Parte 33

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Ataviada con el impresionante vestido, Anahí se miraba en el espejo sin creer aún que aquella fuera ella. En ese momento llamaron a la puerta. Eran Yanira y Tifany, que al verla se quedaron sin palabras.

—Cuqui, estás hipermegaideal.

—Me superencantaaaaaaaaaaaaa —afirmó Yanira y, al ver el colgante de la llave que llevaba al cuello, añadió, tocando el suyo—: Yo también la tengo.

—Yo nunca la tuve. Omar no se preocupó de reclamársela a su primera mujer para dármela a mí. Él es así de imbécil.

Por suerte, Tifany había superado todo lo ocurrido con Omar, pero Anahí, que lo desconocía, preguntó:

—¿Tan malo fue?

La joven resopló y dijo:

—¿Tú sabes lo que es pillar a tu marido, a ese hombre que adoras, que quieres, que amas locamente, sobre la mesa de su despacho follándose como un mandril a su secretaria? —Anahí abrió los ojos mientras Yanira asentía—. Yo tenía más cornamenta que el padre de Bambi, que en paz descanse.

Anahí y Yanira terminaron riendo, y Tifany, con cierto resquemor al recordar, y se colocó el escote del vestido y concluyó:

—Yo no necesito silicona para conseguir mis propósitos. Y además he aprendido a manejarme sola, sin necesidad de que un Herrera, por muy guapo que sea, me solucione la vida.

—Esta es mi chica —exclamó Yanira, dándole un beso.

—Ah... y que sepáis que me ha llamado Orlando Bloom. Estará en la cena y he quedado con él. Por lo tanto, ¡no me hincharé a carbohidratos!

—¿Orlando Bloom? ¿El actor de Piratas del Caribe? —preguntó Anahí sorprendida.

—Síiiii —aplaudió Tifany—. ¿A que es mono?

Anahí asintió. ¿Orlando Bloom iba a estar en la cena de Anselmo?

Yanira la miró divertida y dijo:

—No te imaginas cuánto me recuerdas a mí cuando entré en esta familia. La primera vez que vi a varios famosos y cantantes que yo adoraba, apenas pude comer. Pero tranquila, te acostumbrarás y, con el tiempo, muchos de esos a los que admiras se convertirán en tus amigos, como por ejemplo lo soy yo de Alejandro Sanz.

Anahí la miró boquiabierta y ella le guiñó un ojo y concluyó:

—Recuerda, Anahí, aunque suene mal, mi consejo es: ¡relájate y disfruta!

Tras un rato más de charla, llegó la hora de bajar al vestíbulo, donde los Herrera las esperaban.

Nerviosa, Anahí cogió el bolso que hacía conjunto con el vestido y se puso los zapatos. Y, dispuesta a deslumbrar al hombre que amaba, recorrió con sus dos amigas el pasillo del hotel. Cuando entraron en el ascensor, Yanira sacó su móvil y dijo:

—Vamos a hacernos un selfie. Luego lo colgaré.

Entre risas, las tres se fotografiaron en distintas posturas cómicas, pero cuando el ascensor se paró en la planta baja, volvieron a ser las tres mujeres sofisticadas que eran y salieron al hall.

Anahí vio a Poncho antes que él a ella. Hablaba con su padre y sus hermanos y estaba guapísimo, con un traje oscuro y camisa blanca. Se le acercó con decisión y cuando él, avisado por su hermano Dylan, miró en su dirección, Anahí no pudo evitar sonreír al leer en sus labios «Ay, Diosito».

Incrédulo, Poncho sonrió sin poder apartar la mirada de ella. Estaba preciosa, fascinante, increíble. Era la primera vez que la veía con un vestido de noche y estaba maravillosa. No obstante, lo que realmente le llamó la atención fue ver que tenía el pelo de un solo color: ¡rojo!

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora