Parte 22

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Pasaron dos semanas.

Dos semanas en las que Anahí trabajó como siempre, sin descanso, y en las que coincidió con Poncho más de una noche en alguna de las fiestas donde servía. Él ni la miraba y eso le dolió muchísimo.

De madrugada, llegaba a su casa, besaba a sus hijos dormidos y se metía en la cama pensando en él. Recordar cómo la besaba, cómo la miraba o cómo había cantado para ella le destrozaba el corazón.

Una mañana, cuando estaba trabajando en el restaurante, recibió una llamada de Nevada. George había muerto.

Pidió un par de días libres en el restaurante y en Harry Events. Manuel y David se quedaron con los niños y ella cogió un avión a Nevada.

Al verla aparecer, Linda se levantó y la abrazó.

—Lo siento mucho... mucho... mucho... —sollozó Anahí.

La mujer lloró con ella sin soltarla y, cuando ambas se tranquilizaron, entraron en el velatorio. Quería estar con George hasta que se lo llevaran definitivamente.

Linda le presentó a la exmujer de George y a sus hijos, que las miraron con gesto incómodo y, cuando se alejaron, Linda murmuró:

—Me odian, pero al mismo tiempo están felices, porque una vez enterremos a George se quedarán con todo.

Anahí la miró horrorizada y Linda, sentándose en un banco, explicó:

—Estaba con George por amor, no por dinero como muchos pensaron. Él ha sido y será el hombre de mi vida, aunque no estuviéramos casados. Su recuerdo y nuestras vivencias son lo que me llevaré cuando regrese a mi tierra.

—¿Cómo?

—Sus hijos me han dado un mes para recoger mis cosas de la casa y marcharme. Era de su padre y ahora es de ellos. Yo regreso a Minnesota con mis hermanas. Aquí en Nevada estoy sola y creo que lo mejor es que ahora que George se ha ido, vuelva a mis orígenes. Se lo prometí a George y eso voy a hacer.

Durante dos días, Anahí no dejó a Linda sola ni un segundo. Le ofreció todo su apoyo y su cariño y ella se lo agradeció de todo corazón.

Al tercer día, debía regresar a Los Ángeles y Linda la acompañó al aeropuerto.

—Llámame en cuanto llegues a tu casa, ¿vale? —le pidió.

—Lo haré, no te preocupes —contestó sonriendo.

—Antes de regresar a Minnesota iré a visitarte, ¿de acuerdo? —prometió la mujer al tiempo que la abrazaba.

—Te estaremos esperando —respondió Anahí emocionada.

La llamada por los altavoces le indicó que debía despedirse de Linda. Le dio un gran abrazo y, tras un beso, dijo mientras le guiñaba un ojo:

—Te quiero, Linda. —La abrazó de nuevo.

—Yo también te quiero, tesoro.

Esa noche, cuando llegó a Los Ángeles, lo primero que hizo fue llamar a Linda. Luego, como pudo, les explicó a los niños que el abuelo había emprendido un viaje que lo había llevado al cielo. Los pequeños no entendieron el significado de aquello, pero Jenny sí, y después de cenar se fue a la cama sin decir nada.

Cuando todos se durmieron, Anahí se acostó, puso en su iPad música de Etta James, la cantante que tanto le gustaba a George, y lloró. Se sentía sola, muy sola y que le faltara el calorcito de Poncho no la ayudaba. Pensar en las personas que la habían dejado en aquellos años le atenazó el corazón y, de pronto, oyó:

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora