La fatiga arrastraba a mi cuerpo hacia un estado de somnolencia confusa. Luché por abrir los ojos, apenas vislumbrando mi entorno. Me sentí débil, mis manos torpes intentaban abrazarme para combatir el frío que me envolvía. Con esfuerzo, mis párpados se abrieron, revelando un brazo apenas reconocible. Mi mirada viajó por mi antebrazo, deteniéndose en unas esposas que me unían a una tubería oxidada en la desgastada pared.
La habitación se desplegó ante mí, revelando una situación que aumentó mi confusión. Las paredes, víctimas del abandono, mostraban humedades que se deslizaban como lágrimas oscuras. La pintura descascarillada dejaba al descubierto las cicatrices de un lugar olvidado. El suelo, frío y desigual, añadía incomodidad a mi situación.
Mi visión se desenfocaba cada pocos segundos, provocándome un malestar que desembocaba en náuseas. Aunque trataba de dominar mi cuerpo y erguirme del gélido suelo, o simplemente girar la cabeza hacia un lado, me resulta imposible. Mi cuerpo parecía completamente paralizado, y lo único que podía sentir era confusión, sin un ápice de miedo, solo una profunda perplejidad ante mi situación.
Estaba drogada.
Fue el único pensamiento que logré procesar al cabo de unos segundos. Mis pensamientos se movían a un ritmo lento, como si estuvieran sumidos en una bruma espesa. Intenté recopilar información, examinando los fragmentos de memoria en busca de pistas sobre cómo había llegado a este lugar y quién podría estar detrás de todo.
En mi mente entumecida, emergieron destellos de recuerdos difusos: la cena en el restaurante, la presencia de Ossian, la tensión que hubo con la tormenta.
Una sensación de vulnerabilidad se apoderó de mí, mientras la impotencia se mezclaba con la confusión. Traté de concentrarme en cualquier sonido o detalle que pudiera proporcionarme alguna pista sobre mi entorno, pero el silencio se cerraba sobre mí como un abrazo inquietante.
Con cada intento de moverme, mi cuerpo respondía con una lentitud tortuosa. El frío del suelo se filtraba a través de la tela de mi pijama, acentuando mi sensación de desamparo.
—Ossian... — logré pronunciar su nombre con dificultad con la esperanza de que estuviera cerca, pero no hubo ninguna respuesta.
La llamada a Ossian flotó en el aire sin obtener respuesta. La sensación de abandono se intensificó mientras mi voz se perdía en el silencio opresivo de la habitación. Intenté recordar cómo había llegado a este lugar, pero los recuerdos se resistían, como sombras evasivas en mi mente nublada.
Mis sentidos luchaban por desentrañar la realidad distorsionada que me rodeaba. El olor rancio y húmedo del lugar se mezclaba con la pesadez del aire, creando una atmósfera casi asfixiante. Traté de enfocar la mirada en la oscuridad que me rodeaba, pero las sombras se cerraban como una trampa, ocultando cualquier indicio de mi entorno.
Una presión incómoda se instaló en mi pecho, y la sensación de estar observada, aunque no pudiera ver a nadie, se convirtió en una presencia palpable. El susurro incesante de mis pensamientos se volvió inquietante, alimentando la creciente paranoia que se apoderaba de mi mente drogada.
Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando noté un movimiento en la penumbra de la habitación. Una sombra se deslizaba con torpeza, apoyándose en la pared y acercándose hacia mí. A medida que la figura se revelaba, la aparente calma inducida por la droga y la confusión se desvanecieron por completo, reemplazadas instantáneamente por una oleada de terror.
El corazón me martilleaba con fuerza, y mis ojos se abrieron desmesuradamente al reconocer quién se aproximaba. La figura, antes difusa, adquirió rasgos familiares que me sumieron en una mezcla de pavor y asombro.
ESTÁS LEYENDO
Mi Presa
Teen FictionLux, una escritora de thrillers, ve su creación, el aterrador asesino Ossian Darkbourn, cobrar vida. Obsesionado con ella, Ossian se convierte en su peor pesadilla. Lux debe enfrentarse a su propia invención en un emocionante juego de ingenio y supe...