chocolate para todos y no puede pagar nada más. No seáis chingones.

Anahí se quedó sorprendida y, regañándola, siseó:

—Por el amor de Dios, Jenny, ¿quieres dejar de hablar así?

La niña sonrió y, sin decir nada más, se fue corriendo con Brian. Adán, que estaba a su lado, miró a su madre y preguntó:

—Mami, ¿qué es chidones?

Anahí lo besó y dijo:

—Anda, ve a jugar con ellos.

Segundos después, Anahí cogió el teléfono y llamó a Linda y a George. Sabía que ese día les daban el resultado de unas pruebas. Tras hablar con George un buen rato y reír por el buen humor que él siempre tenía, le pasó el teléfono a Linda y Anahí, cambiando tono, preguntó:

—¿Qué me puedes contar?

—Poco, Anahí —contestó la mujer.

Hablaron un rato. Ambas sabían que el fin estaba cerca y que no había curación. El cáncer de George era muy agresivo y ni el dinero ni los mejores médicos del mundo lo podían frenar.

Tras colgar, Anahí guardó el teléfono en su bolso con ganas de llorar. Qué injusta era la vida.

—Mami... mami... —la llamó Brian.

Al mirarlo, él le hizo una monería. Era un payasete y eso la hizo sonreír.

Más tranquila, sacó un libro del bolso y se puso a leer, pero instantes después le sonó el teléfono. Al ver que llamaban de Harry Events, la empresa para la que trabajaba por las noches, contestó rápidamente.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora