Parte 19

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Los días pasaron y, tras verse un par de noches más y disfrutar de su mutua compañía y su sensualidad, Poncho se marchó solo a México.

Anahí llamaba cada día a Nevada. La salud de George empeoraba, pero Linda le pidió que respetara lo que le había prometido a su marido y no fuera a verlos. Para ella fue duro, pero cumplió su palabra.

La pena la consumía y eso la hacía necesitar aún más oír la voz de Poncho. Al final, un día, tras hablar con Linda desde el restaurante, lo llamó a su móvil.

Al ver que era el teléfono del restaurante donde Anahí trabajaba, interrumpió un rato la reunión en la que se encontraba. La llamada lo hizo muy feliz y le puso una sonrisa en la boca que ya no lo abandonó en todo el día.

En cambio, a Anahí se le congeló la sonrisa cuando por la noche vio en la televisión unas imágenes de él bailando en una gala con una guapa mujer.

La noche siguiente, mientras trabajaba en un evento, Andrew se le acercó y preguntó:

—¿Todo bien, cara bonita? —Anahí asintió sonriendo y él añadió—: ¿Has roto con el ricachón?

—¿Por qué preguntas eso? —replicó sorprendida.

Andrew, que sufría en silencio la indiferencia de ella, se acercó un poco más de la cuenta, y respondió:

—Porque llevo noches observando que no te viene a buscar y he visto cierta información que ha salido en la prensa, que estoy seguro de que no te ha gustado nada.

Molesta con ese comentario, Anahí dio un paso atrás y dijo:

—Mira, Andrew, te quiero un montón y no tengo ganas de discutir contigo, por lo tanto, desaparece de mi vista antes de que la mala leche se apodere de mí y te diga lo que no quieres oír.

Él sonrió, a pesar de las pocas ganas que tenía de hacerlo y, sin más, se marchó.

Anahí maldijo. Al llegar al trabajo esa noche, había visto una revista con la información a la que Andrew se refería. ¿Por qué tenía que ser todo tan difícil?

David, que llegó en ese momento, se le acercó y, al ver el brío con que colocaba las cosas, preguntó:

—¿Tienes el moño virao, cachorra?

—Eso. Tú cabréame más —siseó ella, con cara de pocos amigos.

David suspiró. Sabía que Anahí no lo estaba pasando bien últimamente y, al ver sus ojeras, dijo:

—El Cangrejo me acaba de pedir que te diga que el evento que había tras este se ha anulado.

Ella asintió y murmuró aliviada:

—Menos mal.

Durante los días que Poncho llevaba fuera, había intentado hacer horas extra para luego disponer de alguna noche libre con él. Todo lo que hiciera por estar juntos le parecía poco.

—¿También pretendías dormir hoy menos de tres horas? —preguntó David.

—¿Por qué me preguntas eso? —gruñó Anahí, mirándolo.

—Porque las ojeras te van a llegar a las rodillas, nena —respondió él, mientras recogía copas de cava vacías.

Anahí era consciente de ello. Le bastaba con mirarse al espejo para verlo, pero aun así, replicó:

—David, no empecemos otra vez con eso.

Sin ganas de discutir, su amigo asintió, pero no pudo evitar preguntar curioso:

Todo de mi (AyA Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora