La fragancia de la cena casera llenaba el aire mientras mi madre, con su habitual entusiasmo, se sumergía en la cocina. Mi padre y yo estábamos en el salón, acompañados por Elliot, quien se había pasado por mi casa para ver cómo me encontraba y, al enterarse de la cena, aceptó la invitación encantado.
—Así que, Richard, ¿cómo has estado desde la última vez que nos vimos? — preguntó Elliot, sentándose en el sofá con una sonrisa amigable.
—Bien, bien, ya sabes, lidiando con las cosas de siempre — respondió, tratando de desviar la conversación hacia terrenos menos complicados.
Asentí conforme con aquella charla, llevando la mirada hacia la televisión pero aún pendiente de la conversación.
—¿Cómo va todo en el trabajo? ¿Algún nuevo proyecto interesante en el que estés trabajando? — preguntó, mostrando genuino interés.
Elliot, entusiasmado, comenzó a contar sobre sus estudios y proyectos, todos ambientados en la fotografía, aunque su trabajo trataba de arreglar tecnología, y pronto estábamos inmersos en una charla amena sobre nuestras vidas. Aunque inicialmente me resistí a la idea de tener a mi familia aquí, su presencia acabó aportando una energía fresca y positiva al ambiente.
Mientras tanto, mi madre seguía en la cocina, entre el murmullo de ollas y sartenes. Podía escucharla tararear una canción, y una sensación de nostalgia y confort me envolvía. A pesar de las tensiones familiares, momentos como este recordaban por qué valoraba tanto a mi familia.
En un momento dado, mientras disfrutábamos del momento en un ambiente apacible, escuché un sonido metálico que resonó en el exterior, un eco extraño que no se correspondía con los sonidos provenientes de la cocina, donde mi madre continuaba preparando la cena con su característico murmullo.
Mis sentidos se agudizaron instantáneamente, y mi mirada se encontró con la de mi padre. La animada conversación que mantenía con Elliot se interrumpió abruptamente, y un silencio tenso se apoderó de la habitación. Ambos compartimos un instante de comprensión, una conexión silenciosa.
Mi padre se incorporó de golpe, dejando a Elliot desconcertado al ver que se dirigía rápidamente hacia la puerta del salón, pero sin aventurarse fuera, posicionándose en un lateral con una postura protectora y en alerta.
Fue entonces cuando la puerta se abrió con violencia, revelando al intruso con un aire enfadado. En un instante, su figura se cruzó con la de mi padre. Sin vacilar, sacó una navaja con rapidez, apuntando directamente hacia la garganta de mi padre con un gesto amenazante.
La agresión fue inútil ante la experiencia de mi padre en defensa cuerpo a cuerpo. En un movimiento rápido y preciso, agarró el brazo del atacante, retorciéndolo con eficacia. Ossian se encontró repentinamente en el suelo, sometido por una llave que lo dejó boca abajo, con la bota de mi padre presionando firmemente su nuca.
El silencio en la sala se quebró con la tensión palpable. Elliot, por su parte, se levantó de inmediato, evaluando la situación con una mezcla de incredulidad y preocupación.
—¿Qué demonios está pasando aquí? — exclamó Elliot, buscando respuestas en el caos repentino que se había desatado en nuestra tranquila cena familiar.
No me inmuté, reconociendo el rostro de Ossian y sus quejidos de dolor por las recientes heridas provocadas por el accidente. Me acomodé en el sofá, observando cómo se desarrollaba la escena ante la firme actuación de mi padre.
Mi padre mantenía la presión en la nuca de Ossian, controlándolo con eficacia mientras el intruso forcejeaba en el suelo. Su expresión, una mezcla de determinación y advertencia, dejaba claro que no toleraría amenazas dentro de su hogar.
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Mi Presa
Teen FictionLux, una escritora de thrillers, ve su creación, el aterrador asesino Ossian Darkbourn, cobrar vida. Obsesionado con ella, Ossian se convierte en su peor pesadilla. Lux debe enfrentarse a su propia invención en un emocionante juego de ingenio y supe...