Parte 46

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Al segundo día de comenzar el colegio, Anahí tuvo una tutoría con la profesora de Jenny y una reunión con el logopeda de Adán y, al salir y ver quién estaba sentado sobre su coche, se quiso morir. Julio César.

Angustiada, caminó hacia el vehículo y, sin dejarse amilanar, preguntó:

—¿Qué quieres?

—Hola, pelirroja. ¿Me has echado de menos? —Ella no respondió y él continuó con sorna—: Quería darte la enhorabuena por tu próximo enlace.

—Gracias.

—Vaya... vaya... quién me iba a decir a mí que mi pelirroja llegaría tan lejos.

—No soy tu pelirroja, ya te lo he dicho y te lo repito.

Julio César sonrió y, acercándose a ella, le enseñó una foto y le preguntó:

—¿Con ese tal Herrera te haces fotos así?

Al ver la foto, Anahí sintió de todo menos alivio.

—Vete a la mierda —siseó.

Julio César volvió a reír. Se notaba que disfrutaba con aquello y, mientras se retiraba el oscuro pelo de la frente, dijo:

—Jenny está muy mayor y muy guapa; ¿cuántos años tiene ya?

—No te interesa. Olvídate de ella.

—Vale... vale —replicó él con acritud—. No te preguntaré por ella, pero ¿qué me dices de esos pelirrojos?

Anahí se alarmó ante la pregunta y, tras un más que tenso silencio que le puso el vello de punta, él le enseñó una pistola que llevaba en la cintura y le susurró:

—Si me entero de que son hijos míos y me lo has ocultado, despídete de ellos, de Jenny e incluso de tu vida.

Esa amenaza hizo que Anahí clavara los ojos en él, desafiante. Si se atrevía a tocar a sus niños, ella misma lo mataría con sus propias manos.

Entonces Julio César, olvidándose de los niños, alargó la mano para tocarla y cuchicheó:

—Siempre me ha gustado el trasero que te hacían los vaqueros.

Anahí le dio un manotazo para que se apartara y dijo:

—Eres un cerdo.

Él se levantó del coche, lo señaló y preguntó:

—¿Es un regalito de tu amor? —Ella no dijo nada y él, divertido, susurró—: Ten cuidado, no vayas a darte de nuevo contra un semáforo, como te ocurrió con la chatarra que llevabas.

Sin ganas de escucharlo más, Anahí le dio un empujón, se metió en el coche y arrancó. Cuando se alejó se sintió aliviada, hasta que de pronto lo vio con su coche a su lado, junto con otro hombre, gritándole.

—Para en la siguiente calle a la derecha. ¡Ya!

Angustiada, no sabía qué hacer. Miró la calle que le indicaba a la derecha, pero en lugar de hacer lo que le decía, dio un acelerón y salió despedida. Aquel coche contaba con una potencia que Harry no tenía y, rápidamente, se alejó de él. Julio César soltó una risotada al verla y, mirando al hombre que iba con él, exclamó:

—Esa es mi pelirroja.

Sorteando el tráfico, Anahí aceleró su Volkswagen todo lo que pudo. Se saltó varios semáforos en ámbar y, horrorizada, vio que Julio César se los saltaba detrás de ella en rojo. No pensaba perderla y, dando gas como en sus mejores tiempos, salió a la autopista.

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora