Capítulo 7

890 81 1
                                    

Me encontraba en mi casa, comiendo un bocadillo de tortilla con los ojos fijos en la puerta principal. La expectativa de que Ossian intentara utilizar sus habilidades para abrir la puerta aumentaba mi intriga y precaución. Sin embargo, para mi sorpresa, no ocurrió nada. La puerta permanecía cerrada y no se percibía ningún intento de manipulación.

Ante la falta de actividad, me permití la curiosidad de mirar por la mirilla. Era un acto temerario, especialmente cuando se trataba de un individuo con tendencias psicópatas al otro lado. Las advertencias de que podría ser apuñalada o recibir un disparo a través de la mirilla resonaban en mi mente, pero la seguridad que me brindaba el hecho de que Ossian no podía causarme daño físico me hizo sentir tranquila.

Observé detenidamente el rellano frente a mi puerta y me percaté de que no había absolutamente nadie a la vista. Esta situación me resultó extraña, especialmente después de las amenazas de Ossian de incriminarme en alguno de sus asesinatos. Sin embargo, estaba preparada para tales eventualidades y había tomado precauciones para asegurarme de tener coartadas sólidas durante las veinticuatro horas del día desde que Ossian se presentó en mi casa.

Mi estrategia incluía diversos métodos para respaldar mi coartada. Grababa vídeos con amigos, salía a lugares públicos, realizaba compras desde casa en ciertos momentos específicos del día (asegurándome de que mi VPN y la hora quedaran registradas), e incluso realizaba búsquedas aleatorias con el Wi-Fi. Todo esto, asegurándome de que quedara claro que estaba en casa en los momentos en los que Ossian me incriminara.

Mi vida se había convertido en un tablero de ajedrez lleno de estrategias para anticipar y contrarrestar las posibles jugadas de Ossian.

A pesar de mi preparación, una preocupación persistía en mi mente como una sombra inquietante: Ossian estaba suelto por Chicago, y mis amigos podrían ser víctimas potenciales de sus asesinatos. La incertidumbre sobre quién sería su próximo objetivo añadía una capa adicional de tensión a mi ya complicada situación.

La única tranquilidad que tenía era que mis padres vivían en Naperville, fuera del alcance de Ossian. Saber que estaban a salvo proporcionaba un pequeño consuelo, aunque esta paz se desvaneció abruptamente al escuchar dos golpes secos en el rellano. La fuente de los golpes me desconcertó inicialmente, ya que provenían de mi vecino de enfrente.

La curiosidad y la inquietud se apoderaron de mí, llevándome a asomarme por la mirilla para investigar. Sin embargo, para mi sorpresa y alarma, descubrí que la mirilla estaba completamente tapada. La comprensión inmediata de que Ossian estaba detrás de esto, bloqueando mi visión intencionadamente, me hizo retroceder, consciente de que él pretendía que saliera por mi propia voluntad.

Al percatarse de que aún llamando no iba a abrirlo, forzó la cerradura, abriéndola casi al momento, cosa que odiaba sumamente por haberle dado esa habilidad de abrir cualquier cerradura con simplemente dos horquillas. La abrió con total calma, encontrándome con su mirada penetrante, percatándome de la sangre en su ropa nueva, tensándome al momento.

Un sonido sordo resonó en el aire cuando un cuerpo cayó a mis pies, dejando manchas de sangre en la puerta y marcando mi entrada como un escenario de horror. El felpudo estaba ahora impregnado de rojo. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras mis ojos se enfocaban en el caos que se desplegaba ante mí.

Mi mirada se extendió hacia el exterior, hacia el rellano, y mi corazón se apretó con fuerza al ver otro cuerpo en el suelo. La reconocible figura de mis vecinos yacía inmóvil, una escena que se desplegaba ante mis ojos como un macabro cuadro.

Mi respiración se cortó de golpe, un nudo se formó en mi garganta al percatarme de la terrible realidad que se presentaba ante mí. El pánico se apoderó de mis pensamientos al notar que la tragedia estaba más cerca de lo que había imaginado inicialmente. Uno de los cuerpos yacía justo en el umbral de mi puerta, manchando mi impoluto parqué con un charco de sangre.

Mi PresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora