En la ciudad del amor habían muchos cupidos, todos con la misma tarea: "hacer felices a las parejas".
Su único deber era ir al mundo humano para flechar personas que ellos creen que deberían estar juntas y de esa manera, su amor sería eterno.
No había reglas ante esto, podrían ser personas de cualquier género o sexualidad, para el amor no existen las reglas, sin embargo para aquel templo si había una y era muy clara.
"Jamás enamorarse de un humano"
Para todos era fácil cumplirla, los cupidos veían a los humanos como otros seres diferentes a ellos que necesitan amor y con ayuda de sus flechas lo iban a repartir con otros humanos.
Hanbin estaba aburrido así que pensó en que sería una buena idea ir al mundo humano para repartir un poco de flechas.
Cuando estos cupidos caminaban por el lugar, eran invisibles, ellos podían convivir con los humanos y estos no podrían verlos. Era muy divertido incluso escuchar sus chismes de las vidas de ellos.
—Hanbin, ¡apúrate!, ya terminamos, vamos a llegar tarde, nuestro Dios padre se va a enojar
—Eros puede esperar —respondía con total tranquilidad sentado en una de las sillas afuera de un restaurante
—¡No uses su nombre de esa manera! —se exaltó mirando a todos lados como si alguien los hubiera escuchado
—Puedes adelantarte, Matthew, me quedaré aquí un rato más a seguir flechando parejas
—Bueno, pero no te demores, no quiero que nuestro padre se enoje —advirtió yendo a un callejón para desaparecer y regresar a su mundo
Hanbin se levantó estirando un poco su cuerpo y comenzó a caminar dirigiéndose a un bar donde habían varias parejas tomando tragos muy felices. Este se adentró observando lo tan iluminado que estaba el lugar, le llamaba mucho la atención los diferentes tipos de colores que usaban los humanos, él sólo conocía el blanco, rosa, rojo y negro.
Se sentó en una de las mesas para fingir que iba a pedir algo, le gustaba jugar a sentirse humano de vez en cuando, hasta que alguien se sentó en la silla delante de él, estaban en la misma mesa, pero aquel chico no podía verlo.
Hanbin frunció el ceño extrañado tratando de verlo, tenía la cara tapada con sus dos manos y parecía estar llorando. Pidió dos botellas de cerveza y la chica que le atendió rápidamente se las trajo.
Tenía el cabello castaño, ojos afilados, mandíbula perfilada, labios gruesos y carnosos, y dos lunares sobresalientes de su bonito rostro el cual se había llenado de lágrimas.
El pelinegro sintió el impulso de querer secarle las lágrimas y preguntar que le había pasado, pero aunque lo hiciera, este no lo iba a oír.
¿Porqué un ser tan bonito está tan triste?
Hanbin todavía era joven a diferencia de los demás cupidos con experiencia, ellos si sabían leer la mente, sin embargo, este a pesar que lo vea a los ojos e intente saber que le pasó no podía, así que sólo siguió mirándolo un largo rato hasta que se terminó yendo.
No pudo evitarlo y lo terminó siguiendo a su casa, vio desde lejos como entraba a una vivienda subiendo algunos pisos hasta llegar a una habitación. No sabía su nombre, ni nada, pero sí donde vivía.
Tenía unas enormes ganas de verlo mañana, ahora ya tenía una razón para salir del templo.
...
—¿Cómo te fue? —Matthew se acercó a él —terminaste de flechar más parejas
—¿Flechar? —preguntó viendo la expresión de su amigo cambiaba —¡ah! ¡sí!, obvio —alardeó —como unas 8 parejas felices eternamente, de nada
—¿Ocho?
—Sí, y estoy cansado así que iré a dormir para que mañana pueda salir temprano a flechar más, ¡nos vemos Matt! —sacudió la mano despidiéndose de él
El rubio frunció el ceño ante la extraña actitud de Hanbin pero lo dejó pasar y siguió haciendo lo suyo.
El pelinegro se acostó en su cama de nube respirando el aire puro del templo, se quedó pensando en aquel chico que vio hace unas horas en el bar. Nunca había visto a un ser tan lindo, su corazón latía al pensar en él y no sabía el significado. Pero le gustaba eso.
[💘]
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arrow shot ➳ haobin
FanfictionHabía una sola regla en el templo para los cupidos: "Jamás enamorarse de un humano", pero Hanbin no la cumplió. • Contenido sensible • Leer bajo responsabilidad propia